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La falta de profesores obliga a los padres de un colegio a pedir su cierre

La Consellería de Educación achaca la decisión a los padres, no a los recortes

Colegio público de Gomesende cerrado para el curso 2012-2013.
Colegio público de Gomesende cerrado para el curso 2012-2013.ROSA VEIGA

Los sindicatos le llaman la “contrarreforma neofascista de Wert”, convencidos de que los recortes educativos solo pretenden el retorno al sistema educativo de pago de épocas pasadas. Muestran el Diario Oficial de Galicia, se ponen a hacer restas con los números de los profesores que no han sido contratados en los centros públicos y les salen 800 menos en el curso que ahora empieza —que Feijóo niega— sin contar las jubilaciones, dato que no ha ofrecido aún la Consellería de Educación y que ya ha anunciado que no cubrirá. La “contrarreforma” arrastra —salvo contadas excepciones— la clausura del rural. A cal y canto. La espita que la Consellería de Educación abrió para convertir en unitarias —alumnos de entre 3 y 12 años compartiendo aula y profesor en el mismo horario lectivo— los colegios que no superan la cifra mágica de 15 matrículas, empieza a superar sus propias previsiones. Los padres comienzan a decidir enviar a estudiar a sus hijos a las villas, con profesores adaptados a sus cursos. De momento, el Rosalía de Castro, en Gomesende (1.000 habitantes) ya cerró por decisión del ANPA y la del colegio de Baltar (como el anterior en la provincia de Ourense) estudia seguirle los pasos.

Los padres comienzan a temerse lo peor en la calidad de la enseñanza y apuestan por el traslado de sus hijos a centros del entorno. Lo reconoce el ya exdirector del colegio de Gomesende, José Antonio Estévez, que con el resto de profesores (cuatro, más uno de religión y un orientador), hace el petate para trasladarse, con los 18 alumnos a los colegios del entorno en los que se distribuirán.

En el municipio donde se clausura el centro la edad media supera los 70

Estévez es de Gomesende y lleva dos décadas en este centro. Su lamento por la despoblación de “esta zona realmente paradisíaca” se equilibra con su discurso razonado sobre la “garantía de calidad de enseñanza” por la que optaron los padres. “La verdad, yo haría lo mismo, porque aquí compartirían clases alumnos de entre 3 y 12 años. Nos correspondían dos profesores”. Estévez todavía se extraña de las condiciones “la verdad, de auténtico lujo”, del colegio. “Dos grandes autocares, cocinera, cuatro profesores y especialistas...”, enumera las ventajas perdidas.

“Solo quedamos los viejos; dentro de poco, nadie”, dibuja sobre la marcha una pareja de jubilados el futuro del municipio de Gomesende. Desconocían que se cerraba el colegio. “¡Pero si aquí vienen niños de otros pueblos!”, expresan su sorpresa.

La Consellería de Educación asegura que la decisión no es suya
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El Rosalía de Castro absorbía a los alumnos del municipio limítrofe de Quintela de Leirado. Ahora, los alumnos de uno y otro pueblo se repartirán en dos centros. Los de Gomesende se han matriculado ya en el colegio de Ramirás y los de Quintela lo han hecho en el de Celanova. La alcaldesa, Pura Rodríguez, del PP, insiste en que el cierre del colegio no lo propiciaron ni la Xunta ni el Ayuntamiento. “Fue una decisión de los propios padres, fueron ellos quienes quisieron” echarle la llave.

La regidora está pendiente de que la Consellería de Educación haga oficial el anuncio. “La decisión está tomada, pero a mí aún no me han enviado el documento”, dice, que la exima de hacerse cargo, en adelante, del mantenimiento del colegio. Un gasto menos en tiempos de vacas flacas. En 2011, las arcas municipales tenían una deuda de 88.000 euros, de un presupuesto de 668.000.

