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Erika Lust: “Hay pocas voces femeninas en el cine porno”

La Filmoteca abre con la cineasta un ciclo sobre la censura puritana

Tomàs Delclós
Erika Lust.
Erika Lust.

La productora y directora de cine porno Erika Lust presentó anoche una antología de sus cortometrajes en la Filmoteca. Se trataba de la sesión de apertura de un ciclo sobre la censura moral en el cine que ofrecerá, entre julio y agosto, una cuarentena de títulos. Lust estaba particularmente contenta por la invitación. Primero por poder compartir su propuesta con el público (hubo lleno absoluto), poder ver cómo reaccionaba (“soy muy voyeur”) y poder contemplar su cine en pantalla grande. “Lo habitual es que se consuma en tabletas y móviles”.

Lust lamenta que "hay pocas voces femeninas" en el mundo del porno. Incluso tiene escrito un manifiesto en el que afirma que no quiere que su hija cuando, en su adolescencia, esté expuesta a este cine sean los Rocco, Nacho, Private o Penthouse quienes le expliquen cómo es el mundo del sexo. En el debate posterior a la proyección, Lust destacó que en los años setenta, con el vídeo, empezó el dominio de un cine porno descuidado y repetitivo hecho por una industria que no cree ni en el cine ni en el erotismo, únicamente en el dinero. “Con Internet, y una tecnología que hace más sencillos los rodajes, con un tipo de distribución directa por parte del autor, creo que empieza a salir gente distinta que comienza a atreverse con el género y que nos permitirá ver nuevas ideas, nuevos creadores”. Es lo que llama "cine adulto independiente" en el que, calcula, hay unas 25 cineastas

En el cine de Lust hay una construcción del relato y no una mera exposición de episodios genitales. Hay un cuidado estético en la imagen y no una mera iluminación de quirófano para que se vea todo. Defiende un prudente riesgo en los formatos –no excluye, por ejemplo, el humor- y que la eyaculación masculina no debe ser el final forzoso de todas las películas, como ocurre en el porno más estándar. Sin embargo, artistas del posporno le han criticado que mantiene estereotipos del cine que dice detestar. “Creo que es una crítica basada en la ignorancia. No han visto mi obra y alguien ha malinterpretado mi libro Porno para mujeres. Nunca he dicho que exista un porno específico para mujeres”. La cineasta considera que hay instalada una confusión: mucha gente piensa que en el cine porno, inevitablemente, hay algo contra la mujer y que en el feminismo hay algo, inevitablemente, contra el hombre. “Se asocia el cine porno a la cutrez, a un género de posturas gimnásticas y fluidos, poco cuidado, muy agresivo y, en definitiva, poco erótico”. No siempre ha de ser así y quiere demostrarlo. En su web XConfessions.com, los internautas le envían relatos con sus fantasías o aventuras eróticas. Su equipo escoge cada mes dos relatos para convertirlos en cortometrajes. Ha producido 80 y los 5.000 miembros de la web ya constituyen una comunidad que permite la autosuficiencia económica del proyecto que, con todo, no basta para plantearse un largometraje, aunque este verano le dará vueltas a ello.

La Filmoteca decidió abrir con una sesión sobre el cine porno su ciclo sobre la censura porque ha sido un género prohibido mucho tiempo en muchos países o enviado, precintado en celofán, a las catacumbas. Obviamente el cine de Lust no ha sido censurado, pero la cineasta contó un chocante episodio de censura que había sufrido en YouTube. Subió un corto sin sexo explícito ni desnudos (“lo único visible era un pezón masculino”) y YouTube lo retiró. “Me sentí discriminada porque la retirada no respondía al contenido del corto. La única razón es que estaba hecho por mí, un nombre asociado al porno”. Para probarlo, hizo una intensiva navegación por YouTube buscando culos y tetas y montó una antología de imágenes que albergaba el propio YouTube. Y nuevamente YouTube lo retiró por presentar “contenido explícito”. “Era su propio contenido, no había otra cosa”.

Se asocia el cine porno a la cutrez, a un género de posturas gimnásticas y fluidos

El ciclo de la Filmoteca (Les escletxes de la censura) se centra, explica Octavi Martí, director adjunto, en la censura moral, puritana, sostenida por lo que llama irónicamente “una liga universal contra la perversión de la persona”. Esta censura es más uniforme y evoluciona de forma más parecida en muchos países. En cambio, la censura política trabaja con criterios locales muy distintos y exige conocer la historia de cada país. “Las razones por las que se prohibió La batalla de Argel (Gillo Pontecorvo, 1966) no son exactamente las mismas en Francia que en España”. El filme más antiguo del ciclo es Les vampires (1915), con Musidora, personaje adorado por los surrealistas. Los últimos, salvo algún título documental, son de 1975. “No se ha escogido esta fecha por ser la de la muerte de Franco. Es porque señala la desaparición en muchos países de la censura institucional, aunque persista de otras maneras”. El repertorio va desde títulos tan previsibles como Lolita o El imperio de los sentidos a rarezas como La mujer invisible que lo era, salvo en la ducha donde podía advertirse su silueta desnuda.

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