_
_
_
_
_

Barcelona, libre de la ‘epidemia’ luterana

Una muestra en el saló del Tinell recuerda, con grabados y libros, los 500 años de la batalla de la reforma protestante

Carles Geli
Retrato de Erasmo de Rotterdam censurado en 1554.
Retrato de Erasmo de Rotterdam censurado en 1554.CRAI-UB

La montura que usaban los condenados por la Inquisición en Barcelona en el siglo XVII no se ve excesivamente ajada por el uso. Lo cierto es que de los 821casos que el Tribunal del Santo Oficio de Barcelona juzgó por luteranismo (15% de los 5.425 sumarios de toda su lúgubre trayectoria) sólo 27 (3%) acabaron en ejecución (el último, en 1619) y otros 27 más en lo que se llamaba ejecución en efigie (en ausencia del reo, se ajusticiaba a una imagen que lo representaba). La silla se expone junto al cartel de pergamino que se le colgó en julio de 1612 a Gabriel Monclús, vecino de Maella, un condenado por el tribunal eclesiástico al que su sacrílega fechoría le salió bien de precio: el intento de robo de las flautas del órgano de la iglesia del monasterio de Santa Caterina de Barcelona se saldó con cinco años de escarnio público por la ciudad y la provincia paseando el cartelito y una mitra en la cabeza.

Las piezas son apenas dos de las 260, mayormente grabados y libros de época, que conforman la exposición Imágenes para creer. Católicos y protestantes en Europa y Barcelona (XVI-XVIII), organizada por el Museo de Historia de Barcelona, y que hasta el 14 de enero de 2018 podrá verse en el Saló del Tinell de Barcelona, en el marco de los 500 años de la Reforma protestante, una de las grandes revoluciones intelectuales de los últimos 500 años que, como tal, se conmemora en todo el continente.

“Esto es como aquel que tiene una tienda con una exclusiva y va otro y se le pone al lado a vender también el producto, pero de otra manera; el primero, entonces, puede optar por comercializarlo por la vía competitiva o bien por la prohibitiva; la Iglesia católica tiró por esa segunda y ahí empezó una acción y reacción de ambos bandos que se fue retroalimentando y donde el orden y el progreso no estuvo sólo en un lado u otro”, resume coloquialmente pero de manera diáfana la tesis de la exposición el coordinador de sus comisarios, Antoni Gelonch, de cuya colección particular han salido 156 piezas, algunas tan valiosas e inéditas como grabados de Durero, Rembrandt o Ribera.

La muestra, novedosa en Barcelona porque muestra el eje del protestantismo y su iconografía nunca vista y que se completa con semiarios y conciertos, es simple y poliédrica a la vez: bajo la tesis de cómo los grabados y la eclosión de la imprenta fueron una herramienta propagandística que facilitó la propagación de la Reforma y su contrario, la Contrarreforma, se puede ir profundizando capa a capa hasta encontrar las sutiles (o no tanto) formas de control social y los cambios culturales y sociopolíticos que comportaron, ya fuera en Inglaterra o Alemania o hasta en la propia Barcelona, donde no sólo no triunfó la Reforma sino que fue uno de los grandes núcleos de la Contrarreforma católica.

'La misa de los hipócritas', dibujo anónimo protestante de 1566.
'La misa de los hipócritas', dibujo anónimo protestante de 1566.RA

Las insinuaciones de la necesidad de un cambio en la Iglesia que propusieron antes del conflicto gentes tan moderadas como el cardenal Cisneros y, sobre todo, Erasmo de Rotterdam, no llegaron a ningún sitio. Es más, Erasmo acabó siendo blasfemado por unos y otros, como se ve en la muestra, donde su retrato en libros fue tachado por la censura inquisitorial. Es de las escasas coincidencias entre ambos contendientes ideológicos, porque hasta con la aparición de la imprenta (en la muestra se exhibe el primer libro impreso en Barcelona, de 1480) no se pusieron del todo de acuerdo. “Es un regalo de Dios”, dijo Lutero, pues facilitaba la multiplicación de la Biblia, especialmente la ilustrada: el protestantismo quería y permitía que estuviera al alcance del pueblo; los católicos hicieron lo propio… pero en latín: prohibieron la edición del libro sagrado en lenguas vernáculas porque su difusión, defendían, era magisterio exclusivo de la Iglesia.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En la muestra puede reseguirse con profusión gráfica la evolución impresa de la Biblia, las bases de la Contrarreforma: fundación de nuevas órdenes religiosas, como los Jesuitas; la creación de la Santa Inquisición en 1542; la confección de los índices de libros prohibidos (2.315 en España, siguiendo las instrucciones de Gaspar de Quiroga) y el Concilio de Trento (1545-1563). El duelo gráfico entre uno y otro bando también permite ver estampas en la que se exaltan (católicos) o se rebajan (protestantes) santos y reliquias y cultos marianos… Esa batalla gráfica, por su virulencia y claridad en su mensaje visual, cayó del lado de los Reformistas.

Con una Europa con Francia casi partida por la guerra entre hugonotes y católicos y los Países Bajos con los calvinistas con su dura estrategia iconoclasta contra talleres, pinturas y murales (tampoco Lutero dudó en posicionarse contra los campesinos y en favor de la nobleza, que le había dado su apoyo inicialmente), Barcelona era frontera. El miedo al contagio protestante era total: Felipe II, para no dar pie a dudas potestantes, visitó la ciudad en febrero de 1564. Dio mensajes por doquier: en el portal de Sant Antoni fue recibido por una representación de Santa Eulàlia que le libró las llaves de la ciudad y le dejó claro que Barcelona no sufría epidemia luterana alguna. En la misma plaza del Rei asistió a la obra del Asalto al castillo de los luteranos; en la plaza del Born, unos días después, presenció un acto de fe con la quema de ocho hombres y dos más en esfinge acusados de luteranos.

La Contrarreforma se dejó notar en el control social de una Barcelona que llegó a estar bajo la protección de 16 santos: de los siglos XV al XVIII el número de conventos y monasterios creció un 80% (de 23 a 42, casi todos en el Raval), con lo que ello conllevaba, básicamente la creación de una escuela bajo su égida y el refuerzo de cofradías (por vez primera se exponen los 22 metros del impactante Procesó de la Bona Mort, de Guillem Reig, del XVIII); por exigencia del obispo Dimes, la vigilancia parroquial de los barceloneses empezaba a los 12 años…

Las luces de la Ilustración acabaron fundiendo los efectos de la Contrarreforma; en Europa, mucho antes que en España: la Inquisición (que en Barcelona “arrancó con una fuerte represión inicial que luego ya pudo ceder al imponer el reino del terror que facilitó la autocensura”, mantiene Gelonch) se suprimió entre 1813 y 1834. Pero todo el proceso dejó un poso de malestar popular, un anticlericalismo latente que rebrotaría en la historia de la capital catalana. Y más de una vez.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_