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El Carmen enseña sus tesoros

La Fundación Rodríguez-Acosta abre al público para difundir el legado del pintor granadino Los visitantes pasearán por sus jardines y por un laberinto de galerías subterráneas

Visitantes en los jardines  la Fundación Rodríguez-Acosta.
Visitantes en los jardines la Fundación Rodríguez-Acosta. m. zarza

En la colina que preside la ciudad de Granada hay algunas construcciones que destacan a la vista. El imponente hotel Alhambra Palace, las formas rectas y fraccionadas del auditorio Manuel de Falla, pese a su cuidada integración en el paisaje. Y la Alhambra, por supuesto, coronando la colina. Pero, justo debajo del monumento nazarí, entre hileras de cipreses, sobresale un edificio blanco, con varias torres. Se trata del conocido como Carmen Blanco de la Fundación Rodríguez-Acosta. Un palacete tan visible como desconocido para granadinos y visitantes. Y tanto el edificio como su interior conforman una de las joyas patrimoniales de la ciudad que, desde este verano, está abierto al público con un programa de visitas que se pueden realizar combinadas con la Alhambra.

“Hasta ahora la Fundación Rodríguez-Acosta había estado abierta de forma intermitente y personalizada, pero ahora la abrimos al público en general”, explica el pintor Miguel Rodríguez-Acosta (Granada, 1927), presidente de la fundación que lleva el, probablemente, apellido más ilustre y conocido de Granada. Los Rodríguez-Acosta son sinónimo de riqueza y opulencia económica, pero también de arte. Y de eso último tiene la culpa José María Rodríguez-Acosta (1878-1941), maestro inspirador de su sobrino Miguel. Criado en una familia de banqueros —crearon el germen del sistema financiero andaluz en el siglo XIX—, José María se desmarcó de ese camino y llegó a convertirse en uno de los mejores pintores de su generación, una de las referencias del simbolismo y el modernismo en España.

José María Rodríguez-Acosta construyó el Carmen Blanco entre 1916 y 1930, y desde 1982 es monumento nacional. Es un edificio que sorprende por su concepción arquitectónica, muy singular, sus volúmenes, sus torres que parecen imitar a las de la Alhambra, aunque con un lenguaje contemporáneo. Allí montó el pintor su estudio artístico y llenó el edificio y los jardines de piezas de arte traídas de todo el mundo, pues, además de artista, fue un gran viajero. El recorrido que puede hacer el visitante comienza, precisamente, en el estudio y la biblioteca del pintor, que mantienen su estado original, y al que se accede tras un vestíbulo de estilo art decó con algunas de sus pinturas. El estudio es un espacio ecléctico, plagado de objetos históricos, como uno de los primeros proyectores de cine del siglo XX, y artísticos, con bustos de Buda y otras piezas orientales, combinadas con muestras de arte grecorromano e íbero.

El recorrido se podrá realizar combinado con la visita a la Alhambra o por separado

La visita continúa en los jardines, distribuidos a modo de terrazas por el desnivel de los terrenos donde se asienta el edificio, y que ofrecen unas magníficas vistas de la ciudad. Los jardines muestran inspiraciones románticas y funerarias, están salpicados de columnas, pérgolas y esculturas como la del dios Baco, del siglo I, o el Mauselo de la monja, del siglo XVI, que el pintor trajo de Salamanca. “No hay demasiadas referencias sobre lo que José María Rodríguez-Acosta quería expresar en los jardines, sino que más bien se trata de que el visitante descubra qué le sugieren, como si se tratara de una obra pictórica”, explica Alejandro Zarza, historiador del arte de la joven empresa A Nigh Plus, que se encarga de “orientar, no guiar” las visitas. “No hacemos una visita guiada al uso, sino que dejamos que el usuario reflexione sobre lo que va viendo y le resolvemos cualquier duda o pregunta que se plantee”, señala Gabriel Ruiz, responsable de esta empresa nacida de la Universidad de Granada.

“El Carmen Blanco es una experiencia, un paraíso creado por un artista y tiene muchos tesoros por descubrir”, asegura Miguel Rodríguez-Acosta. Y uno de ellos son las galerías subterráneas que atraviesan la colina sobre la que se levanta el edificio. Tienen una estructura laberíntica, con multitud de estrechos pasadizos a diferentes niveles, pasillos que no conducen a ningún sitio, esculturas adornando los recovecos... Algunas galerías ya existían antes de construir el carmen, pero después el pintor las extendió y ni se sabe cuántos cientos de metros tienen en conjunto.

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Las galerías desembocan en los jardines de la parte más baja del carmen, y de ahí se accede al último espacio del recorrido, el Museo Gómez-Moreno, creado con el legado del historiador y arqueólogo granadino Manuel Gómez-Moreno y donado por su familia a los Rodríguez-Acosta. El museo ofrece un compendio de obras pictóricas de relieve, como obras de Sorolla y Zurbarán (La niña Virgen rezando), piezas arqueológicas del neolítico, esculturas antiguas en bronce u objetos de cerámica desde los periodos griego al medieval.

Miguel Rodríguez-Acosta pretende convertir el carmen en un paso obligado para los turistas que visitan Granada y también para los autóctonos, que suelen desconocer su patrimonio. Para ello cuenta con la colaboración de la Junta, que entró este año a formar parte de la fundación a través del Patronato de la Alhambra con el objetivo de conservar y difundir esta joya de la ciudad. Ya está en marcha una rehabilitación integral del edificio y los jardines, que albergarán también actividades culturales como pequeños conciertos. Las visitas pueden realizarse en exclusiva a la Fundación Rodríguez-Acosta o combinadas con la Alhambra, con recorridos tanto diurnos como nocturnos (la entrada cuesta entre 5 y 17 euros) y este otoño se pondrá en marcha una ruta para escolares, Del Castillo Rojo al Carmen Blanco, que pretende crear un diálogo arquitectónico y artístico entre ambos monumentos.

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