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Saetas contra el desahucio

Los vecinos de Ciutat Meridiana hacen una ‘romería’ para llamar la atención sobre el drama que sacude al barrio

Camilo S. Baquero

Primera estación. “Que la Virgen de los Desahucios esté con nosotros esta tarde y un piso caiga”. Al grito, amplificado por un megáfono, cuatro vecinos de Ciutat Meridiana alzaron ayer el único paso de una particular romería organizada por la asociación 500x20, que forma parte de la plataforma Nou Barris Cabreada. Una gran señal de stop, decorada con flores de papel y coronada con un manto, lideraba la procesión, de unos 60 vecinos. El recorrido por la complicada geografía del barrio reivindicó el derecho a la vivienda en la zona de Barcelona donde conviven dos situaciones tan injustas como paradójicas: el mayor número de ejecuciones hipotecarias de la ciudad y un gran volumen de viviendas públicas vacías y tapiadas.

Segunda estación. Luz Angélica Balcazar es una de las maestras rocieras. Ecuatoriana, 65 años. Y desahuciada. Salió ayer de su casa por la mañana y, cuando regresó se encontró la cerradura cambiada. “Fue Bankia o la comisión judicial”, apunta la mujer. Josep Centeno, el mediador del distrito en el tema de los desahucios lo confirma. El Consistorio le abrió la puerta. “Nunca habíamos visto un caso así”, dice. Balcazar llegó a España en 2000. Caja Madrid, La Caixa “de la estrella” y la inmobiliaria Cáceres —ya desaparecida— la metieron, asegura, en una hipoteca cruzada con otra ecuatoriana que no conocía: 220.000 euros por 60 metros. El piso lo subastaron en febrero, por 150.000. Su deuda asciende a 140.000. Gana 800 euros al mes. “Todo fue una amarga decepción”, apostilló

Tercera estación. Un grito desgarrado, al estilo de las saetas, hace que los vecinos se asomen a las ventanas. La procesión para un momento. Al fondo, un cartel, en catalán, de una inmobiliaria “experta en residencial en Nou Barris”. Se llama Vendopor. Antes había una en cada esquina. Ahora se cuentan con los dedos de una mano. Por, en catalán. Miedo, en castellano. Aquí el sentimiento lo conocen en todos los idiomas. Varios subsaharianos, arrastrando sus coches de bebés, también caminan en silencio. Algún miembro del gobierno del distrito acompaña a los mossos y los agentes de la Guardia Urbana. Saben que hay amenaza de okupación. Centeno insiste en que desde que se puso en marcha el protocolo con los procuradores y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para adelantarse a los procesos, el Consistorio ha actuado en 72 casos, 14 de ellos resueltos. Los vecinos no se fían. “Los bancos aún desahucian”.

Cuarta estación. San José Okupa es el santo inventado al que los rocieros se encomiendan al llegar a las promociones de Regesa en la avenida de Escolapi Cáncer: 256 pisos, la inmensa mayoría vacíos. Ventanas tapiadas. La procesión finalizó y se formó un gran cadena frente a los bloques. “Alquiler social ya”, dicen los letreros con los que los vecinos las empapelaron. Un millón de euros al año se gasta la Administración, según denunció hace poco el PP, en la vigilancia privada que evita las okupaciones. “No se ha producido ningún intento”, dijo un guarda. “Por el momento”, añadió otro.

Quinta estación. Eso de las procesiones, laicas o religiosas, es muy malo para el tráfico. La de la Virgen de los Desahucios terminó con el corte de la C17 a las 19. Pitidos, gente gritando enfadada. La mayoría, sin embargo, dentro de los coches, viendo las pancartas. Algunos, seguro, pensando en la santa hipoteca.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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