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Los riesgos de las ‘chemsex’

Médicos y activistas alertan de que la práctica puede generar nuevas infecciones por VIH y dependencia a sustancias tóxicas

Fotograma de la película 'Chemsex'.
Jessica Mouzo

En una aplicación para ligar, un chico invita a otro a una fiesta en su casa. Media decena de jóvenes y “una bandeja con speed y ketamina” le esperan en el salón. Por delante, una larga sesión de sexo grupal bajo los efectos de varias drogas. “Me di cuenta de que era una chemsex y me fui. Yo no tomo drogas”. Las chemsex —del inglés chemical sex, sexo químico— son un fenómeno, casi exclusivo del colectivo gay, que se caracteriza por tener sexo bajo el efecto de drogas durante un largo periodo de tiempo. No hay ni una sola cifra que dimensione la práctica, pero médicos y activistas alertan de que puede contribuir a la transmisión del VIH. Y, aunque sospechan que es una práctica residual, ya han detectado casos de jóvenes dependientes a ciertas sustancias para practicar sexo.

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La combinación no es nueva, y mucho menos exclusiva de los gais. Lo que caracteriza a las chemsex son el auge de las aplicaciones móviles para ligar y el uso de mefedrona, metanfetamina y GHB para soportar largas sesiones de sexo, que pueden durar días. La mefedrona es un estimulante, la metanfetamina provoca euforia, desinhibición y quita el sueño y el GHB o éxtasis líquido es un depresor sedante. La mezcla de las tres permite aguantar en las fiestas sexuales pero también puede dejar a los participantes en un estado de semiinconsciencia que les haga bajar la percepción de riesgo. En un colectivo donde la prevalencia del VIH es del 14% y soporta seis de cada 10 nuevas infecciones, las conductas sexuales de riesgo alertan a los epidemiólogos. “El chemsex está asociado a no usar preservativo, por lo que aumenta el riesgo de infecciones. Además, como son fiestas con policonsumo de drogas, se puede perder la percepción de riesgo”, dice Jordi Casabona, director del Centro de Estudios Epidemiológicos sobre el VIH/SIDA de Cataluña.

Aunque el riesgo de transmisión se reduce si un infectado de VIH se medica, la pérdida de adherencia al tratamiento eleva las posibilidades de contagio. En unas jornadas de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida, su directora, María José Fuster, señaló que un 35% de los pacientes con VIH se salta el tratamiento si sabe que va a drogarse. Y además, un 25% de las personas infectadas por VIH lo desconocen. Josep Mallolas, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Clínic, alerta de que en estas chemsex “puede haber, por probabilidad, algún VIH positivo que no lo sepa”. El VIH no es el único riesgo. Otras infecciones de transmisión sexual también pueden contraerse, como la sífilis y gonorrea, que se han cuadriplicado y triplicado en 10 años entre los gais. “Se ha perdido el miedo y, como a la gente le atrae el riesgo, surge el chemsex”, apunta Mallolas.

“Se ha perdido el miedo y a la gente le atrae el riesgo”, afirma un facultativo

En Londres, el fenómeno ya es un problema de salud pública y hay clínicas donde reportan hasta 100 casos al mes de personas con un consumo problemático vinculado al chemsex. En España aún es anecdótico, pero las entidades ya han detectado casos. “No es un problema de salud pública pero existe una minoría con un consumo problemático”, certifica Fernando Caudevilla, médico de familia y experto en drogas de síntesis. “Es gente que necesita ayuda profesional porque pueden presentar trastornos de personalidad. Se da cuenta de que sus prácticas son incompatibles con ir a trabajar o son incapaces de relacionarse sobriamente”, ejemplifica Ferran Pujol, director de BCN Checkpoint. Desde Stop Sida aseguran que precisan una atención integral. “Pueden tener problemas de ansiedad, soledad, en su relación de pareja, incluso problemas con su sexualidad”, apunta el investigador Percy Fernández Davila.

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Si en algo coinciden los expertos es en la falta de recursos. “No estamos financiados para estudiar el fenómeno a fondo. Y hasta que no tengamos datos, no podemos hacer nada”, apunta Caudevilla. El trabajo preventivo en zonas de ocio y medidas de reducción de riesgos son las líneas estratégicas que apuntan para atajar los problemas del chemsex. En palabras de Caudevilla: “Es el momento de investigar e intervenir en zonas de conductas de riesgo, pero para eso necesitamos que las Administraciones se muevan”.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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