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El camino más corto hacia el Oscar

Los directores de ‘Timecode’ y ‘Graffiti’, preseleccionadas para las estatuillas, piden más visibilidad para su género en televisión

Blanca Cia
Los directores de cine Lluís Quilez, a la izquierda, y Juanjo Giménez en la plaza de Sant Felip Neri de Barcelona.
Los directores de cine Lluís Quilez, a la izquierda, y Juanjo Giménez en la plaza de Sant Felip Neri de Barcelona.joan sánchez

Dos historias de amor de dos cineastas españoles, Juanjo Giménez y Lluis Quílez, las dos con el componente de cómo se establece la comunicación entre los protagonistas, fueron preseleccionadas por los miembros de la Academia de los Oscar. El próximo martes se sabrá si están entre las cinco nominadas en la categoría de cortometrajes. Timecode, de Giménez, y Graffiti, de Quílez, tienen algunos puntos en común: las dos son apuestas arriesgadas y las firman dos cineastas con una dilatada carrera cinematográfica con múltiples premios y reconocimientos. El de más peso y más reciente, la Palma de Oro al mejor corto en el Festival de Cannes de Timecode, una distinción que, hasta ahora, solo ha tenido otro cineasta español, Luis Buñuel, con Viridiana. Graffiti ha cosechado 40 premios, abrió el Festival de Sitges y ganó el Melies de Plata.

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Los dos directores están de acuerdo en que el haber quedado preseleccionados entre los 10 últimos —la shortlist— está dando una visibilidad a la producción de los cortos que suele brillar por su ausencia. “Es casi un milagro”, ironiza Quílez. Para Giménez es lamentable que las televisiones públicas no apuesten por el formato del corto y den más cancha a sus creadores. “Al fin y al cabo son más acordes con los tiempos que corren de series de televisión que cada vez son más cortas”, remacha el autor de Graffiti. De momento, son las plataformas on line, como Movistar +, las que suelen dar espacio al formato pequeño del cine.

Los dos, defensores a capa y espada del género del corto por sí mismo, tienen un largo recorrido. Quílez, profesor de dirección y montaje de la ESCAC y del ECIB, es autor de otros cortos que han cosechado premios, como Avatar, El Siguiente y Yanindara y de un largo, Out of the Dark. Giménez tiene una dilatada carrera como productor, guionista y ha dirigido tres largometrajes: dos documentales —Esquivar y Pegar (2010) y Contact proof (2014)— y uno de ficción, Tilt (2001). Pero se considera más cortometrajista: “Tiene las ventajas de que puedes ser más arriesgado y creativo que en los largos porque te juegas menos dinero. La desventaja es la falta de visibilidad”.

Pocas ayudas públicas

Si la industria del cine, en general, va justa de ayudas a la financiación, la del corto, más. El Instituto de la Cinematografía y de las Artes audiovisuales (ICAA( concedió el año pasado cerca de un millón de euros para ese formato. "En Francia son unos 30", resalta Juanjo Giménez. Esas ayudas y los premios de los festivales son la forma habitual de financiación que tienen los directores de cortos. "Antes había más festivales y los premios eran mayores, desde la crisis se ha caído en una recesión importante y ahora la media de los premios está entre 800 y 1000 euros", añade el director de Timecode, que financió el corto con recursos de su propia productora y tuvo una ayuda del ICAA. Fue un proyecto singular porque en él colaboraron, como meritorios, estudiantes de la Escuela de Cine de Reus.

Graffiti, el corto de Lluis Quílez, tuvo un coste de 80.000 euros, de los que el 25% salieron de ayudas públicas de organismos de Valencia y el resto de socios americanos, como la productora Participat Media.

Las dos producciones fueron elegidas, de entrada, entre 5.000 obras y superaron el corte de 150 hasta llegar a un paso de ser nominadas. “Nunca te planteas la realización de un corto pensando en llegar a una meta muy difícil como es la carrera por un Oscar. Sencillamente haces lo que quieres hacer”, cuenta Quílez. “Graffiti es una historia posapocalíptica. Se ha acabado la vida, salvo la del protagonista, Edgar —interpretado por el actor Oriol Pla— que vive una ilusión de amor con una chica invisible, Anna, con la que intercambia mensajes escritos en las paredes. Requería una ambientación y una atmósfera muy determinada y pensé en Chernobil por documentales que había visto”, añade. Y él y su equipo, 12 personas, se instalaron en la ciudad fantasma ucrania de Prypiat, que está deshabitada desde hace 30 años. En enero, a 16 grados bajo cero y pasando tres controles de radiación cada día. “Fue todo un reto y salió bien”, apunta.

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Y también es un peculiar código de comunicación, el de la danza, el que manda en Timecode, el corto de Giménez sobre la historia de amor entre dos guardias de seguridad de un aparcamiento que se ven en el cambio de turno. “Los dos protagonistas son dos bailarines de largo recorrido, Lali Ayguadé y Nicolas Ricchimi, y por medio de ellos explico que la belleza se puede encontrar en los sitios más insospechados y con dos guardias de seguridad”.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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