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Incidentes y protestas en la polémica exposición de Franco

La muestra de Barcelona reflexiona sobre los iconos de la dictadura

La escultura ecuestre de Franco que preside la exposición del Born, con una bandera independentista.Vídeo: Massimiliano Minocri
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Fists fly as new Franco exhibition opens in Barcelona

Carreras, empujones, una pelea en la puerta entre dos hombres, pitadas, lanzamiento de huevos y de caquis maduros... La inauguración de la exposición Franco, Victòria, República. Impunitat i Espai urbà en el Born Centro de Cultura y Memoria (BCCM) se convirtió ayer en un espectáculo en Barcelona. El detonante fue la figura ecuestre de Franco —ahora decapitada— de Josep Viladomat y la estatua de La Victoria (que conmemoró la entrada de Franco en la ciudad en 1939) de Frederic Marès situadas a la entrada de la muestra y que son, en realidad, las dos piezas fundamentales de una exposición que pretende “que no se olvide nunca lo que pasó”, en palabras del primer teniente de alcalde del Consistorio, Gerardo Pisarello. Lo estaba explicando ayer cuando se oyeron gritos y pitadas y se vieron carreras en el interior del Born. Eran un grupo de jóvenes que finalmente no lograron interrumpir el acto.

Momentos antes de la inauguración que llenó de invitados el Born CMM —casi tantos como cuando abrió sus puertas en septiembre de 2013— a las puertas del recinto dos personas de mediana edad se enzarzaron a puñetazos tras un breve cruce de palabras. Tuvieron que separarlos para que la cosa no llegara a más.

Mientras, otras 25 personas que portaban carteles negros que recordaban la muerte de familiares durante el régimen franquista desfilaron en silencio y al ritmo del redoble de un tambor frente a Franco decapitado rodeando el antiguo mercado. Saltándose el perímetro de seguridad y situándose junto a cada una de las esculturas, dos grupos de jóvenes, apenas una decena, mostraban sendas pancartas en las que se podían leerse frases como “Franco, ni al Born ni en lloc”, en la de las juventudes nacionalistas de CiU (JNC) y “Fora franquisme dels carrers” de las juventudes de Esquerra Republicana (ERC). En un momento dado, todos cantaron Els Segadors y lanzaron gritos de “¡Visca la terra!, ¡Visca la terra!, ¡Visca Terra Lliure!” y a continuación una decena de ellos se colaron a la carrera en el recinto aunque no lograron interrumpir la presentación. Uno de los jóvenes, vecino de la zona, protestaba: “¡No quiero desayunar cada día con Franco!”.

La cabeza de silicona de Franco de Merino en la exposición.
La cabeza de silicona de Franco de Merino en la exposición.Massimiliano Minocri

La exposición la promueve el Consistorio de Ada Colau para explicar la memoria franquista a través del relato de tres esculturas —la de Franco y La Victoria rescatadas de los almacenes municipales y una imagen de La República, hoy en la plaza del mismo nombre, que se proyecta como una sombra— y de sus autores: los artistas Josep Viladomat y Frederic Marès que trabajaron para la Segunda República, contribuyeron a la exaltación de la dictadura de Franco y fueron reconocidos por la democracia.

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“La muestra ha querido ser sobria, austera casi del arte povera”, explicaba su comisario, Manel Risques, en el interior del Born, momentos antes de visitarla en un centro cultural que fue polémico desde su inicio. El centro fue bautizado como la “zona cero” del independentismo catalán durante el mandato de Xavier Trias y de CiU y fue el epicentro de los fastos del Tricentenario. El comisario, no obstante, supo encontrar un vínculo de unión entre ese origen y la actualidad: “Es una reflexión sobre dos destrucciones que sufrió Barcelona, la de 1714 y la de 1939; sobre quién colaboró, quién convivió, quién aceptó y quién se opuso”, dijo.

La ‘carta de amor’ del dictador a Barcelona

Uno de los elementos más singulares de la exposición del Born CMM es la reproducción del documento que recoge el discurso que pronunció Franco en el castillo de Montjuïc el 17 de junio de 1963. Fue en el acto de la colocación de la figura ecuestre —la que está ahora decapitada en el acceso del centro— que la ciudad le dedicó. Lo que siguen son algunas de las frases de ese documento.

“El amor ha sustituido para siempre al odio, nuestras cárceles no albergan hoy la tercera parte de reclusos que tuvieron en todos los tiempos, ha nacido una nueva aurora para España”.

“Este fuerte de Montjuïc que habéis convertido en museo es la más fiel significación de la política del régimen... hemos querido cambiar los derroteros de una política de divisiones y rencillas por una política de amor”.

“Esta es la gran política del Movimiento Nacional”.

