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Un Madrid en constante evolución

Un estudio de la Complutense desvela que la ciudad lideró la modernización de la sociedad urbana desde 1860

Imagen de la Puerta del Sol a principios del siglo pasado.
Imagen de la Puerta del Sol a principios del siglo pasado.
Abraham Rivera

En el siglo XIX, el escritor costumbrista Mesonero Romanos denominó a Madrid “poblachón manchego”. Un término que ha ido imponiéndose con los años, estableciendo que el tren de modernidad solo llegó a la ciudad con la proclamación de la Segunda República. Sin embargo, el grupo de investigación Espacio, Sociedad y Cultura en la Edad Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid ha acometido una profunda revisión del periodo 1860-1931.

A partir del análisis de los padrones municipales y otras fuentes documentales, han conseguido elaborar un certero estudio de los cambios demográficos, urbanísticos, sociales y económicos de la época. “Madrid no era un pueblucho a comienzos de siglo”, explica Luis Enrique Otero, catedrático de Historia Contemporánea y encargado de coordinar las diferentes publicaciones sobre el tema en la editorial Catarata.

“Uno de los objetivos de la investigación es interrogarse sobre si esa imagen de Madrid como un lugar parasitario de la economía y retardatario en el proceso de desarrollo en la España de la época, se ajustaba a la realidad”. Uno de los ensayos que mejor refleja esta radical transformación es Madrid, sinfonía de una metrópoli europea, escrito por Santiago de Miguel Salanova, quien se ocupa del centro de la capital, protagonista absoluta de estos cambios, desde la reforma de la Puerta del Sol a la construcción de la Gran Vía.

Un trabajo que ha sido posible gracias a los datos disponibles en los padrones de aquel periodo. “Tardé dos años en meter toda la información en bases de datos Access, con un total de 250.000 habitantes en los tres años que analicé (1880, 1905 y 1930)”, relata Salanova sobre su tesis doctoral. En esos años se descubre un Madrid en constante evolución. La transformación que vive el sector financiero y bancario, además de la administración central, va a hacer posible que la ciudad entre en la senda de la modernidad.

Papel de liderazgo

“Se ha reflejado a Madrid como una ciudad de funcionarios que consumen los recursos de otras regiones más dinámicas como la Cataluña textil o el País Vasco de la siderurgia, y no es así”, relata el profesor Otero. “Madrid tuvo un papel de liderazgo en la modernización de la sociedad urbana del primer tercio del siglo XX”.

Estos trabajos también muestran unas profundas diferencias entre las clases sociales. “Ni siquiera un 5% de la población tenía una propiedad inmobiliaria. La mayoría vivía de alquiler y, además, las condiciones salariales les dejaban expuestos a una movilidad residencial constante. Las mudanzas eran sistemáticas”, explica Salanova. “La mayoría de hombres venían a trabajar como jornaleros o en el comercio. Estos últimos se exponían a condiciones drásticas: vivían como internos, no tenían una jornada laboral específica y en algunas ocasiones no tenían ni salarios”.

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A pesar de todas estas dificultades, Madrid sigue avanzando a partir de 1900: los niveles de jornaleros se reducen, aumenta la clase media, hay grandes progresos sanitarios y los niveles de mortalidad nada tienen que ver con los de comienzos de siglo. Llegados a 1931 nos encontramos con todo a favor para tomar el tren de la modernidad. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil paralizará todo avance.

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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