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TENDENCIAS

Seducción ‘agro’

La Casa Encendida acoge las jornadas ‘Humus Revolution’

El chef que impartirá el taller de cocina colectiva en La Casa Encendida.
El chef que impartirá el taller de cocina colectiva en La Casa Encendida.EP

La moda de lo ecológico y la tendencia a volver a los básicos han abierto la veda a lo agro. Irse a vivir al campo ha pasado de ser algo minoritario a una opción de vida, facilitada por el teletrabajo y las distancias, asequibles entre Madrid y la sierra norte. Esa radiografía del momento actual es la apuesta de La Casa Encendida, que desde el viernes al domingo acoge la segunda edición de Humus Revolution, unas jornadas de cine, arte, deporte y cocina para todos los públicos alrededor del fenómeno de la sostenibilidad. “En Madrid somos agrourbanitas”, explica el director del festival, Alberto Peralta, “nos gusta la ciudad, pero queremos introducir aquí el campo, porque cada vez hay más distancia entre una cosa y la otra”.

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Los huertos urbanos, que de hecho son la temática del festival de cortos que se proyectan desde (hoy; a partir de las 19.00), dan la pista. “Empezó en los barrios y ahora hay casi cien”, apunta Peralta. Mar Casinello, de 33 años, es bióloga y una de esas personas que vivió en su barrio este tipo de movimientos. Desde hace casi tres años reside cerca del campo. “Compramos todo local”, explica, “nos vinimos porque esta filosofía de vida encaja más con nosotros. También por la idea de criar a los hijos en un ambiente más sano”. La sierra de Madrid, especialmente la zona que rodea a La Pedriza, se ha llenado de familias jóvenes en los últimos años. “En Madrid todo cuesta tanto que tienes que trabajar muchas más horas”, apunta Casinello. “Es absurdo: pierdes tiempo vital para ganar un dinero que no podrás disfrutar”.

Norberto Zurita, de 45 años, se mudó a Manzanares el Real (8.182 habitantes) en 2009. Desde entonces ha tenido dos hijos, ha bajado su ritmo de vida y ha visto llegar a muchos madrileños. Algunos incluso bajan a la urbe a trabajar “asumiendo que cogerán atasco y a pesar del mal estado del transporte público”. Este informático ha conseguido compatibilizar su vida y su trabajo, que hace a distancia. “Vivo en un adosado a seis kilómetros del despacho donde trabajo”, relata. “A pesar de ello, seguimos siendo muy urbanitas, eso nos distingue de la gente de toda la vida. De hecho, hay como dos sociedades: aunque lleves veinte años aquí siempre serás ‘el de fuera’”. Para él, la clave de su cambio fue la “tranquilidad frente a la hostilidad de la urbe”.

Aunque la crisis arrancó un boom de la huida al campo, la tendencia no es nueva. Así lo explica la doctora en ecología Elisa Oteros Rozas, residente también en Manzanares, y que lleva años investigando la huida de los madrileños al campo: “Se hace desde los noventa y las motivaciones son variadas”. La crisis, el espíritu del 15M, el despertar hacia una crianza natural, motivos de salud contra la contaminación o consumo más responsable, son algunos de los motivos que apunta Oteros.

Precisamente, en la Casa Encendida el viernes a las 12.00, tiene lugar un taller de cocina colectiva, donde un chef enseñará a hacer recetas y además hablará de consumo responsable. “Este taller, junto a los recorridos corriendo o en bicicleta por los huertos urbanos de la ciudad son una herramienta muy potente para crear ciudades más amables”, apunta Alberto Peralta.

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Raquel Poblete es una de esas personas que huyó de la ciudad en esa primera oleada. Tiene 51 años y aterrizó en Montejo de la Sierra con 35. “Nací en Embajadores”, dice Poblete, que ahora se dedica a impartir talleres de yoga por la zona. “El invierno en Madrid me daba tristeza, agobio, era gris… Cuando me mudé me di cuenta de lo humano que era todo. Haces vida familiar, con tus vecinos...vives como en una tribu; más como se vivía antes”. Mar Casinello es de la misma opinión. “Llevaba 21 años viviendo en el mismo bloque y no conocía a mis vecinos. Aquí llevo un mes en la casa nueva y ya les conozco a todos”.

Ese sentido de comunidad, además, ayuda a formar cooperativas de distinta índole. Cuenta Elisa Oteros que entre los perfiles de los nuevos emigrados están los agrónomos, los ganaderos y los agricultores “que no quieren perder el saber popular de la gente anciana que está muriendo y quieren abrir sus proyectos ayudados por todos ellos antes de que no estén”. Además, explica, las oleadas de migración tienen también mucho de salud y de cultura. “Mucha gente quiere desconectar pero también inspirarse para escribir, para pintar, para crear”.

En esa línea creativa estrena su segunda edición Humus. “Nos interesa, que la gente se exprese, que compartan esta filosofía de volver a los básicos, de compartir”, dicen desde la organización. De ahí, que todo gire alrededor de un espacio como el huerto. “Cuando la gente para, se da cuenta de que echa de menos el campo y acude al huerto urbano”, explica Peralta, “y de allí sales, muchas veces cambiado. Te cambia”.

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