_
_
_
_
_

Francesc Ribera, ‘Titot’, el gato escaldado

Activista de primera línea del radicalismo de izquierda asegura que “la única solución es la independencia. Y no lo cambiamos por una buena autonomía”

El cantante y concejal de la CUP en Berga Francesc Ribera, 'Titot'.
El cantante y concejal de la CUP en Berga Francesc Ribera, 'Titot'.Damià Vicens

Francesc Ribera es independentista desde siempre. En casa, sus padres maldecían a los presentadores de la televisión única de la Transición como mensajeros de lo que siempre creyeron una estafa, una modernización del franquismo. Él heredó su energía combativa y hoy es un veterano de mil batallas perdidas con la ilusión intacta por el avance sorprendente de la causa. “Sinceramente, confiábamos en que este momento llegaría pero no lo esperábamos tan pronto”.

Este activista de primera línea del radicalismo de la izquierda soberanista al que todos llaman Titot, no es un pavo, como indica su apodo, si no un gato escaldado por la política oficial. A los diecisiete años, cuando la izquierda independentista solo aspiraba a proclamar su existencia, ingresó en el Moviment de Defensa de la Terra (MDT), la expresión política de los partidarios de la violencia revolucionaria de Terra Lliure. “Éramos poco más que sombras, que Pujol agitaba para asustar; yo siempre lo consideré nuestro gran adversario”. Las bombas y los sabotajes insuflaban ánimo a unos pocos centenares de militantes; “era más propaganda armada que guerrilla”, matiza. Una víctima en Les Borges Blanques aceleró la desarticulación del grupo. Él lo vio como una operación del Estado “para silenciar a los críticos con la Transición, y casi lo consigue”. Después llegaría la negociación de Àngel Colom con los militantes y presos de la organización para sellar el abandono de la violencia, un episodio que califica “de alta traición”. Luego, los años de plomo.

Él se refugió en la agitación musical; con los Brams puso música a los años del silencio. El título del primer disco es una declaración de intenciones: Amb el rock a la faixa. En sus conciertos aparecieron las primeras esteladas, cuando no se vendían en las tiendas y había que practicar el corte y confección, cuando ondearla “era un acto de coraje y no un acto social como ahora”.

Durante la diáspora, entró en contacto con las gentes de la Candidatura d'Unitat Popular. Comparte con ellos análisis social, rechazo a la Transición y a la legitimidad democrática del Estado español, fidelidad a la trilogía básica —independencia, socialismo y Països Catalans— y, sobretodo, la crítica a la endogamia de los políticos de la formalidad, como les llama, y su predilección por la política transgresora. En 2007, hizo un llamamiento público a la maltrecha izquierda independentista para apoyar las candidaturas municipales de la CUP. Los unos sumados a los otros seguían siendo testimoniales, a pesar de algunos éxitos locales. El cambio de suerte empezó a percibirse como resultado del error del Estado en el que no cree ante la reforma del Estatuto, de la que nada esperaba. “El nuevo Estatuto respondía al intento de endulzar la opresión nacional y demostrar que el Estado español podía convertirse en un estado democrático, pero quienes creían esto se quedaron con un palmo de narices”. El hecho más relevante del proceso entiende que es la manera de actuar de los poderes de Madrid: “En lugar de suministrar a los catalanes una nueva dosis de anestesia, el Tribunal optó por quitarse la montera y decir, va por ustedes; pero sin anestesia las cosas se ven diferentes y el independentismo se consolidó como hegemónico”.

Más información
Francesc Homs, el rugido irónico
Carme Forcadell, el imperativo soberanista
Joan Manuel Tresserras, el revolucionario exquisito
Quim Torra, guardián del espíritu de 1714

Desde 2011 es concejal en Berga por la CUP. Las nuevas expectativas las explica en función de dos factores. “El primero es que teníamos razón; cuando éramos treinta en el año 68, o setecientos, en el 87, decíamos que la única solución era la independencia y ahora la adhesión de centenares de miles de personas lo confirma. El segundo es no haber bajado del burro, no ceder ni un palmo: dijimos independencia y no lo cambiamos por una posible buena autonomía, aún sabiendo que la independencia era prácticamente imposible”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Está obstinado en la causa, como reconoce en su libro Entestat en la independència, pero tampoco se lleva a engaño, se sabe un aliado incómodo para quienes la independencia “es hacer una línea en el mapa e importar todos los errores de los países en los que mandan las empresas y no las personas, por muchos circos parlamentarios que tengan”. Para él y los suyos, la segregación de España es la parte fácil del proceso y salir de la Unión Europea, “un premio doble”. Lo difícil será avanzar en sus objetivos ideológicos, la democracia real y económica; que las materias estratégicas, energía, recursos hidráulicos o sistema financiero no estén a merced de las empresas privadas: “yo no me lo imagino como una simple segregación, si no como el no tener dependencias; el colapso energético, el crecimiento exponencial explotará, no puede seguir todo igual por mucho tiempo, debemos estar posicionados nacionalmente para que Cataluña sea autosuficiente llegados a este día”.

La segregación de España es la parte fácil del proceso, asegura. Lo difícil, añade, el objetivo ideológico: la democracia real y económica

En el Concert per la Llibertat, celebrado en el Camp Nou, vivió su momento estelar. Tras interpretar “jo vull per demà la meva terra lliure” dirigió a los asistentes unas palabras, rebosantes de ardor guerrero: “Tenemos un ejército que hace trescientos años que nos defiende, gracias a el no hemos sido destruidos como pueblo…se llama cultura y nuestros soldados son maestros, escritores, científicos, investigadores y los miles de milicianos voluntarios de la cultura popular de cada pueblo y cada barrio... está en todas partes, desplegado y armado... con el, haremos de nuestra nación una tierra libre”.

Su ejército es una licencia literaria —de la que gusta mucho en sus artículos dirigidos a criticar de forma provocadora al poder establecido, al estilo del trovador Guillem de Berguedà, a cuyas composiciones irreverentes puso música—, porque dice descartar la beligerancia y la coacción para alcanzar sus objetivos. Estos, solamente serán posibles después de construir la unidad popular y ejercer “sin ningún miedo” la democracia. “Yo siempre defenderé que la democracia está por encima de las leyes y ellos, justo lo contrario; el problema real es si Cataluña es o no un sujeto político, para ellos no somos una nación y ahí está el viejo conflicto nunca superado”.

La única seguridad que expresa es que difícilmente se volverán a dar unas condiciones objetivas tan favorables para hacer realidad el sueño. Sabe de la fuerza real que tienen — “nosotros lo que queremos es azuzar al tigre hacia nuestro campo”—- y como buen gato escaldado por tantas traiciones y decepciones tiene muy claro que, más pronto o más tarde, llegará una contraoferta del Estado. Aunque quiere creer que no va aceptarse, advierte: “Quien proclame la renuncia al proceso deberá estar muy atento, podría pasar que cuando el general se rinda, el ejército siga avanzando”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_