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tribunales

“Me dejaron como a un perro”

Antonio Castro Pimentel, el hombre que perdió la visión en un ojo tras recibir un disparo en Sol, se ha quedado sin ninguna indemnización y denuncia que el Ayuntamiento no se ha interesado por su caso

Antonio Castro Pimentel, herido por un policía municipal.Vídeo: F. J. BARROSO / F. VARGAS
F. Javier Barroso

“Se me cayó el mundo al suelo. Jamás pensé que le absolvieran de todos los cargos. No quería que fuera a la cárcel pero tampoco que quedara impune”. Quien habla es Antonio Castro Pimentel, un cordobés que cumplió 53 años hace una semana. Se quedó sin visión en el ojo izquierdo tras recibir un disparo en la Puerta del Sol el 6 de mayo de 2010. La Sección 30ª de la Audiencia Provincial de Madrid eximió de responsabilidad al policía municipal que efectuó los tiros al considerar que actuó en legítima defensa. “Nadie del Ayuntamiento se ha puesto en contacto conmigo. Me han abandonado como a un perro”, añade el empresario.

 Antonio Castro estaba paseando junto con su esposa y sus dos hijos por la Puerta del Sol. Se dirigían a una terraza a la entrada de la calle del Arenal cuando un hombre con problemas psiquiátricos, Santiago M. B., empezó a golpear un coche patrulla de la Policía Municipal. Una transeúnte avisó a cuatro agentes que estaban en las proximidades. Se acercaron dos, que le pidieron que depusiera su violenta actitud. Lejos de hacerlo, Santiago sacó un cuchillo de 10 centímetros de hoja. Se dirigió hacia el policía con la intención de herirle. “Quería que me mataran”, confesó en el juicio.

El agente Israel S. V. sacó su pistola reglamentaria y efectuó tres disparos para detenerle. Una bala salió rebotada y tras golpear en el suelo, estalló el globo ocular de Antonio Castro. Este cayó mal herido y, tras estar cinco días en coma inducido, perdió la visión del ojo.

“Unos días estoy fatal, inaguantable, y otros más tranquilo”

La sentencia, publicada el 3 de febrero, mantiene que el policía municipal “se ajustó a los criterios básicos de utilización del arma y respondió a los principios de congruencia, necesidad y proporcionalidad exigidos por la norma”. Al no hallar responsabilidad penal, tampoco existía la civil. Consecuencia: Antonio Castro no recibirá ninguna indemnización pese a haber estado entre la vida y la muerte, haber perdido la visión de un ojo, haber sufrido ya dos operaciones, llevar una protésis en la parte superior izquierda de la cara y tener que tomar al día hasta ocho pastillas para frenar sus dolores, además de haber perdido el olfato y el gusto. “Estoy sufriendo un auténtico drama sin comerlo ni beberlo”, resume el empresario.

“Siento rabia e impotencia. Lo que han dicho los jueces me parece bochornoso. He estado un año y medio pendiente de ese fallo y, cuando lo recibí, me llevé el peor golpe de toda mi vida”, afirma el cordobés.

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El Consistorio afirma que agilizará su caso para indemnizarle

La vida de Castro cambió de la noche a la mañana. Dirige una empresa en Priego de Córdoba que ha llegado a dar empleo a más de 50 personas. Ahora no llegan a 15. “Me dedico a hacer ventanas para grandes promociones de viviendas. Antes iba a ver a mis clientes y a ganar obras por toda Andalucía, Ceuta y Melilla. Ahora, como no puedo conducir, he perdido todo eso”, añade, mientras reconoce que está pasando graves problemas financieros. “Me dieron el alta el pasado 16 de septiembre y desde entonces no estoy cobrando nada. ¿Cómo puedo trabajar si no puedo ni conducir y tengo unos dolores de cabeza fortísimos?”, se pregunta.

La nave de 7.000 metros cuadrados, otrora a pleno rendimiento, está a punto de tener que cerrar. “Yo estaba todo el día delante del ordenador trabajando o en el coche visitando a clientes. Ahora es imposible. Solo conduzco por autovía y cuando hace buen tiempo. Por las carreteras comarcales ni lo intento. No me atrevo”, añade. Castro está en tratamiento psicológico porque aún no se ha respuesto de la lesión. “Voy a día y a ratos. Unos días estoy fatal e inaguantable y otros más tranquilo. Ahora dependo de todo de mi familia, de que mi mujer o mi hijo puedan traerme a la fábrica”, afirma mientras baja la cabeza.

Contra quien carga más las tintas es contra el Ayuntamiento de Madrid. “Se han olvidado de mí. Me han dejado abandonado como un perro. No han tenido ni la gentileza de decir una sola palabra. Ahora, estoy dispuesto a ir a donde haga falta para que esto no se quede así”, añade con indignación.

Una portavoz del Ayuntamiento explica que el caso del Castro está en fase de estudio y que se intentará “acelerar al máximo” en las próximas fechas. “Lo entendemos, pero ahora mismo no se puede hacer más hasta que se pongan de acuerdo las compañías de seguro”, añadió la portavoz municipal.

Castro ha pasado ya dos veces por quirófano para colocarle la prótesis de la cara. Se la reconstruyeron a través del cartílago de una costilla. “Pasé unos dolores horribles hasta que se curó la herida de la costilla, porque se tiene que regenerar ella sola”, resume. Los médicos le han vuelto a dar malas noticias. La cara se le está hundiendo y no descartan una operación a corto plazo. “Pensaban que iba a tardar más, pero el implante no está yendo bien”, añade. Su gratitud hacia los médicos del SAMUR y, en especial, de la Fundación Jiménez Díaz es enorme: “Siempre digo que tuve la mala y la buena suerte de estar en Madrid. Si la bala, a la que yo vi como me entraba, viene con más fuerza, me habría matado”.

La que también está muy indignada es su esposa, Paulina Páez. “Un sindicato de policía dijo que solo queríamos que condenaran al agente para conseguir dinero. Eso es mentira. Lo que nos ha pasado me demuestra que la justicia solo es para ricos y poderosos”.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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