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De paseo por la batalla del Jarama

El 6 de febrero se cumplen 80 años del inicio de una batalla clave en la Guerra Civil. Unas rutas reivindican sus vestigios, olvidados durante décadas

Goyo Salcedo, vecino de Morata de Tajuña y creador del Museo de la Batalla del Jarama, posando con los objetos obtenidos en sus excavaciones y trincheras de la zona.
Goyo Salcedo, vecino de Morata de Tajuña y creador del Museo de la Batalla del Jarama, posando con los objetos obtenidos en sus excavaciones y trincheras de la zona.Kike Para

Hay lugares que quedan suspendidos en el tiempo para siempre. El Valle del Jarama, al sureste de Madrid, es uno de ellos. Durante 19 días, del 6 al 25 de febrero de 1937, fue escenario de uno de los episodios clave de la Guerra Civil. En sus colinas, todavía horadadas por centenares de metros de galerías subterráneas y trincheras, se dejaron la vida 20.000 combatientes. Durante décadas, la maleza las ocultó.

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En el cerro de Casas Altas, 80 años después de una batalla que frenó momentáneamente el avance de las fuerzas fascistas hacia la capital, cae una intermitente lluvia. A pocos pasos del monumento a la solidaridad de Martín Chirino, un equipo excava en la cara posterior de la loma. Desde ella se contempla la inmensidad de una comarca que cambió el curso de la guerra y que, aún hoy, guarda multitud de secretos. Cuatro Ayuntamientos (Arganda, Rivas, Morata y San Martín de la Vega) tienen la firme intención de desvelarlos y crear en sus parajes un parque histórico de la batalla. Mientras se constituye (debe catalogarlo así el gobierno regional), ofrecen seis rutas y diez puntos de interés para visitar los lugares que marcaron la contienda. La mayoría de caminos no están señalizados, por lo que los Consistorios aconsejan al visitante llamar para informarse. Hay asociaciones que se ofrecen a guiarles; hasta ahora, la única forma de encontrar su ubicación son unas coordenadas UTM.

Los problemas no acaban aquí porque, como subraya Irenio Vara, concejal de Turismo en Arganda, partes de estas rutas se encuentran en fincas privadas: “Estamos esperando a que la Comunidad declare estos puntos Bien de Interés Cultural, como marca la ley regional de Patrimonio Histórico aprobada en 2013”. “De esa forma”, asegura, “la comarca del Jarama se convertiría en un filón ahora que “está proliferando el turismo bélico”.

Mapa de la batalla del Jarama y los puntos de interés visitables
Mapa de la batalla del Jarama y los puntos de interés visitables

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“El parque histórico no existe legalmente, exigimos que sea reconocido”, explica José Manuel Castro, que coordina los trabajos en Rivas. En 2007, el PSOE ya llevó a la Asamblea de Madrid la propuesta de declarar la zona como parque histórico, pero la proposición fue rechazada por el PP, entonces con mayoría absoluta en la cámara. En enero del año pasado, los Ayuntamientos volvieron a exigir la protección de los restos, lo que permitiría desarrollar acciones de mantenimiento y puesta en valor de los restos. “No es solo un recurso turístico”, opina Castro, “es también un trabajo pedagógico sobre la historia de España”. Fue precisamente el municipio de Rivas, en 2007, quien, mediante un convenio de colaboración con Gefrema, llevó a cabo el primer inventario de restos en su término municipal. Hoy disponen de él todos los municipios. Una de las seis rutas que se promociona, Los Migueles, escarbada en una tierra fértil y sinuosa, pertenece a Rivas, aunque podrían sumarse otros recorridos.

