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El ojo que todo lo ve

El Faro de Moncloa, de 92 metros de altura, presenta en Fitur una aplicación de realidad aumentada que se superpone a las vistas de Madrid

La capital, vista el pasado día 12 desde el mirador del Faro de Moncloa.
La capital, vista el pasado día 12 desde el mirador del Faro de Moncloa.ÁLVARO GARCÍA
Sergio C. Fanjul

Hay en Moncloa una extraña nave espacial que desde hace años mira a la ciudad, a sus pies, con la obsesión de los enamorados. Para subir se toma un ascensor transparente que en menos de un minuto nos aúpa al mirador, a 92 metros de altura: parece que uno está despegando para dejar el planeta para siempre. Más arriba, hasta los 110 metros a los que llega el faro, es el territorio de las antenas de telecomunicaciones.

La Torre de Iluminación y Comunicaciones del Ayuntamiento de Madrid, lo que se conoce como el Faro de Moncloa, se edificó en 1992 (fue un proyecto del arquitecto Salvador Pérez Royo), el año milagroso de la Expo de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la capitalidad cultural europea de Madrid. Desde entonces ha tenido una existencia algo agitada. Después de una larga temporada cerrado, hace un par de años que el faro se puede visitar de nuevo. Y recientemente, en Fitur, se ha presentado su última novedad: el Faroexplorer.

Se trata de un mini iPad que se superpone a la realidad, cuando uno está allá arriba, y obtiene nuevas informaciones y aplicaciones propias del universo digital. “Es parte de lo que se llama Realidad Aumentada”, explica el desarrollador Rafael Rodríguez, que ha aplicado al faro su sistema llamado Suprascope. Tiene varias utilidades: al apuntar con la tableta a una zona de la ciudad, la aplicación aporta información de los diferentes edificios notables que aparecen. También funciona como un telescopio de hasta 20 aumentos. Y como un ascensor virtual: “Desde el Faro no se ven el Retiro ni el Santiago Bernabéu, pero con Faroexplorer podemos subir virtualmente hasta 500 metros, desde donde se domina toda la ciudad, o hasta 20 kilómetros. Ahí ya se ve hasta la costa de Cádiz”, explica Rodríguez.

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Desde el Faro de Moncloa se domina una panorámica poco habitual de la capital. Acostumbrados al eje Gran Vía, de este a oeste, y Castellana, de norte a sur, estas vistas dan una visión oblicua del territorio, y a 360 grados: en días claros se alcanza a ver nítidamente la sierra y hasta la cruz del Valle de los Caídos. Lo que más impresiona es percibir las verdaderas dimensiones, enormes, de la Casa de Campo, bordeada al fondo por Pozuelo y Somosaguas. También el disperso skyline madrileño: de las Cuatro Torres Business Area a la catedral de la Almudena y el Palacio Real, pasando por Azca o el Edificio Telefónica, todo en línea.

En la última temporada ha recibido casi 100.000 visitas. “Tenemos mucho público de fuera de Madrid que incluye el Faro en sus rutas turísticas cuando planifica su viaje”, dice el responsable, Javier Caballero. “El reto ahora es que nos visiten más habitantes de la ciudad, que sepan que estamos aquí”.

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El Faro de Moncloa cerró sus puertas en 2005, 13 años después de su inauguración, por el endurecimiento de la normativa de seguridad tras el incendio del Edificio Windsor, aunque su actividad como torre de comunicaciones nunca ha cesado. Además, era conocido por sus problemas con la electricidad estática: daba calambre.

En 2009 el Ayuntamiento aprobó una inversión de 4,5 millones de euros para ponerlo a punto. Al año de su reapertura, en enero de 2016, sufrió un pequeño incendio en la sala de máquinas del ascensor que no provocó daños personales. A día de hoy vuelve a acoger a visitantes y se alquila como espacio para eventos comerciales. Y sigue mirando obsesivamente a Madrid. 

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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