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Palacio Moxó, vaciado y vendido

El último edificio barroco de Barcelona habitado por la familia que lo construyó en el siglo XVIII cambia de manos y su mobiliario original se traslada a Sevilla

José Ángel Montañés
Fachada del edificio barroco Palacio Moxó, situado en la plaza de Sant Just i Pastor de Barcelona.
Fachada del edificio barroco Palacio Moxó, situado en la plaza de Sant Just i Pastor de Barcelona.Joan Sánchez

En internet todavía se anuncia como el único palacio barroco de Barcelona habitado por la familia y linaje que lo mandó construir en 1770, a finales del siglo XVIII, y que, además, conserva todo el mobiliario y los interiores originales. Pero una cosa y la otra han cambiado radicalmente en los últimos meses. Los propietarios, la familia Moxó, marqueses de San Mori, ha vendido esta enorme casona, situada en pleno Barrio Gótico, en la plaza de Sant Just, frente a la basílica del mismo nombre, y se han llevado los muebles a Sevilla, donde reside uno de los Moxó que había vivido durante muchos años en este edificio que construyó el maestro de obras Francesc Mestres, de cuatro pisos: planta baja, planta noble, segundo piso y buhardilla, de 700 metros cuadrados cada una.

El palacio, protegido como Bien Cultural de Interés Local (BCIL) por el Ayuntamiento desde el año 2000, había vivido una enorme actividad en los últimos años. Inés Moxó propietaria del edificio junto a su hermano Francisco de Asís Moxó, III marqués de San Mori hasta su fallecimiento en marzo de 2016, se había empeñado en que así fuera. Entre 2011 y 2015 era accesible para todo aquel que se apuntara a las visitas organizadas que realizaba Casas Singulares, una empresa que abre al público algunas de las viviendas privadas más destacadas de la ciudad. Además, la privilegiada situación del palacio y su aspecto regio le había servicio para posicionarse como un lugar deseado para acoger eventos de todo tipo; desde bodas hasta celebraciones y presentaciones que ocupaban la planta baja y los lujosos salones del piso noble.

El techo del salón San Mori, la estancia principal del edificio de 80 metros cuadrados.
El techo del salón San Mori, la estancia principal del edificio de 80 metros cuadrados.

“Ya no está abierto al público porque se ha vendido”, explica Inés Moxó desde Sevilla que confirma que los muebles, alfombras, lámparas, cuadros y demás mobiliario están con ella en la capital hispalense, en concreto en un hangar de la ciudad. “El interior está vacío. Las fincas se venden vacías, si no se compran los muebles”, prosigue la aristócrata. Ella misma explica que la ley obliga, cuando se vende un edificio protegido, a ofrecerlo al ayuntamiento para que ejerza el derecho de preferencia. “Se ofreció pero no han contestado y se ha vendido sin más”, asegura.

Desde el Ayuntamiento lo confirman. El edificio se ofreció tal y como obliga su inclusión en el catálogo del Patrimonio Histórico Artístico y Monumental, como BCIL, con nivel de catalogación B. Pero no una, sino en dos ocasiones: en diciembre de 2015 a cambio de pagar los 7.150.000 euros que ofrecía el comprador. “Comunicada esta posibilidad de adquisición al distrito declinó en abril de 2016 ejercer el derecho de compra preferente que le da el hecho por exceder las posibilidades económicas del distrito y desconocer su estado interior de conservación”, aseguran fuentes municipales.

El salón Montcortés con el escritorio librería (a la izquierda) originario del edificio.
El salón Montcortés con el escritorio librería (a la izquierda) originario del edificio.
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Pero, al parecer, el enorme edificio no acabó vendiéndose, porque el 30 de enero de 2017 se volvió a ofrecer al consistorio, esta vez, por 7.325.000 euros, cantidad que se supone han pagado por el edificio barroco. “No sé quién es el comprador y la utilidad que dará al inmueble. Me gustaría saberlo. En todo caso, como está protegido, no harán ninguna tontería”, prosigue Moxó que asegura que el palacio “necesita una reforma y nosotros no podíamos con ella. Si lo arreglan, estupendo. Tenía buen aspecto aparentemente, pero aquí nadie sube a los tejados que es lo principal y las administraciones te exigen mucho, pero no quieren colaborar y estas casas se acaban cayendo”, remacha.

