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Fernando Villalonga abandona el Ayuntamiento de Madrid

El exdelegado de Las Artes y actual presidente de la empresa cultural municipal deja el cargo y vuelve a Exteriores tras protagonizar mil polémicas

Fernando Villalonga (izquierda) como presidente de Madrid Destino, y su 'número dos', Timothy Chapman.
Fernando Villalonga (izquierda) como presidente de Madrid Destino, y su 'número dos', Timothy Chapman.

Fernando Villalonga, hombre de la máxima confianza de Ana Botella a nivel político y personal, y principal fuente de polémicas del Ayuntamiento de Madrid desde que la alcaldesa lo introdujera en su gobierno en enero de 2012, dejará el Palacio de Cibeles el 15 de noviembre para volver al Ministerio de Exteriores. Seguirá siendo, eso sí, secretario general de la Unión de Capitales Iberoamericanas en representación de Madrid.

Villalonga (Valencia, 1960) fue delegado de Las Artes de enero de 2011, cuando Alberto Ruiz-Gallardón cedió la alcaldía a Botella, hasta mayo de 2013, cuando el Tribunal Constitucional obligó a su cese al no haber sido elegido democráticamente en las urnas. Botella le recolocó al frente de la empresa municipal de cultura y turismo, y le convirtió en el representante del Ayuntamiento en la candidatura de Madrid 2020.

Villalonga, diplomático de carrera, había sido consejero valenciano de Educación y diputado. Era cónsul en Nueva York cuando Botella le llamó para relevar a Alicia Moreno en Las Artes. Nada más hacerlo, denunció irregularidades en la gestión de su antecesora, pero no abrió una investigación interna o judicial. Renovó casi al completo el organigrama cultural, forzó la salida de Mario Gas del Teatro Español entre denuncias de sobresueldos y lo sustituyó por Natalio Grueso, exdirector del Centro Niemeyer e imputado por mal uso de dinero público.

Su gestión en Las Artes estuvo marcada por el recorte presupuestario. Ante la falta de personal para abrir bibliotecas ya construidas, abogó por usar a voluntarios, lo que, al ser refrendado por Botella, le causó a esta su primer disgusto como alcaldesa.

Impulsó un expediente de regulación de empleo en la empresa cultural, y lo justificó diciendo que los trabajadores le habían forzado a ello. Se cerró sin despidos, un triunfo político que empañó al pedir poderes excepcionales para echar a nueve empleados en venganza por una protesta sindical; Botella le obligó a rectificar. Dejó el puesto sin haber redactado el plan estratégico para la cultura, anunciado nada más tomar posesión a bombo y platillo. 

Desde mayo era presidente de la empresa municipal de cultura. Lideró, además, al Ayuntamiento en la candidatura olímpica, quebrada por disensiones internas y derrotada en septiembre. Antes, había denunciado al fiscal general del Estado presuntas irregularidades en Madrid 2016, candidatura presidida por Gallardón. La causa judicial sigue abierta.

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Su penúltima polémica fueron las descalificaciones sexistas a la filántropa Paloma O’Shea, que Botella hubo de puntualizar que no respaldaba. La última conocida fue el anuncio este mes de la privatización de la gestión del teatro Fernán Gómez, respondido con un manifiesto de un centenar de artistas criticando su gestión.

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