Lo de la austeridad de la exposición es cierto. La monumentalidad y rotundidad de las dos esculturas situadas en el exterior contrastan con los recortes de prensa, los documentos fotocopiados y las fotografías de diferentes épocas que explican las vicisitudes —y diferentes ubicaciones— de las tres estatuas a lo largo de los años.

A través de esta historia se quiere explicar la permisividad con los símbolos de la dictadura franquista hasta entrada la democracia y reflexionar sobre la impunidad, Franco salió de Montjuïc en 2008 y La Victoria del obelisco de la Diagonal en 2011. Por eso, Risques se preguntó por qué no se quitó La Victoria antes, cuál fue realmente la actitud de los gobiernos sobre la simbología franquista y reto a los “hoy indignados” a que expliquen todo eso. “Tal vez estaban en el sofá de su casa”, remachó.

Durante el recorrido pueden verse enormes fotografías de la estatua ecuestre de Franco en el almacén municipal de Via Favencia donde ha permanecido desde que fue retirada del castillo de Montjuïc hasta la actualidad. Con cabeza y sin cabeza, ya que en agosto 2013 alguien que tenía acceso a los almacenes municipales la decapitó con una sierra radial o algo similar de un corte limpio.

Pero no se echa en falta la cabeza del dictador. Ya que si las figuras de la calle han levantado polvareda, más impactante es la testa hiperrealista de Franco que mira al visitante entre cortinajes rojos al final del recorrido. La obra, de silicona, es de Eugenio Merino, un artista al que le hubiera gustado, según ha declarado a este periódico, colocar su creación encima de la figura decapitada.

Frente a la polémica que ha suscitado la exposición desde que se supo en agosto que las esculturas estarían en el espacio público, Pisarello reconocía la incomodidad de la muestra, invitaba a los jóvenes que la visitaran y con tono serio concluyó: “Las críticas esconden un ataque contra un proyecto de gobierno municipal”. Por su parte, Ricard Vinyes, Comisionado de Memoria, tras asegurar que “no aceptamos la censura previa”, criticó la decisión austriaca de demoler la casa natal de Hitler que se conoció ayer. “Es un gran error”. Vinyes ya ha manifestado su postura contraria a destruir monumentos franquistas como el de José Antonio Primo de Rivera demolido, de noche, en Francesc Macià. Ya ha anunciado que la escultura de Franco ingresará, tras la exposición, en el Museo de Historia de la Ciutat, “como un bien patrimonial más de Barcelona”.

Ausencias de CiU, ERC, PP y Ciutadans y quejas a la Síndica

La exposición provocó ampollas en los grupos municipales de CiU y ERC del Ayuntamiento barcelonés en cuanto se supo el planteamiento el pasado verano y ayer se acabó de visualizar por el plantón explícito y por declaraciones de sus jefes de filas. Joaquim Forn (CiU) insistió en que en la última Comisión de Derechos Sociales, Cultura y Deportes los votos en contra de Barcelona en Comú y el PSC, y la abstención de Ciutadans, PP y la CUP impidieron la aprobación de la proposición de CiU que reclamaba al gobierno reconsiderar la exhibición de las esculturas en la vía pública. Ningún regidor de CiU asistió al acto como tampoco lo hicieron ediles del PP. Alberto Fernández Díaz, presidente de ese grupo, consideró “innecesaria” la polémica y criticó: “Mientras Xavier Trias y ERC pretendían que el Born fuese la zona cero del independentismo, ahora la alcaldesa Colau quiere convertirlo en la zona cero del guerracivilismo”. Fernández Díaz pidió que Colau “deje de confrontar, dividir y agitar”.

ERC tampoco estuvo. El portavoz independentista, Jordi Coronas, sentenció ayer: “Las estatuas las queremos en el almacén o en un museo pero no en el espacio público”. Coronas recordó que la exposición ha dividido las asociaciones de víctimas del franquismo y pidió al gobierno de Colau que “evite ruidos innecesarios y se dedique a gestionar bien”. Del grupo socialista, coaligado con BComú en el gobierno de la ciudad, estuvo la regidora Montserrat Ballarín. Por parte, de la CUP asistió la edil María Rovira. No fue nadie de Ciutadans. El acto sí congregó, en cambio, a diferentes sectores culturales y a responsables de otros equipamientos, además de miembros de Amical de Mauthausen y Víctimas del Franquismo.

Y en relación con la exposición, la Síndica de Greuges de Barcelona, Maria Assumpció Vilà, abrió una investigación para averiguar la motivación y justificación de la muestra. Vilà ha recibido dos quejas, una de ellas firmada ya por 9.500 personas en la plataforma Change.org, que sostiene que la exposición “es una ofensa para muchos catalanes”.

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