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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las finanzas y los poetas

Cuando Aribau escribió ‘Oda a la patria’, el empuje de la nueva Barcelona y la presencia de Cataluña en la vida financiera de Madrid alcanzaban sus mejores oportunidades

La figura de Aribau tiene un atractivo que va mucho más allá de su célebre oda porque en realidad representa la capacidad de poder que Cataluña conseguía tener en Madrid. Por lo general, influir en Madrid ha sido provechoso para la sociedad catalana, una evidencia que hoy se tiende a dejar de lado. Hombre de confianza del banquero catalán Gaspar Remisa, Aribau no hubiese podido imaginar que su poema, pieza de ocasión, “Oda a la patria” —aunque su título real es “Oda a D. Gaspar de Remisa”—, marcaría el inicio simbólico de la Renaixença. Aribau escribe el poema como una felicitación a Remisa por su onomástica. Dice en una carta: “Para el día de S. Gaspar presentamos al Gefe algunas composiciones en varias lenguas: A mí me ha tocado el catalán y he forjado estos informes alejandrinos que te incluyo para que los revises, taches y enmiendes lo que juzgares pues yo en mi vida las vi más gordas”.

En Barcelona, la publicación del poema en las páginas de El vapor genera una receptividad inédita. Algo comienza aunque Aribau ni se diera cuenta ni se adhiriera a la épica del catalanismo más temprano. Menéndez y Pelayo dice que Aribau “fue gran poeta catalán una sola vez en su vida, por ocasión fortuita, sin plan ni propósito de restauración sistemática”. Es Más: hubo críticos que le consideraron “el primer prosista castellano de sus días”. De nuevo, el azar y la necesidad.

A partir del patrimonio familiar, Remisa se convierte en el gran contratista de Barcelona y, al instalarse en un Madrid todavía pueblerino, su influencia es crucial hasta el punto de que, próximo a los entresijos más directos de la Corte, obtiene información reservada que le será muy útil para sus negocios. En Madrid funda el periódico El Constitucional que Aribau dirige. Pulsar aquel contexto social detecta un alto grado de clientelismo que en parte no ha cesado. Aribau se quejaba de la procesión continua de pretendientes que le acosaban en su oficina.

A la sombra de Remisa, Aribau llega a dirigir el Tesoro Público y la Casa de Moneda, con la idea de centralizar “toda la acción recaudadora y distributiva”. Publica la impagable Biblioteca de Autores Españoles. Remisa es un hombre de muchas caras, según los intereses y las conveniencias económicas, a pesar de sus proclamaciones de integridad. El moderantismo político no era incompatible con márgenes imprecisos de ética pública. Al morir, Aribau estaba a su lado. Pronunció su oración fúnebre.

Eso era en aquel Madrid entre dos siglos, entre bucaneros y tiburones, en un Estado que había pasado por la invasión francesa. A siete jornadas en diligencia, en Barcelona van cayendo las murallas, nacen los nuevos teatros y los lujos miméticos, discuten proteccionistas y librecambistas. Reaparece ahora la compilación de José María Ramón de San Pedro, Banqueros románticos catalanes, rigurosamente editado por Enrique Faes.

Son las figuras de banqueros y hombres de finanzas como Xifré, Remisa, Safont y Arús, grandes fortunas que se originan en la plana de Vic, en la Llotja de Barcelona, en los puertos de las Antillas y en los nuevos mercados. Esos próceres compiten, se alían, pactan y se traicionan. El empuje de la nueva Barcelona y la presencia de Cataluña en la vida financiera de Madrid alcanzaban una de sus mejores oportunidades. Fueron los catalanes más ricos de la primera mitad isabelina.

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Safont, de Vic, llevó la especulación a sus límites más penumbrosos. El indiano archimillonario Xifré, a su modo precursor de las finanzas globales, hace compatible sostener a los capuchinos de Sarrià, pagar de su bolsillo la extinción de incendios, haber sido propietario de esclavos en Cuba e influyente potentado en Nueva York, ser amigo del frenólogo Marià Cubí, ayudar al culto católico y tener complicidades masónicas, como muestran las alegorías en lo alto de su gran aportación arquitectónica, los porches de Xifré, frente a la Llotja, una espléndida aventura inmobiliaria. La ciudad alborota y se divierte, se encrespa en conflictos, crece y vive sucesivas bullangas pero la banca y las finanzas sobreviven siempre.

La lectura de más éxito era Barcelona y sus misterios. La ciudad, un poco a tientas, va afirmando su trademark de futuro. No falta el enigma: por ejemplo, la conexión de Xifré con una secta internacional, “La cuarta dimensión”, partidaria de unificar las religiones monoteístas del mundo. Quién sabe si eso eran finanzas o poesía.

Valentí Puig es escritor.

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