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EL FUTURO DEL PP

La extraña despedida de Arenas

El portazo del dirigente del PP conmociona a un partido hecho a su hiperliderazgo. La negativa de Dolores de Cospedal a que siguiera al mando precipita su marcha

Javier Arenas, el pasado miércoles por la tarde, en una de las puertas de entrada al salón de plenos del Parlamento andaluz.
Javier Arenas, el pasado miércoles por la tarde, en una de las puertas de entrada al salón de plenos del Parlamento andaluz. Julián Rojas

Lo raro no es que Javier Arenas se haya marchado del PP andaluz después de quedarse de nuevo plantado frente al Palacio de San Telmo, lo raro es cómo lo ha hecho: atropelladamente, dando barquinazos, sin un proceso sólido, y dejando tras de sí un reguero de llamas susceptibles de convertirse en un incendio enorme.

El domingo pasado a las redacciones llegó la convocatoria de una conferencia de prensa del PP para el día siguiente, una cita habitual, aunque en esta ocasión la nota omitía al protagonista, por lo general, Antonio Sanz, el número dos. Como siempre, es él quien habla, pero en lugar de entonar la acostumbrada canción del caso de los ERE y los recortes de la Junta, anuncia de sopetón que el congreso regional, previsto para septiembre, se anticipa a mediados de julio; que Arenas, contra lo dicho, no repetirá como presidente; y que, además, se va de inmediato, ya, y el testigo provisional lo coge el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido.

Luego envía a los medios a través de Internet un vídeo enlatado en el que Arenas se despide y ofrece como única explicación que el adiós es fruto de una larga reflexión. El armazón del partido, levantado en torno a un hiperliderazgo de casi dos décadas, se tambalea. Cunde el desconcierto y los ríos de rumores se desbordan. ¿Qué ha pasado para que alguien como Arenas, auténtico faro de Alejandría de la derecha andaluza, se escurra prácticamente por la gatera?

En el cónclave del PP nacional de febrero de este año —celebrado en Sevilla para potenciar su lanzamiento en las elecciones autonómicas—, la secretaria general, Dolores de Cospedal, salió reforzada al desactivar al andaluz, que había tratado de promover la figura de un coordinador que menguara el poder ascendente de la también presidenta de Castilla-La Mancha. Arenas no se impacientó: en breve se haría con la Junta de Andalucía, un hito de proporciones cósmicas, y se colocaría a la diestra de Mariano Rajoy. Las predicciones demoscópicas fallaron el 25 de marzo y el acuerdo de PSOE e IU se consumó en el Gobierno autónomo. De modo que Cospedal creció aún más.

El factor humano ha influido en la forma de irse y cerrar una etapa de 19 años

Desde entonces su enemistad ha ido en aumento, a la par que el pulso entre ambos. Dirigentes cercanos sostienen que la secretaria general percibe a Arenas como una amenaza por su fama de ocupador de espacios e ilimitada capacidad de maquinación, y corta sus pasos para que no gane peso. La negativa a que siguiera controlando la organización andaluza en el congreso regional es el detonante de la cascada de incidentes de los últimos días. Ahí las versiones difieren, pero con puntos comunes. Cospedal se había fijado en Zoido para presidir el PP andaluz, y así se lo hizo saber en una visita a Sevilla en los días posteriores a los comicios, cuando todavía retumbaba el fiasco. Sin embargo, Arenas planeaba delegar en Antonio Sanz, a quien presenta en Madrid como el aglutinador máximo de consensos. Cospedal se resiste y Mariano Rajoy permanece al margen, absorbido por la grave crisis que asuela el país, si bien pide encarecidamente soslayar en lo posible cualquier problema.

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Es la primera vez que al carismático líder andaluz le imponen una decisión sobre el PP autonómico en 19 años. Ni Francisco Álvarez Cascos cuando era el fontanero del partido ni el mismísimo José María Aznar dispusieron nunca sobre este territorio, en el que él ha hecho y deshecho a su antojo. Estalla en ese momento la bomba en la sede de la calle de San Fernando, y entre el viernes 8 y el lunes 11 los lances se amontonan. Unas fuentes aseguran que Arenas quiere dejarlo todo en el acto. Pacta con Cospedal y Rajoy la solución de Zoido, una salida que no le disgusta porque es su amigo, provoca escaso rechazo y siega aspiraciones peligrosas. El alcalde acepta y se prepara la comunicación oficial de la metamorfosis para el lunes.

Otras fuentes afirman que el dirigente es un mar de nervios y se obceca para que se traslade que la propuesta de Zoido, del que ha sido mentor, es iniciativa suya. Según este relato, el alcalde recibe el encargo directo de conducir el PP andaluz de boca de Cospedal y Rajoy el sábado, y luego habla con Arenas, que presiona para que se haga público el domingo. El impulso es abortado. No obstante, para entonces se había abierto un nuevo frente: el tira y afloja con Zoido, a quien la dirección andaluza solicita que abandone la alcaldía de Sevilla, una renuncia que resulta inconcebible al político que ha conquistado 20 concejales de un Consistorio de 33, y que ha empeñado su palabra ante la ciudad al prometer dedicación plena.

También se salta el guión que le han escrito, exige tiempo y reclama llevar las riendas. Bajo ningún concepto quiere aparecer como un candidato subordinado a Arenas y fácil de manejar. Desea volar solo, componer su equipo y que se vea con claridad que Génova y Moncloa están detrás.

Entre tanto, el resto del partido, que contempla atónito el desbarajuste de una organización que desfilaba como un tercio legionario unos días atrás, empieza a dislocarse. Los candidatos con posibilidades se mueven y la red de intrigas deviene en una maraña que engorda como una bola de nieve, sin que Arenas acierte a contener el lío que antes podría haber desenredado con solo arquear una ceja, un gesto característico reflejado en caricaturas y perfiles. Se inquieta sobre todo al ver avanzar una operación para foguear al alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, y el malestar con el que encajan las provincias orientales la identificación de Zoido con la capital andaluza. Fuerza un comunicado de adhesión al alcalde cocinado en San Fernando que algunos dirigentes leen asombrados. Supuestamente, el respaldo “férreo” al alcalde que subraya había surgido en una cena en Antequera el lunes, pero parte de los asistentes —los presidentes provinciales— precisan que ni siquiera se planteó.

Por fin Juan Ignacio Zoido considera que ha meditado lo suficiente y el jueves asume liderar el partido. El día anterior había pespunteado con Dolores de Cospedal en Madrid el patrón de la etapa nueva, en la que se perfila como secretario general a Juan Manuel Moreno, malagueño y secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad. Una designación que, de consumarse, sugiere también la candidatura a la Junta. Porque el alcalde de Sevilla despeja que piensa seguir siéndolo mientras le apoyen las urnas, y con esta declaración determina su transitoriedad en el cargo.

La forma de irse de Arenas, el avispado político esencia del PP andaluz, es difícil de comprender sin el factor humano. Ni al cuarto intento, y con todo a su favor, ha podido desprenderse del sello de perdedor que soporta como una penitencia infamante. Un argumento más para explicar esta extraña despedida, que no es otra cosa que un portazo.

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