En muchos de ellos, el visitante podrá encontrarse con campesinos recogiendo aceitunas. Le ha sucedido a Vicente Frutos, de Arganda, que ha aprovechado su día libre para visitar los vestigios: “Es la segunda vez que vengo. Es fundamental homenajear a quienes dieron su vida por la democracia”. La de Los Migueles fue una posición de la defensa republicana recuperada en 2006 por trabajos internacionales. La conoce bien Faustino Díaz, que tenía seis años cuando tuvo que abandonar su hogar ante la proximidad de la metralla: “No sentí miedo porque entonces no tenía conciencia. Sí veía muy afligida a mi madre. Huimos con lo puesto y con unos colchones que se mojaron con la lluvia. Creímos que aquello duraría poco y que pronto volveríamos a nuestras casas”. Tuvieron que pasar varios años para que Faustino regresara a El Porcal, la finca donde vivía, en Rivas del Jarama, localidad próxima a Vaciamadrid. Ambas quedaron reducidas a ceniza y fueron levantadas, ya como una sola, en 1954 por la Dirección General de Regiones Devastadas.

El franquismo no se preocupó, sin embargo, de recuperar las fortificaciones que habían servido en la Batalla del Jarama. La llegada de la democracia tampoco cambió las cosas. Solo a principios de este siglo algunas asociaciones se interesaron por rescatarlas, muchas de ellas animadas por la Ley de Memoria Histórica, aprobada en 2007 y con la que el Gobierno de Zapatero (PSOE) quiso reparar a las víctimas.

Goyo Salcedo, vecino de Morata de Tajuña, en una trinchera de la zona.
Goyo Salcedo, vecino de Morata de Tajuña, en una trinchera de la zona.Kike Para

Un museo en Morata

“Hay que realizar un proyecto integral de excavación, conservación, restauración y mantenimiento, porque es absurdo que excaves y que luego no lo cuides”, sostiene Beatriz Roldán, arqueóloga al frente de las tareas en el cerro de Casas Altas, en Morata. Ella y su equipo recuperan una trinchera de evacuación. Después de la batalla, ambos bandos se mantuvieron en el frente y eso dio lugar a la proliferación de reductos defensivos en la zona. Roldán no cree que las fortificaciones hayan pasado inadvertidas durante tantos años. “No hemos descubierto las entradas de las galerías, ya estaban desenterradas. En el interior, durante la postguerra y hasta no hace tanto, se cultivaban champiñones por las buenas condiciones de temperatura”.

Goyo Salcedo, de 72 años, saca una linterna de su bolsa. No baja al túnel, pero relata las historias de este lugar, que conoce a la perfección. Cuando tenía apenas cinco años recogía trozos de metal, balines, espoletas y todo lo que encontraba. “Lo vendíamos y eso mitigaba el hambre. Lo hacían muchas familias. Recuerdo que mi padre decía que un kilo de balas equivalía a uno de pan”. Con el tiempo, pensó que los materiales que encontraba a su paso podían servir para algo, y comenzó a guardarlos en casa. Se le quedó pequeña. Habló con Pilar, propietaria del Mesón El Cid de Morata, para que le hiciera hueco en su museo etnográfico. Ahora, los vestigios de la batalla del Jarama se han apoderado de la sala, de 400 metros cuadrados, y miles de personas la visitan desde que la abrió, en 2004.

Como la iniciativa es privada, los horarios son reducidos (fines de semana, festivos o con cita previa). El día 11 acuden 150 ingleses y el 17 más de 400 descendientes de brigadistas internacionales, soldados de los dos bandos y de 54 nacionalidades que convirtieron la contienda en una guerra internacional. Ahora, estas rutas les darán la oportunidad de volver sobre una batalla decisiva. Su particular retorno al Jarama.

La contienda en Fitur

Las rutas de la Batalla del Jarama fueron presentadas a finales de enero en Fitur, donde llegó a contar con stand propio. Por los pasillos del pabellón nueve de Ifema varios milicianos paseaban, fusil en mano, para recrear uno de los episodios clave de la guerra. Muchos de los materiales que se exponían habían sido cedidos para la ocasión por el Museo de la batalla del Jarama que, durante años, Goyo Salcedo ha levantado en Morata de forma altruista con piezas encontradas, cesiones y adquisiciones. Muchas compras, reconoce, han sido financiadas por los descendientes de los brigadistas internacionales porque nunca tuvo ayuda institucional. "Incluso me tomaban por loco. Afortunadamente, ahora se dan cuenta del potencial económico y cultural del museo y de la batalla". Durante los próximos días, los Ayuntamientos y las asociaciones de la zona organizan paseos, jornadas y recreaciones bélicas con motivo de la efeméride.

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