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Eufemismos de la situación

Si vuelvo a oír eso de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, gritaré y gritaré

Dibujo de Alexandre Trauner para la película El apartamento, de Billy Wilder.
Dibujo de Alexandre Trauner para la película El apartamento, de Billy Wilder.

Parece que cuando Viena aún era capital del imperio, en vísperas de la I Guerra Mundial, se decía: “La situación es desesperada, pero no se puede decir que sea grave”. No sé si lo leí en Musil, o en Kraus o en el libro de Valverde, Viena, al que a veces regreso con agrado, como al recuerdo del profesor. La frasecita es ingeniosa, y se aplica a la actualidad también como un guante. Pero se me olvidaba saludar: ¡Hola! Soy Copito de Nieve, vuestro gorila preferido, y pese a los rumores, estoy vivo, y bien, y viviendo en Gorilópolis, capital de Gorilandia, desde donde os escribo. Estoy desesperado pero no grave, y tal y tal, aquí también hay bibliotecas y sucursales de Laie y de La Central, así que no puedo quejarme. Añoro Barcelona, eso sí. Sobre todo ahora que el nuevo alcalde ya habrá cumplido, supongo, su compromiso electoral de que la ciudad ejerza como capital de Cataluña. Os lo recuerdo: “Barcelona no només és la capital de Catalunya, sinó que a més a més acharchirà com a tal. ¡Acharchirà! ¡Acharchirà com a capital!” clamaba, vehemente y apasionado, el señor Trias. Y por si alguno en el público no se lo acababa de creer, si alguien amagaba una mueca de escepticismo, él repetía incansable, agitando el índice: “Acharchirà! Acharchirà!” Bueno, espero que acharcheichi ya, que esté ya acharchiendo, lástima que desde aquí no se note.

Por lo demás, aquí en Gorilópolis es igual que allá: están despidiendo a gente a mansalva, y los afortunados que conservamos un incierto puesto de trabajo cada día oímos de la superioridad frases curiosísimas. No me refiero a la que usa el patrón para abandonar las reuniones de trabajo inútiles y demasiado aburridas diciendo, por ejemplo: “Me tengo que ausentar un momento, pero seguid trabajando” o “Tengo que atender una visita, pero seguid, seguid la reunión”. Estas fórmulas, que dan buena impresión de dinamismo y actividad, están ya algo usadas, aunque siguen siendo de indiscutible utilidad. Me refiero específicamente a las nuevas, las que ha generado el fenómeno de la crisis. Para empezar, está la muy manida de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, si vuelvo a oír esa frase gritaré y gritaré. Recuerdo que tuvo una vida breve, efímera por demasiado optimista “Saldremos de la crisis reforzados”. Esa profecía rápidamente dejó de ser creíble, como los brotes verdes que ya florecían y las lucecitas que ya se atisbaban al fondo del túnel. En cambio “la crisis es una ocasión para reinventarse” nunca acabó de cuajar del todo por demasiado abstruso y porque invitaba a mirarse los brazos y las manos con extrañeza, como Jeff Goldblum en La Mosca. Otros modismos, clichés, frases hechas, tópicos y lugares comunes que se estilan últimamente en el ámbito profesional no tienen desperdicio. Por ejemplo, cuando estás desbordado de trabajo y reclamas más personal que te eche una mano, es probable que el patrón te diga “Por ahora no es posible”, y te proponga una alternativa:

Otros modismos, clichés, frases hechas, tópicos y lugares comunes que se estilan últimamente en el ámbito profesional no tienen desperdicio

—“Busca soluciones imaginativas”. ¡Soluciones imaginativas! Es una manera muy inteligente de negarte ayuda, ya que lo que tú no puedes hacer es negar el poder de la imaginación, ni confesar que careces de ella: pues entonces la culpa de tu estrés es de tus propias carencias. Lo fundamental, para negar algo a alguien o imponerle nuevas obligaciones, es hacerlo siempre en positivo. Así, para descargar más trabajo sobre tus hombros y los de tu pelotón, pueden decirte:

—“Hay que optimizar recursos”; “Hay que potenciar la creatividad en la búsqueda de soluciones”. —¿Quién puede oponerse a buscar lo óptimo, quién dice no a la creatividad? Perdón un momento, tengo que salir a comerme una banana.

Ya estoy de vuelta. ¿Qué decíamos? Ah, los eufemismos de la empresa. Uno que me gusta especialmente es este:

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—“Tienes que involucrarte más en el proyecto”, cuyo verdadero sentido es el siguiente: tienes que hacer horas extras a cascoporro y sin pensar siquiera en la ordinariez de pedir por ello emolumentos. Pues lo que se te está pidiendo, cuando se emplea el verbo “involucrarse”, no es estrictamente tiempo tasable, sino algo más abstracto, un estado de espíritu, una disposición a fundirte con la empresa. También está de moda encomendarte nuevas tareas con la fórmula “Tengo un reto para ti”, que hay que escuchar con buena cara, ya que, como ejecutivos con aspiraciones de progresar, los desafíos y la competitividad te encantan. ¡Sonríe! A quién le gustan las caras largas en la oficina. Oficina, o departamento, que por cierto tiene un grave problema:

—“Este departamento está sobredimensionado”. O bien “Hay que redimensionar”; significa, claro está, que sobra personal y hay que soltar lastre. Hay muchas maneras de hacerlo, y ahora con la reforma laboral es cosa de coser y cantar. Y entonces se puede comunicar a los que se quedan que el compañero despedido nos ha dejado:

—Menéndez nos ha dejado por un nuevo proyecto empresarial. Le deseamos lo mejor. Le deseamos muchos éxitos.

Todavía algún empresario es tan hortera y tan bruto que despide a la gente diciendo “estás despedido”, pero la mayoría recurre a eufemismos menos agresivos, sin llegar empero al cinismo supremo de los americanos cuando dicen “we’ll have to let you go”, o sea “vamos a tener que dejar que te vayas”, como si lamentasen tu decisión pero se resignasen a ella. ¡Chapeau!

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