_
_
_
_
_

La vida tras Duncan Dhu

Un Mikel Erentxun en mejor forma que nunca protagoniza Los Matinales de EL PAÍS

Mikel Erentxun, a la guitarra, y Carlos Aranzegui, a la batería, durante su concierto en el Nuevo Teatro Alcalá.
Mikel Erentxun, a la guitarra, y Carlos Aranzegui, a la batería, durante su concierto en el Nuevo Teatro Alcalá.KIKE PARA

Susana está en primera fila. Agita las manos y los pies, canta, se lo pasa pipa. Su ídolo, a unos pocos metros, actúa para ella. Es una fan. Tiene seis años y está sentada en el regazo de su madre, otra seguidora de Mikel Erentxun, aunque con algo más de recorrido. “Me gustaba Duncan Dhu desde su primer disco, Por tierras escocesas, y sobre todo ese temazo, Casablanca. Era un grupo independiente, antes de que empezaran a pincharlos en Los 40”, dice. Las dos están frescas y despiertas. El concierto fue ayer al mediodía en el Nuevo Teatro Alcalá y formaba parte de los matinales organizados por EL PAÍS en colaboración con Planet Events y Les Nits de l’Art.

Mikel Erentxun es de San Sebastián, y es San Sebastián en estado puro. Sus canciones son lluviosas, bonitas, melancólicas, hablan de algo que ocurre en una habitación decadente con las gotas golpeteando en la ventana. “Estoy deseando volver y estar cerca del mar”, dice después del concierto, en un camerino que parece una recreación de esa habitación que describía en Una calle de París: no hay un cuadro ni un colchón, pero sí un espejo, una tarima y una botella de vino a medio beber.

Erentxun está en forma. Posiblemente sea hoy, a sus 51 años, el mejor músico que ha sido nunca en su trayectoria. Una de sus frases más recurrentes en las entrevistas es: “No soy un buen guitarrista”. No es verdad. Ayer tocó, y mucho. Entre los trastes asomaba Bob Dylan cada dos por tres, y de vez en cuando Neil Young hacía un guiño. Rasgueaba con clase, pero también se marcó unos cuantos solos y se permitió virguerías como frotar el mástil contra el pie del micrófono. Mikel Erentxun, después de 30 años en esto de la música, es por fin un gran guitarrista.

Deleitó a placer los oídos del público variopinto que abarrotaba el Nuevo Teatro Alcalá, desde el patio de butacas hasta los palcos. Padres con hijos rayando los 40, sobre todo. Y algún grupo de adolescentes. También un punk que se acercó después para que le firmara un vinilo. “Me gustan Ramones y The Cramps, pero este tío es muy digno y siempre lo he respetado”, contaba a la salida del concierto.

Erentxun reconoce: “Me siento mejor que nunca ahora musicalmente. Toco a gusto y desprejuiciado, y creo que nunca he cantado mejor que ahora”. Da en el clavo. Ayer quedó claro que le ha pillado el punto a sus cuerdas vocales. Modula, matiza, naturaliza. Es un gran cantante.

Actúa arropado por Fernando Macaya, al bajo, y Carlos Aranzegui en la batería. Ambos magistrales en sus papeles. Erentxun se desfogaba a la guitarra y al micrófono. “Me encanta porque me recuerda a los inicios de Duncan Dhu, cuando éramos tres”. Posiblemente es la primera vez que alude a sus inicios y menciona a aquel batería, Juan Ramón Viles, que él y Diego Vasallo echaron del grupo sin dar muchas explicaciones. Pero él se deslinda de épocas pasadas. Y de Duncan Dhu: “Toco canciones mías, ni siquiera los éxitos más obvios, y el público responde y las canta. Nadie espera ya que interprete Cien gaviotas”. Durante el concierto de ayer, muchas le gritaron a este adonis infinidad de piropos. Pero el más aplaudido fue “Mikelazo”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_