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Fallas para todos

La sátira y la crítica son la razón de ser de las fiestas valencianas

Falla de plaza del Ayuntamiento de Valencia de 2015, del artista Manolo García.
Falla de plaza del Ayuntamiento de Valencia de 2015, del artista Manolo García.José Jordan (EL PAÍS)

Ya están aquí las Fallas. Este año, por primera vez, tienen el reto de no defraudar a todas aquellas personas que se acerquen a ellas buscando unas fiestas merecedoras de estar en el listado del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, un reto importante. Más de 700 monumentos, entre grandes y pequeños, emergerán las noches del 15 y 16 de marzo para que podamos disfrutar de ellos durante cinco días antes de desaparecer consumidos por las llamas.

Una vida muy corta que, para los que no son de estas tierras, a veces cuesta entender. Mucho han cambiado las cosas desde los toscos muñecos fabricados de trapos y desechos de las carpinterías, hasta las elaboradas obras construidas con poliestireno expandido, corcho blanco, diseñadas y elaboradas digitalmente. Aunque no todas siguen este patrón. Nuevos materiales como la paja del arroz o la madera de balsa están siendo estudiados y en los últimos años han surgido fallas innovadoras y experimentales que apuestan por recuperar materiales de otras épocas, nuevos diseños y otro tipo de mensajes. “Hay que recuperar la crítica y la sátira porque es la razón de ser de las fallas”, explica Gil Manuel Hernández, director del Museo Fallero, profesor de Sociología, estudioso y gran amante de las Fallas. “Predomina la falla blanca, acrítica, apologética, blanda y azucarada, exenta de cualquier crítica políticamente incorrecta. Es casi una antifalla”, afirma.

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Ese predominio no es casual, las fallas están hechas para ser vistas. Igual que el escritor, el pintor o el escultor, los artistas falleros ansían ese reconocimiento. Pero las fallas más visitadas, —porque tan solo viven cinco días y no hay tiempo para verlas todas—, son las premiadas. “Se sigue premiando el modelo canónico, el clásico”, aclara Hernández, “por lo tanto es normal que el artista fallero no arriesgue. Seguir la inercia asegura premio y visibilidad, pero esto frena la innovación y es necesario innovar y experimentar”, opina. Hace ya casi 20 años surgieron las primeras fallas innovadoras y experimentales. Hoy en día estas fallas más combativas y populares forman una alternativa que hay que tener en cuenta a la hora de organizar nuestra agenda fallera. Representan también la pluralidad de la gente amante de la fiesta que pueden pertenecer o no a una comisión fallera. Como ya se ha dicho, las Fallas son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y la humanidad es tan amplia y plural que no puede ceñirse a un único modelo de fiesta.

Marc Martell, artista conocido también como Víctor Valero, es un ejemplo de que puede haber muchas maneras de vivir las Fallas. Estudió Bellas Artes, lleva más de dos décadas construyendo fallas y enredado en multitud de iniciativas artísticas y sociales relacionadas con la fiesta. Tras valorados trabajos en fallas grandes, ahora está centrado en las infantiles y siente su profesión y su amor a la fiesta desde un punto de vista alejado de la ortodoxia. “El acto de plantar la falla es lo que más me interesa, como ocupación de la calle, como subversión, es lo más parecido al street art que conozco”. En su pequeño taller en el barrio de Zaidía construye sus ninots para sus fallas infantiles con cartón y madera, pero también, ayudado por otros artistas falleros, jóvenes ilusionados por las posibilidades artísticas de la fiesta, experimentan con otros tipos de monumentos. “Las fallas existían antes de las comisiones, antes de los falleros. Creo que, adecuadamente controlado y regulado, cualquier colectivo, cualquier entidad, también debería tener el derecho de poder crear y plantar una falla”, señala Martell. “Para mí, unas buenas Fallas consiste en un grupo de amigos que se juntan para plantar una falla, cenar en la calle, montar un buen lío y lo más importante de todo criticar en esa falla todo lo que sea criticable, que de eso trata la fiesta”, afirma.

Es una alternativa a la oficialidad. Se trata de apostar por unas Fallas para todo el mundo, de dentro y fuera de Valencia, falleros o no, y reducir los excesos de estos últimos años que tanto problema ha generado con buena parte de los ciudadanos. “En Valencia no hay antifalleros, hay exfalleros y debemos recuperarlos”, considera Gil Manuel Hernández. “El mundo fallero es complicado y para nosotros sigue siendo difícil, aunque estemos gobernando, el poder sigue en manos de otros. Hay que ver la manera de que todos los agentes que forman las Fallas se sientan concernidos y participen. Las Fallas serán lo que quieran los falleros , pero también el resto de la ciudadanía”, concluye el director del Museo Fallero.

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