‘Arriba y abajo’ a la barcelonesa

Las visitas que realizaba Casa Singulares al Palacio Moxó entre 2011 y 2015 permitía revivir, mejor que en ningún otro lugar de Barcelona, el ambiente de señores y sirvientes que reflejaba la popular serie británica Arriba y Abajo.Desde la planta baja en la que estaban instaladas la zona de servicios, las cocinas, las calderas y las caballerizas hasta la zona de la buhardilla en la que dormía el servicio en pequeños habitáculos en los que parecía que se había detenido el tiempo.

Entre medio, se visitaba el piso noble destinado más que a vivienda de los señores, a los actos sociales. Tras entrar, lo primero que llamaba la atención eran dos retablos y un escritorio del siglo XVI. De ahí se pasaba a una estancia en la que todo el mundo tenía que esperar a ser recibidos por los señores en la que destacan, además del mobiliario neoclásico, varios retratos como el de Francisca Güell, hija de Eusebi Güell, casada con Francisco Moxó y que pintó Aleix Clapés. En otro, se veía a Josefa Alonso-Martínez viuda del segundo marqués, Antonio Moxó y padres de Inés Moxó, la última inquilina del palacio. Junto a esta estancia, el salón San Mori, de 80 metros cuadrados, la principal del edificio en la que destacan las pinturas del techo de 1815 atribuidas al círculo de los Planella y un piano de cola Erard, comprado por Francisca Güell por recomendación de Arthur Rubinstein, además una decena de lámparas de cristal de Bacarrat, el mejor.

De aquí se pasaba a la Sala Montcortés con pinturas murales del siglo XIX además de un escritorio vitrina del XVIII. La visita continuaba por la capilla, el comedor y la biblioteca en la que podían verse cientos de libros religiosos y de arte, algún Quijote e incunables.

Desde el Ayuntamiento también confirman que nadie ha pedido, por ahora, licencia alguna para hacer obras. La última se pidió en 2006 para reparar la fachada que conserva desde que fue construida en 1770, como el resto del edificio, unos bellos esgrafiados con motivos florales de guirnaldas y jarros.

Según la ficha del palacio del Catálogo del Patrimonio de Barcelona, los propietarios del inmueble están obligados a mantener la fachada exterior y ante cualquier intervención “realizar una memoria histórica que justifique y documente las partes originales, defina las modificaciones posteriores y su integración en la propuesta solicitada”. También se especifica que están obligados al “mantenimiento de los elementos ornamentales y mobiliario originales”, por lo que estará por ver si la familia Moxó se ha saltado la ley municipal y se le puede pedir algún tipo de responsabilidad por llevarse los muebles a Sevilla.

“La venta es una mala noticia”, se lamenta la historiadora del arte Anna Vallugera del grupo de investigación Arquitectura y Ciudad. Programas Artísticos en Barcelona 1714-1808 (ACPA) de la Universidad de Barcelona que dirige la profesora Rosa Maria Subirana. La investigadora (que supo de la venta del palacio por este diario) prepara una ponencia para noviembre centrada en el palacio que presentará en Palermo, a partir de la documentación de la familia depositada desde hace años en el Arxiu Nacional de Cataluña.

“Antes, si llamabas a sus dueños podías verlo, ahora será más complicado y todo se convertirá en más opaco". No se sabe el destino último, pero estará cerca al de otros edificios de la época que han acabado convertidos en hoteles, sede corporativas o en tiendas de ropa como el Palacio Castells de Pons, en la plaza Cucurulla, o la vivienda de Erasme de Gònima en la calle del Carme. “Mientras los arreglan no saben muy bien que están haciendo. Luego si se cambian las estructuras, pagan las multas, pero ya se ha perdido para siempre. Ahora dependerá de lo que se quiera hacer y si se está dispuesto a cumplir la ley del patrimonio”, destaca la investigadora.

El salón comedor del Palacio Moxó.
El salón comedor del Palacio Moxó.

“Lo peor es que no es un caso aislado, pasa continuamente. Siempre se ha dicho que en Barcelona no había barroco, pero no es cierto. Es distinto, no es tan vistoso, como el francés o el italiano, pero es nuestro barroco. Por otro lado, en nuestra ciudad en 20 o 30 años se construyen más de 30 palacios, por lo que es una época de cambio y un fenómeno que hay que estudiar. Pero es difícil porque no se le da valor y nos cuesta acceder a ellos y a veces llegamos tarde. Esperemos que ahora no pase”, remacha.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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