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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Les tiemblan las piernas

Algunos hablan de choque de trenes. No lo habrá. Aquí sólo hay un tren, a toda velocidad, directo hacia el precipicio

Francesc de Carreras
Munté, Junqueras y Puigdemont, en el Parlament.
Munté, Junqueras y Puigdemont, en el Parlament. M. Minocri

O viven en las nubes, o no se han quitado el velo de la ignorancia, o todavía no se atreven a decir a los suyos que les han engañado, que han emprendido una ruta sin mapa, que les han mentido y les siguen mintiendo. Por el momento, aún no les han implorado que perdonen su ineptitud, les digan que deben rectificar el rumbo, desdecirse de lo dicho, abandonar la aventura y replantearlo todo, de nuevo, desde el principio. Aún no estamos en este punto, pero todo llegará.

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En esta difícil situación se encuentran los independentistas catalanes, este Gobierno dirigido por Puigdemont y Junqueras que, según parece, un día de esta semana fijará la pregunta del fantasmal referéndum y la fecha en que, según ellos, va a celebrarse. Lo anunciarán de forma solemne, con toda la pompa y circunstancia a la que nos tienen acostumbrados para dar sensación de poder. Pero será una farsa, otra más, y lo saben. Aunque siguen adelante.

La fatiga cunde, el desánimo también, la sensación de perder el tiempo se generaliza. Además, están surgiendo todas las dificultades que debían haberse previsto si todo este proceso no hubiera sido tan improvisado, tan sense ideia i sense plan, como decía Jaume Vallcorba repitiendo una vieja expresión del atrabiliario Pompeu Gener. Durante estos últimos días vamos de sorpresa en sorpresa.

Por ejemplo, la exvicepresidenta Joana Ortega, inhabilitada por el Tribunal Superior de Justicia catalán por sus responsabilidades en la consulta del 9-N y que ha recurrido al Supremo, anda inquieta para que éste dicte una sentencia rápida, aunque no le favorezca, y así le dé tiempo a presentarse como candidata de su partido —creo que el PDeCAT, pero ya no me aclaro— a la alcaldía de Barcelona. Vamos a ver, ¿en qué quedamos?

Si Joana Ortega tuviera confianza en que esto de la independencia será rápido y fácil, tal como dicen los suyos, su sentencia no le preocuparía lo más mínimo porque para las nuevas elecciones a la alcaldía de Barcelona, en 2019, la flamante desconexión ya sería cosa pasada y Cataluña sería, finalmente, un pueblo libre que, en reconocimiento a sus sacrificios por la patria, la hubiera amnistiado. Pero no: tanta confianza tiene Ortega en lo que dicen los suyos, que está nerviosa por si no le da tiempo para estar en condiciones de cumplir con la legalidad española, la de ahora, la que aplican los jueces en sus sentencias, y que sospecha aún durará un cierto tiempo. Total: desconfianza en el procés, confianza en su fracaso.

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Tampoco los funcionarios de la Generalitat confían en la seriedad de Puigdemont y los suyos. Esta pasada semana se ha sabido que una gran mayoría no acepta formar parte de las mesas de contratación pública por si se ven forzados a cometer algún acto ilegal y arriesgarse a ser inhabilitados. El miedo corre desde hace tiempo por los pasillos de la Generalitat. Lluís Llach, con su advertencia, prestó un gran servicio al Estado de derecho. La sentencia que inhabilitó a Mas, Ortega y Rigau ha surtido el efecto esperado, los funcionarios saben que es lo que se juegan y la ley se respeta sin rechistar.

Pero Puigdemont y los suyos son inasequibles al desaliento: consultan a la Comisión de Venecia. Ésta les responde que un referéndum sólo tendrá validez si respeta la Constitución y las leyes. No hacía falta consulta alguna, esta evidencia la ha repetido esta Comisión en muchas otras ocasiones. Nos lo explicaba con detalle en estas páginas el profesor Josep Maria Castellà, catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona y miembro de la Comisión de Venecia, hace unas semanas. Pues bien, el inefable Puigdemont respondía que la Comisión daba la razón a la Generalitat y era una advertencia al Estado. Con toda la jeta. Engañan y mienten, son incontenibles.

Puigdemont ya demostró su ignorancia sobre lo que era un Estado de derecho cuando desafió a Rajoy a emplear la fuerza para impedir el referéndum. “¿Se atreverá, señor Rajoy?”. El derecho, señor Puigdemont, es la fuerza legitimada por la democracia. Eso se explica en la primera clase del primer curso de Derecho. Un presidente de la Generalitat debería saberlo.

Algunos hablan de choque de trenes. No lo habrá. Aquí sólo hay un tren, a toda velocidad, directo hacia el precipicio. Lo saben: ya les tiemblan las piernas.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional

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