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En realidad, la desaparición del colegio Rosalía de Castro supone “el fracaso del mismo proyecto aglutinador de escolares que ahora repite, en aplicación de los recortes de la austeridad”, la Consellería de Educación, explica el responsable de Educación de CC OO en Ourense, Álex Portela. En su opinión, el centro de Ramirás no tardará más de un par de años, tres a los sumo, en echar también el cierre. “Acabarán todos los alumnos de Ourense estudiando en los Maristas” —colegio religioso privado-concertado en el centro de la ciudad—, ironiza el sindicalista, pendiente de la decisión que adopte ahora el ANPA del colegio público de Baltar, en la comarca de A Limia. De momento, en este centro el curso empezará con una sola profesora, la especialista de inglés, porque la titular está embarazada y no han enviado sustituto.

Portela pone el grito en el cielo por este efecto dominó de la reforma que acaba con los colegios del rural abocando al “inmediato despoblamiento de los pequeños municipios” de la provincia de Ourense. Un paseo por el entorno de las parroquias de Gomesende pone de manifiesto la evidencia: el parque infantil —apenas un balancín y un par de sillas de columpio— linda con un esplendorosamente dotado parque con balancines de ejercicios destinados a la tercera edad. Duplica al de los niños.

El director del clausurado colegio de Gomesende sostiene que la media edad en el municipio ronda los 70-75 años y, como el sindicalista, reconoce que en breve toda la población de éste y los pequeños municipios limítrofes acabará viviendo en Celanova (6.000 habitantes). La Consellería de Educación insiste en puntualizar que no es decisión suya este cierre. Ni los otros que puedan venir. Precisa que son los padres quienes apuestan por otro modelo de enseñanza diferente al que propuso el propio gabinete de Vázquez basado en la concentración de alumnos de Infantil y Primaria bajo el magisterio de un único docente.

El milagro a la inversa de Vilariño de Conso

En el pueblo ourensano de Vilariño de Conso (600 habitantes) se obró el milagro de la multiplicación de los escolares. Contrariamente a lo ocurrido en Gomesende, el ANPA y los profesores de Vilariño decidieron plantarle cara al traslado a Viana do Bolo —en su caso era obligatorio por falta de un par de alumnos— e iniciaron una contraofensiva al reagrupamiento en una sola aula y con un mismo docente a los 14 niños —bebés y preadolescentes— con que contaba. En dos meses pasaron de 14 a 33 alumnos. Los nuevos matriculados proceden de Barcelona, Teruel, Madrid y Barcelona. Un aluvión de nuevas familias que atendieron al reclamo de las maravillas de la vida rural, con vivienda gratis y apenas gastos, en pleno corazón del Parque Natural do Invernadoiro. A una hora de Ourense. A 15 kilómetros de Viana do Bolo.

En su afán escolarizador por garantizar la supervivencia del centro de Infantil y Primaria San Martiño —con varias unidades y profesores adaptados a cada curso— los vecinos ofrecieron incluso a Aldeas Infantiles un hotelito para que instalara en él una de sus residencias a rebosar de infantes. Un reagrupamiento a la inversa en toda regla al propuesto por el gabinete de Jesús Vázquez.

Tras un mes de campaña, los vecinos consiguieron elevar sus 14 alumnos a 22. Hace una semana alcanzaron los 33 y enviaron con urgencia a la Consellería de Educación las nuevas matrículas demandando el cupo de profesores —aseguran que cuatro— que les corresponden. No tuvieron respuesta.

Fuentes de la Consellería aseguraron a este diario que oficialmente tiene en cuenta los 22 alumnos que acreditó el colegio San Martiño a comienzos de agosto, antes de publicar la Orden sobre la distribución del profesorado. En cualquier caso, Educación precisa que los alumnos del colegio de Vilariño “tendrán cubiertas por completo sus necesidades docentes”.

Profesores y padres sostienen que Educación “no ha hecho más que bloquear sistemáticamente las matriculaciones que conseguíamos, dudando y poniendo siempre en cuestión nuestros datos”.

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