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El cónclave de los ‘cupaires’

El debate entre los más de 3.000 militantes encerrados en Sabadell se dio en un improvisado encerado donde voceaban intentando convencer al resto

Alfonso L. Congostrina
Un momento de las votaciones en la asamblea de la CUP.
Un momento de las votaciones en la asamblea de la CUP.Albert Garcia (EL PAÍS)

El futuro de Artur Mas debían haberlo decidirlo ayer 3.111 militantes de la Candidatura d´Unitat Popular (CUP) encerrados en un cónclave que se celebró en la pista cubierta de atletismo de Sabadell un domingo, víspera del día de los Santos Inocentes, con los canelones de Sant Esteve todavía sin digerir. Cupaires venidos de lo largo y lo ancho de los territorios de habla catalana llegaron en autobuses y coches particulares a Sabadell dispuestos a arremangarse la sudadera y decidir el futuro Gobierno de la Generalitat. Justo al lado de un tenderete de merchandisingpropio de la izquierda independentista y anticapitalista, comenzaron las inscripciones y acreditaciones de los elegidos para decidir el futuro del “enemigo” Artur Mas.

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Entre acreditación y acreditación, los asistentes se deshacían en saludos en un ambiente festivo. “Todos sabemos la posición de todos”, decía un militante de la CUP proveniente de Girona a simpatizantes vascos que sonreían tocados con chapelas.

El exdiputado David Fernández fue de los primeros en aterrizar en el pabellón. Fernández iba acompañado por uno de los portavoces de la autodenominada “revolución de las escaleras” que el pasado mayo ocupó el edificio de la Mobile World Capital en la plaza de Catalunya durante la huelga que protagonizaron técnicos subcontratados por Movistar.

El peculiar cónclave de la CUP tomó la primera decisión poco después de las diez de la mañana: votar en secreto. El 42% de los asistentes, que entonces solo eran 2.261, preferían que el resto de compañeros no supiera cuál era su decisión. “Los que van a votar a favor de investir a Mas sienten vergüenza de que el resto de compañeros sepamos que apuestan por votar al capitalismo hecho persona”, ironizaba, medio en risa y muy en serio, un militante leridano que junto a cuatro compañeros madrugaron para recorrer los 160 kilómetros y “hacer historia”.

Junto a la Mesa de la asamblea, decenas de militantes subían al improvisado encerado donde voceaban intentando convencer a los miembros de la asamblea sobre cuál de los cuatro escenarios posibles era el que debía elegirse. En primera fila y con cara de enfado o circunstancia, o ambas a la vez, los diputados y líderes visibles de la organización, compuesta por 18 grupúsculos, escuchaban las proclamas. El número de asistentes fue aumentando hasta superar los 3.100. En un rincón, Antonio Baños miraba su móvil mientras un militante valenciano voceaba: “¡No invistáis a Mas!”. Anna Gabriel y David Fernández mostraban atención a lo que, cronómetro en mano, iban chillando compañeros.

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El cónclave acabó tal y cómo empezó: con el empate. Mas no sabe cuál será su futuro.

 

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