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La música en vivo se cuela entre los barrotes de Wad-Ras

El Festival Blues Barcelona lleva uno de sus conciertos a la prisión de mujeres

Alfonso L. Congostrina
El grupo Simews Shocks actúa en la cárcel de mujeres Wad-Ras de Barcelona
El grupo Simews Shocks actúa en la cárcel de mujeres Wad-Ras de BarcelonaCarles Ribas

El comedor de la prisión de mujeres de Wad-Ras, en el barrio barcelonés del Poblenou, está patas arriba. Un grupo de internas han apilado las mesas a un lado y han colocado las sillas en dos pequeños grupos con un pasillo en el medio, justo delante de una tarima. Las reclusas se han enfundado sus mejores galas porque hoy “hay actuación”. La asociación Capibola Blues ha trasladado uno de los conciertos del Festival Blues Barcelona al interior del centro penitenciario. La banda elegida es Simews Shocks.

En la prisión de mujeres de Wad-Ras el tiempo se antoja mucho más lento. Para matar el reloj, las 150 internas trabajan en la cocina, en diferentes talleres y participan en cursos, como el de narrativas digitales o la autoescuela. “Sólo es la teórica porque el coche no nos cabe en el patio”, ironiza una de las reclusas. El deporte también es importante. “Soy la gestora de deporte, hacemos spinning, zumba, bailes…”, apunta Rosa, cuya apariencia atlética ya la delata. Otra compañera le interrumpe entre risas: “Nos machaca”. Con todo, pese al abanico de actividades que se ofrecen en la prisión, alternativas culturales como los conciertos en vivo rompen la monótona rutina y las presas lo agradecen.

La música de los Simews Shocks empieza a apoderarse del centro donde, aparte de 150 presas, viven también nueve niños. Los menores de tres años pueden estar junto a sus madres dentro de la prisión y desde los cuatro meses salen a diario de Wad-Ras y acuden a las guarderías del barrio. Se relacionan constantemente con el exterior y con los familiares que se harán cargo de ellos una vez cumplan los tres años.

El saxofonista de la banda, Willy, se hace con su instrumento y comienza a tocar teatralmente paseando entre el pasillo de sillas ocupadas por reclusas a las que ya tiene en el bolsillo. Las internas aplauden y se dejan llevar por el poder de la música. Carla Sunday, desde la tarima, canta la letra de Chain of Fools y da la sensación de que la mismísima Aretha Franklin se hubiera hecho hueco en el comedor de la cárcel.

La directora de Wad-Ras, Silvia Serra, remarca la importancia de poder atraer al centro iniciativas culturales de calidad. “Las internas están privadas de libertad pero no pueden quedar excluidas de la sociedad”, sostiene.

Simews Shocks no es el primer grupo que visita el centro. En otras ocasiones las presas han podido disfrutar de intérpretes como Sergio Dalma o de grupos de versiones como los populares Hotel Cochambre. Simews Shocks ha conseguido algo especial. Su canciones han hecho levantarse de los asientos a las reclusas que no dudan en darlo todo bailando. Varios funcionarios no pueden frenar sus pies, que empiezan a moverse casi solos y, durante unos segundos, empiezan a bailar todos con todos.

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La reclusa violinista sin instrumento

Gabrielle contesta a todo aquello que se le pregunta de forma pausada, masticando las respuestas. Tímida, pero con la musicalidad de su portugués brasileño materno. Tiene 22 años, cometió el error de su vida y ahora vive lejos de su país y de su familia, encerrada en una celda de la prisión de mujeres Wad-Ras en Barcelona. Antes de equivocarse, cuando vivía en Brasil, estudió ocho años en un conservatorio de música. Unos cursos que la convirtieron en una virtuosa del violín. Lleva meses recluida y ahora es la profesora de música de sus compañeras. “Doy clases con lo que tenemos aquí, unas guitarras y un piano que soy incapaz de afinar y que seguro que hacerlo cuesta mucho dinero”, lamenta.

Pero ese lamento se transforma en dolor cuando se le pregunta por el violín. “No hay ninguno aquí dentro”, informa con los ojos llorosos. “Cuando llevaba 15 días presa vino una violinista a hacer un concierto y me dejó tocar un momento”, recuerda la reclusa. Han pasado varios meses desde entonces y añora la sensación de apoyar el ébano sobre su hombro y acariciar con el arco sus cuerdas. La subdirectora de la cárcel Teresa Pifarré aclara: “Sólo sería posible tener un violín dentro del centro si alguien hiciera una donación”.

Gabrielle pudo ver sólo unos minutos el concierto del grupo de blues. Le esperaba la cocina donde tenía que preparar comida para el resto de sus compañeras internas. Un funcionario asegura que la interna pudo escuchar entre cacerolas toda la actuación de los Simews Shocks. La brasileña sigue soñando con tocar pronto un violín.

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