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La música sin fin de Brian Eno

El Arts Santa Mònica dedica una gran exposición al compositor y artista visual dentro del Sónar

José Ángel Montañés
Brian Eno junto a tres de las 'Light Box' que pueden verse en su exposición de Barcelona.
Brian Eno junto a tres de las 'Light Box' que pueden verse en su exposición de Barcelona.Alejandro García (EFE)

Las obras que crea el músico y artista visual Brian Eno (Woodbridge, Inglaterra, 1948) no son solo para verlas, tampoco para escucharlas o para tocarlas, porque las obras que desde hace décadas salen del garaje londinense de este creador y padre del sonido ambient y de grupos como Roxy Music, además de colaborador de David Bowie, U2, Talking Heads y Coldplay, están hechas para sentirlas y vivirlas. Su música y sus imágenes, creadas a base de sintetizadores y de fórmulas matemáticas y de logaritmos, que se repiten sin fin, acaban envolviéndote allá donde se instalen y se proyecten. Lo mismo en el claustro de un antiguo convento como es el Arts Santa Mònica, como el aeropuerto de El Prat en Barcelona.

En el primer lugar puede vivirse la instalación New Space Music, creada por Eno para la muestra Lightforms / Soundforms, la mayor exposición sobre la obra de este autor de música electrónica y experimental que ocupa todo el Arts Santa Mònica y en la que pueden verse también la icónica 77 million paintings, algunas de sus Light boxes y parte de sus libretas en las que se ve cómo crea sus obras. En el segundo es su último álbum, Reflection, publicado a comienzos de año, la pieza que envuelve a los pasajeros de la T1 que esperan recoger sus maletas después de aterrizar en Barcelona. Será un buen preámbulo a todos los que lleguen a esta ciudad para participar en el Sónar, ya que instalación y exposición participan en el festival de músicas avanzadas que se celebra aquí del jueves al sábado próximo.

Un momento de los 77 millones posibles de la obra '77 Million Paintings', de Brian Eno.
Un momento de los 77 millones posibles de la obra '77 Million Paintings', de Brian Eno.

“Nunca pensé que mi música se escucharía en aeropuerto”, explicaba ayer Eno tras recorrer el edificio del final de las Ramblas sumido en la más absoluta oscuridad para conseguir que la luz y la música se perciban de forma óptima. No es verdad, porque en 1978 editó un disco llamado así, Music for Airports, aunque para ser reproducido en la intimidad que da el tocadiscos de casa. Eno vuelve a Barcelona y al Sónar después de que el año pasado diera la conferencia inaugural. “Me trasladaría a vivir a esta ciudad, es maravillosa, pero mis hijos estudian en Londres y allí tengo mi estudio”, bromeaba Eno. La muestra, que no es una retrospectiva “no soy tan viejo para recibir este trato y la mayoría de piezas son nuevas”, rehuye de vitrinas y objetos mitómanos y se centra en espacios en los que el espectador participa de la experiencia.

Efecto terapéutico

Las obras creadas por Brian Eno tienen un valor terapéutico. No es que lo diga él. En el The Montefiore Hospital de Brighton hace ocho años que se abrió una la "Sala silenciosa Montefiore", una habitación de cuatro metros cuadrados en la que se puede oír su música. A ella pueden acceder, en grupos de seis personas, los enfermos de cáncer, sus familias pero también el personal sanitario. "Allí se puede pensar, hacer balance o simplemente relajarse. Funciona muy bien, también para los cirujanos que durante media hora antes de una intervención salen totalmente relajados", explicó Eno. Hoy en día, este método pionero cuenta ya con dos dependencias.

En el enorme claustro puedes sentarte a escuchar y dejarte envolver por la instalación que Eno creó allí mismo, sentado e influido por los arcos y los espacios del antiguo espacio religioso, según explicó el comisario Lluís Nacenta. "He creado la pieza más compleja que jamás he compuesto ya que voy más allá de la música generativa, sino que congelo algunos instantes que se vuelven a repetir creando juegos melódicos”, explicó el compositor.

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Mientras que en el piso superior es posible permanecer “hasta 77 millones de años” viendo cómo de forma lenta y casi imperceptible la imagen proyectada en una pantalla va cambiando de color o forma en otras tantas posibilidades de combinaciones. “Son obras para relajarse, para pararse. Recomiendo a todo el mundo que venga con tiempo, sin ninguna prisa. No es una exposición para recorrer y para ver sino para estar”, sentenció Eno.

Entre medio, en la primera planta, las cajas de luces que también de forma constante pero imperceptible cambian de color. Fue el lugar escogido por Eno para posar ante los fotógrafos. “Son pinturas en movimiento. Siempre que las ves son diferentes”. Suerte que la muestra, que estará abierta hasta el 1 de octubre, es gratis, por lo que sería bueno verla más de una vez.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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