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El kilómetro cero de la cultura

El Círculo de Bellas Artes, una referencia en Madrid para intelectuales y artistas, recibe cada vez menos ayudas de las administraciones Su solución pasa por explotación comercial de sus salas para otras actividades

Estatua de Minerva, en el Círculo de Bellas Artes.
Estatua de Minerva, en el Círculo de Bellas Artes.SAMUEL SÁNCHEZ

Entre las noticias que apuntalan el declive cultural de Madrid —los cierres de cines y teatros, la ausencia de grandes conciertos y el IVA del 21%— la crisis en el Círculo de Bellas Artes tiene algo de simbólico. El centro cultural sigue siendo un punto de encuentro por el que pasa todo el mundo de la cultura canónica del país, un lugar de arte, pensamiento e ideas. Los problemas económicos que sufre no lo colocan por ahora en una situación insuperable, según señala su director, Juan Barja, pero sí hacen que el mundo de la cultura se hayan activado todas las alarmas.

“El Círculo es el primero de los círculos concéntricos de la cultura en Madrid”, explica por teléfono el escritor gallego Manuel Rivas, uno de los habituales del centro cultural cuando vivita la capital. “Es ese lugar al que van a parar los viajeros más o menos náufragos. Cuando se dice eso de qué libro te llevarías a una isla, yo diría más bien a qué isla te llevarían los libros. Creo que los libros te llevan al Círculo. Para mí que esté crisis refleja el declive cultural de Madrid”, concluye el escritor, que resalta la capacidad del centro de acoger a gente de todas las edades y estéticas.

Esa idea casi de kilómetro cero de la cultura no es un mal resumen para explicar la preocupación que sienten estos días otros muchos asiduos del centro tras enterarse de los rumores que hablan del despido de un 15% de la plantilla y el cierre de su radio. Esta semana además, el PP ha bloqueado una iniciativa del PSOE en el Congreso, apoyada por todos los grupos políticos, para ayudar con 500.000 euros al Círculo.

El Círculo en cifras

El Círculo de Bellas Artes es una entidad sin ánimo de lucro que cuenta con 3.000 socios.

La mayor parte de su financiación sale de sus socios, del alquiler de sus salas, del cobro de entradas y de los actos que organiza.

El presupuesto actual es de 4,6 millones de euros. De esa cantidad, la Comunidad aporta 150.000 euros y el Gobierno central, 120.000. El Consistorio, que antes destinaba 200.000, no aporta nada desde hace dos años.

Actualmente la plantilla es de 71 personas. La plantilla prevista para 2014 es de 61, según consta en el proyecto de presupuestos generales de la Comunidad de Madrid para 2014.

“Las cosas no están tan mal, pero es cierto que hemos sufrido la crisis como todo el mundo”, comenta Juan Barja, que desmiente que haya nada decidido todavía sobre posibles despidos o el cierre de la radio o el cine.

En su despacho de la quinta planta, el director del Círculo repasa algunos artículos de prensa sobre la encrucijada en la que se encuentran. “Somos un lugar público, no estatal, pero sí público”, dice Barja, que hace esa precisión varias veces durante la conversación. Quiere decir que el Círculo es una entidad cultural privada sin ánimo de lucro abierta a todo el mundo y que nunca ha estado sostenida por las Administraciones. En 2008, el centro recibía un 27% del presupuesto en ayudas de las tres Administraciones, Ayuntamiento, Comunidad y Gobierno. El presupuesto entonces era de 8,3 millones de euros. Actualmente es de 4,6 millones y Comunidad y Gobierno solo aportan un 5%. El Ayuntamiento no pone un euro. El resto salen de la venta de entradas, alquiler de salas y las cuotas de sus 3.000 socios.

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“El compromiso de este año seguirá para el año que viene con la misma cantidad de 150.000 euros. Es un lugar importante para el tejido madrileño”, señala un portavoz de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Esta institución destinaba 1,5 millones de euros en el año 2008.

Barja insiste en que el Círculo no está en una situación de peligro inminente pero señala las dificultades de mantener una programación de primer nivel en un edificio emblemático pero cuyo mantenimiento tiene un alto coste. “El Círculo necesita a este país y este país necesita al Círculo”, declara Barja. El director resalta la importancia del centro, no solo para Madrid, sino para el país. “Este centro es una rara avis que surge a partir de la iniciativa privada”. Lugares comparables en otros puntos de España quizá solo se encuentren en Cataluña con el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. En Francia, por ejemplo, el centro Pompidou es totalmente estatal.

Esa singularidad está presente desde sus orígenes. La institución fue fundada en 1880 por un un grupo de artistas y aficionados a las bellas artes que buscaban vender allí directamente sus obras. Durante el siglo XX formaron parte de la directiva personajes como Jacinto Benavente o Carlos Arniches. Picasso asistió como alumno a sus clases de puntura y Ramón María del Valle-Inclán frecuentó sus salones. La sede actual del Círculo se inauguró en 1926. En los años ochenta fue cuando el centro experimentó su auténtica apertura al público y se convirtió en un lugar que miraba al extranjero y a expresiones e ideas alternativas al país que se acababa de dejar atrás.

El Círculo es hoy un lugar para la considerada alta cultura que tiene que alternar sus aspiraciones de atender las inquietudes artísticas e intelectuales del público con la explotación más comercial de su inmenso edificio. “Es evidente que tenemos que hacer más incidencia en una relación con la sociedad”, señala Barja. El director pone como ejemplo que, además de cine, debates, presentaciones de libros y exposiciones como la de Martin Cirino o la del misterioso fotógrafo Burton Norton, el Círculo alquila sus salas y se ha abierto un restaurante en la terraza que lleva cinco meses funcionando.

Extrabajadores del Círculo señalan que quizá el Centro se haya centrado demasiado en la cultura más elitista y que es necesaria una gestión más empresarial que consiga mantener el centro vivo. Señalan además que en los últimos años previos a la crisis se había aumentado excesivamente el gasto y ponen como ejemplo el aumento del número de trabajadores. De las 60 personas que trabajaban en 2004 se pasó a 120 en 2008. Esa cifra ha tenido que reducirse en los últimos tiempos a 71.

Barja insiste en la cantidad de trabajadores y medios que se necesitan para sacar adelante el centro y mantener el nivel. El director muestras los catálogos de algunas exposiciones de los últimos años que han tenido reconocimiento y visitas. Unas 200.000 personas asistieron en 14 sedes de todo el mundo a la dedicada al pensador Walter Benjamin. “Hemos conseguido llevar más de 30 exposiciones a otros países. La de Benjamin fue novedosa porque se trataba de una exposición sobre un pensamiento con soportes audiovisuales y digitales”.

El director repasa el estado de la institución con un último mensaje que habla de la perversión de un lenguaje en que el que el dinero destinado a la cultura se considera subvención y el que se destina a otros sectores recibe otros nombres como “incentivos”, “ayudas” o “concertación”. “No me gusta la imagen que se da de la cultura en la que parece que siempre se está pidiendo dinero. No es así. Y un ejemplo es el Círculo, que siempre ha sabido conseguir financiación para salir adelante”, concluye.

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