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Arte a pesar de la Gran Guerra

El Museo Picasso reúne, en una gran exposición, el cubismo de Picasso, Gris, Matisse y Diego Rivera, para mostrar las obras creadas en París durante el conflicto

José Ángel Montañés
'Arlequín y mujer con collar', 1917, de Picasso, en la exposición que se inauguró ayer.
'Arlequín y mujer con collar', 1917, de Picasso, en la exposición que se inauguró ayer. joan sanchez

La I Guerra Mundial (1914 y 1918) en la que se vieron involucradas las grandes potencias industriales y militares del momento, fue el conflicto más grande que jamás se ha vivido nunca, tal y como refleja sus 8,5 millones de muertos en Europa, 1,4 de ellos en Francia, uno de los países más afectados en todos los sentidos, donde todos sus hombres, entre 18 y 40 años, fueron llamados a filas, dejando ciudades como París medio vacías. Y los que no fueron al frente vivían los horrores de la guerra reflejados en las imágenes que revistas y diarios publicaban a diario del frente y sus efectos de muerte y destrucción.

El ambiente bélico de este conflicto, en fotografías y en una enorme proyección es el recurso escenográfico sobre el que gira el montaje de Cubismo y guerra. El cristal en la llama, exposición inaugurada ayer en el Museo Picasso de Barcelona en el que se muestran 68 obras procedentes de cuarenta museos como el MoMA, el Metropolitan, la Tate o el Reina Sofía) firmadas por autores como Pablo Ruiz Picasso, Juan Gris, Diego Rivera, Henri Matisse, Maria Blanchard, Georges Braque, Fernand Léger (el único que estuvo en el frente), Henri Laurens, Jacques Lipchitz, todos artistas extranjeros, demasiado mayores o no aptos para ir al combate, que vivieron el conflicto a unos 100 kilómetros de distancia.

Todos se negaron a reflejar la guerra y mantuvieron vivas las posibilidades que entre 1911 y 1914 abrió el cubismo, la primera vanguardia y el primer ismo del siglo XX. Es lo que defiende el comisario de la exposición Christopher Green, especialista en Léger, Gris o Picasso, que ha trabajado en el tema desde 2008, reuniendo obras “llenas de vida”, como forma de “escapismo y refugio”.

'Naturaleza muerta frente a una ventana abierta', de Juan Gris.
'Naturaleza muerta frente a una ventana abierta', de Juan Gris.joan sanchez

El recorrido es cronológico —con la intención de que el espectador asocie el avance de la guerra con la evolución artística del grupo— pese a que todos trabajaron de forma individual. De entrada, sorprende la abundancia de picassos (13) y grises (14), pero sobre todo, las siete obras cubistas del mexicano Diego Rivera asociado más a la estética muralista que le ha dado fama internacional.

Comienza el recorrido con las obras creadas en 1913 y 1914, como Cabeza de hombre, de Picasso que dialoga con las primeras obras cubista de Rivera, como el rostro doble que pinta de su amigo Lipchitz o los meticulosos collages de Gris que comienza a añadir recortes y cabeceras de diarios y con ellos elementos de la actualidad. La sala de 1915 recibe la enorme y maestra obra de Gris Naturaleza muerta frente a una ventana abierta, plaza Ravignan, que conserva el Philadelphia Museum of Art, una interpretación de la vista que el madrileño veía desde su estudio de París, una ciudad sin alumbrado público, oscura y tenebrosa, bajo los efectos de la cercana guerra.

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Una exposición, tres directores

La exposición que se inauguró ayer en el Museo Picasso de Barcelona comenzó a fraguarse hace ocho años, en 2008 cuando Christopher Green comisarió en Barcelona: Objetos vivos. Figura y naturaleza muerta en Picasso, en la que reunió 70 obras creadas entre 1907 y 1931, muchas inéditas prestadas por herederos y coleccionistas, además de cuatro grandes óleos procedentes de Amsterdam, Nueva York y Dublín. Por entonces el director era Pepe Serra, hoy responsable del MNAC.

En 2012 se nombró a Bernardo Laniado-Romero nuevo director del museo, que acabó arrancando e impulsando el proyecto, pero que tras acabar su contrato en julio pasado dejó el cargo. Ayer inauguró la muestra Emmanuel Guigon, el nuevo director que, después de ganar un concurso internacional, tomó posesión solo hace dos semanas.

La única mujer

La exposición muestra como Picasso podía realizar a la vez obras cubistas como el enorme Arlequín y mujer con collar —que viene del Pompidou y que el pintor realizó en Roma tras escapar del de París siguiendo al ballet ruso de Serge Diaghilev con los que luego llegó a Barcelona donde pintó El paseo de Colón— y al mismo tiempo realizó el retrato, realista, a Léonce Rosenberg, el galerista que pagó la nómina a muchos de los artistas del grupo, posibilitando que siguieran trabajando. En la misma sala pueden verse las tres únicas obras de Blanchard, la única mujer del grupo, como Mujer con guitarra, en la que desafía el cubismo teatral del malagueño. La muestra alterna piezas conocidas como La guitarra de Gris, la colorista La estufa de Léger, la también impresionante maternidad de Rivera (uno de los escasos ejemplos de figura humana completa) o la nueva concepción espacial de Matisse en obras como Flores y cerámica.

Al final del recorrido, en la sala de 1919, Rivera marca el final también del periodo con El matemático en la que la figura realista del personaje aparece en la penumbra “recordando a su homónimo italiano”, en referencia a José Ribera Lo Spagnoletto, según el comisario Green.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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