_
_
_
_
_

La marcha del Orgullo Gay llena las calles del centro de Madrid

La manifestación ha recordado a los países donde los derechos de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales "son pura ilusión"

Ríos de gente confluyen en Atocha. Banderas, disfraces y color. Mucho color. Madrid se viste de arcoíris. Más de un millón de personas, según los cálculos de las asociaciones convocantes, se han acercado un año más a reivindicar los derechos de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales. En especial los de aquellos países en los que "los derechos humanos son una pura ilusión o una declaración en papel mojado", como recuerdan las pancartas.

"¡Comienza la traca!" Gritan desde el coche que lidera la marcha. Los petardos resuenan en el paseo del Prado. Después palmadas, gritos, cánticos y tambores. ¡Nos manifestamos por los que no pueden! Corea una voz amplificada por megafonía. El resto ovaciona sus palabras y comienza la marcha. Una gra pancarta lidera la comitiva. Detrás, Boti G. Rodrigo, presidenta de FELGTB explica el motivo de la lucha: "en 80 países ser lesbiana, gay, transexual o bisexual se condena con la cárcel. En 10 con la pena de muerte. Se nos trata como a delincuentes por el mero hecho de amar a alguien del mismo sexo o sentir que naces en el cuerpo equivocado. Pero el delito debería ser el odio, la tortura, el encarcelamiento y el asesinato impune!, defiende con enegía. "¡Toda persona tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad!"

Más información
Una semana que llena las arcas de los comercios
La memoria de Chueca
La importancia de llevar tacones
Chueca pide la dimisión de Botella

A su lado, Alexandra Licona, una hondureña refugiada por su condición de activista transexual, asiente con la cabeza. Llegó a España huyendo de las agresiones y vejaciones que sufría en su país por su orientación sexual. "Llevo desde los 19 años aguantando. No podia más", revela con una media sonrisa. Ahora su vida es otra. "Más alegre, más tranquila, más libre". Una situación que contrasta con la de Osmond Ayo, un nigeriano que lleva en España cinco años y al que acaban de denegarle el permiso de asilo. "No lo entiendo, no me dicen por qué no me lo dan", grita, intentando hacerse entender entre el alboroto. Pagó a una mafia, cuenta, para que le llevaran a Canadá, pero le engañaron y le dejaron en España. "En mi país casi me matan", dice con un marcado acento. "Estoy aquí para luchar por los derechos de todos los homosexuales como yo. No importa dónde vivamos, todos somos iguales".

"La orienación sexual fue incluida de forma expresa en España como motivo para el reconocimiento de la condicion de refugiado en el artículo 3 de la Ley de Asilo, pero en la práctica no es así", ilustra Estrella Galán, secrataria de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). "Hay muy pocas resoluciones favorables", denuncia señalando a Osmond. "A Alexandra se lo concedieron porque era activista, pero en muchas ocasiones se les obstaculiza el acceso a mecanismos de protección internacional alegando dudas en la credibilidad del solicitante", asevera indignada. "La persecución por motivos de orientación sexual e identidad de género es una realidad inaceptable que todavía está en muchos países y las autoridades deberían mostrar un mayor compromiso con las personas que diariamente viven esta situación".

Esperanza Montero, presidenta de COGAM, va más allá: "Los gobiernos que se suponen democráticos no solo no denuncian, sino que que colaboran con mandatarios de probados tintes lgtbfóbicos, fomentando la violencia de Estado que sufrimos en estos países". Pone como ejemplo las conocidas como violaciones correctivas aplicadas a lesbianas y mujeres bisexuales en países como Sudáfrica. Pero no se limita a denunciar la discriminación y el maltrato en otros países. Aunque admite que en España la situación ha mejorado, advierte que sigue habiendo miedo a reconocer la identidad sexual, especialmente en el caso de las personas bisexuales. "Hay estereotipos negativos sobre nosotros muy extendidos. La sociedad nos concibe como promiscuos y los medios de comunicación tampoco ayudan".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

A la altura de la segunda pancarta, que reza "Tu silencio es su poder", se encuentran María del Carmen y su hija de dos años. "Es el primer año que la traigo", explica, "pero pienso hacerlo todos los que vengan. Es imporante que ella crezca viendo la homosexualidad con naturalidad, con normalidad. No puede ser de otra forma", asegura convencida. En su Bolivia natal, comenta, sus padres jamás la habrían llevado a un evento como este. "Cuando llegué a España -hace 11 años- tenía una mentalidad mucho más cerrada que ahora". Cada vez son más los heterosexuales, como ella, que se unen a esta manifestación vestida de fiesta.

La normalización de la situación es el concepto que más repite Marta Fernández, creadora de una red profesional internacional de mujeres lesbianas llamada Lesworking. "Creo que la fiesta ofrece visibilidad, pero no normalización. Yo no me comporto así los otros 364 días del año. Tengo mi trabajo, mis amigos, mi familia, una vida normal como todos", asegura. Por eso, considera que "hacen faltan otro tipo de iniciativas para que la imagen de los gais y las lesbianas no se asocie exclusivamente a una fiesta divertida y colorida". Una de las iniciativas que propone es la que ella misma ha puesto en marcha. Organizan encuentros mensuales de networking para ayudarse unas a otras. "Hemos empezado apoyando la película De Chica En Chica porque pensamos que el cine es un medio fundamental para normalizar", opina subida en la carroza promocional del filme.

Esta es una de las 30 carrozas que desfilan entre la multitud. La gente bebe, canta y baila al son de las batucadas y los siete colores de sus enseñas ondean con el viento. Su cupo esta lleno a pesar de que la entrada no es gratis. "Hemos pagado 3.500 euros por el alquiler del vehículo y otros gastos", revela Sonia Sánchez, la directora de la película. "Al menos así recuperamos algo de la inversión", justifica. Su obra intenta visibilizar otros tipos de familia a través de la comedia. "No queremos reivindicar nada de manera panfletaria, sino mostrar situaciones cotidianas y normalizarlas para la sociedad".

"Desde pequeño estás viendo situaciones en las que las cosas son de una determinada forma y ya está. Todas las películas y los libros son de chicos y chicas. Y las relaciones homosexuales se conciben en muchas ocasiones asociadas a circunstancias turbias", valora Fernández. "Por eso a mi me costó mucho aceptarlo. Si tienes este tipo de dudas, lo rechazas de pleno porque no quieres pertenecer a algo turbio, diferente, algo que parece que no existe". Considera que sigue habiendo "muchas causas por las que manifestarse y mucho trabajo por hacer", pero la visibilidad es el primero de sus objetivos. "Somos un 10% de la población según los estudios pero yo no veo por la calle a una pareja homosexual cada 10. Aún hay mucho miedo para vivirlo con naturalidad. Es una lucha que se gana día a día. Todos tenemos que dar un pasito al frente. Depende de nosotros".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_