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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Seamos serios!

Madrid nos roba hasta el ridículo. Ha llegado el momento que alguien pida a fiscales, cuerpos policiales y periodistas de añadidura que se comporten

La fiscal jefe de Barcelona, Ana María Magaldi, sale del TSJC.
La fiscal jefe de Barcelona, Ana María Magaldi, sale del TSJC.M.MINOCRI

El unionismo nos está malacostumbrando a tanto ridículo y no puede ser, que después, si rectifica, lo vamos a echar en falta. El independentismo es tan poca cosa que puede resistir sus formas grotescas y sus incompetencias, pero de un señor Estado, con sus medios, sus policías, sus instituciones y empresas, esperábamos otra cosa. Los independentistas también pagamos impuestos y tenemos todo el derecho del mundo a ser maltratados de forma correcta. Lo de estos últimos días es tan cutre y tan penoso que no se puede aguantar.

Ha llegado el momento que alguien pida a fiscales, cuerpos policiales y periodistas de añadidura que se comporten, que esto es un frenesí. Que tengamos que ser los independentistas quienes les avisen es algo que pensaba que no vería. He llegado a pensar que esa estrategia de crear la imagen de una Cataluña violenta es un intento desesperado para que nos dé pena un Estado tan chapucero.

He asistido a todas las manifestaciones independentistas. Para alguien que no ha ido a esplais, las performances de colorines siempre dan cosa, la verdad. Y las camisetas han sido lo de menos, que si empates de la CUP, que si aguantar las fotos de Puigdemont con guitarra y Rahola… Pero miren, al final, todo eso no es nada comparado con cualquier ley Wert o con el desastre de Rodalies. Hay una escala que conviene no olvidar, sobre todo, cuando no se tiene un poder efectivo. Cuando no se manda, se llegan a perdonar incluso las batucadas. Cuando se manda, el ridículo es imperdonable, y eso es lo que está haciendo el unionismo día sí día también.

Han sido semanas muy especiales. Recordaremos la bajada de escalinata, cigarrillo en mano, de la fiscal Magaldi en medio de un clima de terror y, por supuesto, la rueda de prensa posterior. Cómo olvidar las declaraciones sobre el fascismo en Cataluña del inigualable Josep Piqué, el mismo que casi se rompe el espinazo haciendo reverencias a George Bush. Mientras la caverna decía que el clima de violencia que se vive en Cataluña es mucho peor que el del País Vasco en tiempos de ETA… Todo ello, aderezado con el coro mediático habitual, repitiendo una y otra vez todos los tópicos a los que nos vienen acostumbrando desde el principio de los tiempos: la tensión, las familias rotas, la persecución cultural de los intelectuales exiliados en Madrid y lo último, negociaciones ocultas, Junqueras planeando traiciones, que detengan a Mas y dos huevos duros…

Oigan, que los chapuceros éramos nosotros, los que pintamos cartulinas de colores mientras pagamos las multas a Òmnium y a la ANC, como en los mejores tiempos del régimen. Ése era nuestro papel, salir a la calle y que las portadas se mofaran de nosotros, pero es que Madrid nos roba hasta el ridículo. Son insaciables, mira que hay de qué reírse, que si los partidos independentistas andan hechos unos zorros, que si no hay manera de articular una acción conjunta, que si… Y miren que esas risas cuentan con el visto bueno de la izquierda revolucionaria catalana, que ahí están los Comuns a verlas venir, que ni un dedo han movido con todas las acusaciones de violencia, ellos, tan a favor de los bantúes, tan entretenidos con sus estatuas de Franco, sus carritos de la compra y sus superillas.

Pues ni así. Y sucede que nos enteramos de las últimas noticias del caso de las escuchas de La Camarga y vuelven a salir la cutrez absoluta de Sánchez Camacho, la colaboración necesaria de Jorge Moragas y no sé qué lucha —disculpen, me pierdo— entre facciones de la policía. Recapaciten, que no todo va a ser reír, que esto es grave. Si es que no se lo podemos poner más fácil. Si el fiscal anticorrupción era de los suyos y se tomaba cafés con leche con periodistas que eran verdaderos martillos de la anticorrupción convergente.

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Es que nos están consintiendo y empiezo a pensar que es una estrategia calculada para que nos quedemos en España. Porque… ¿quién va a querer perderse esta charanga? ¿Quién en su sano juicio querría abandonar un lugar como éste? En serio, ya: si después de tantos años de movilizaciones pacíficas todo lo que tiene que ofrecer el Estado es lo que hemos visto hasta la fecha, este país está mucho peor de lo que creemos. Qué más quisieran que el catalán fuese el principal problema que arrastra España. Lo malo es que no se van a solucionar, ni con Cataluña, ni sin ella.

Francesc Serés es escritor.

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