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La ventaja de la multiculturalidad

Los centros de enseñanza con más nacionalidades se adaptan a las diferentes culturas de su alumnado

Alumnado del colegio Padre Coloma, en San Blas.
Alumnado del colegio Padre Coloma, en San Blas.SANTI BURGOS

Daniel y Lucía son, según el Instituto Nacional de Estadística, los nombres más frecuentes entre los nacidos en Madrid en esta década. Pero en el Centro de Educación Infantil y Primaria Padre Coloma del distrito de San Blas, Daniel y Lucía son solo otros dos nombres más que se suman a una larga lista en la que también están Carlo, Naoki, Melani o Ismael. Muestra evidente de la diversidad de este colegio en el que conviven una treintena de nacionalidades, diferentes culturas, religiones y costumbres. Un desafío que afrontan multitud de instituciones de enseñanza y que puede plantear problemas, pero que principalmente enriquece al alumno y le ofrece una visión global, abierta y más realista del mundo en el que vivimos.

El Padre Coloma es el centro de infantil y primaria con más nacionalidades de la Comunidad de Madrid. Su carácter bilingüe se observa en cada pared: todos los letreros están en inglés, y cada aula recibe el nombre de un objeto de material escolar en ese mismo idioma. El gusto por la estética es una de las máximas de su directora, Carmen Pascual, licenciada en Historia del Arte que pasea orgullosa mostrando los murales que sus estudiantes han pintado últimamente: Klimt, Picasso y Van Gogh cubren el pasillo principal. “Al tener alumnos de tantas nacionalidades no tenemos mucho conflicto. Los niños viven la multiculturalidad como algo natural, en el barrio y en la escuela”, explica entre abrazo y abrazo de sus pupilos más pequeños. “En ocho años que llevo como directora prácticamente no ha habido problemas de ese tipo”.

Valores

No solo no hay problemas, sino que Carmen Pascual incide en los aspectos más positivos de tener 30 nacionalidades distintas entre sus 260 alumnos: “Aprenden unos valores que incluso terminan inculcando a sus padres. Para ellos, el color o el acento es insignificante, aquí descubren que sus historias, vengan de donde vengan, se parecen mucho”. El Padre Coloma es un centro público y ofrece todos sus servicios, con material escolar completo, guardería para facilitar la conciliación y actividades extraescolares, por 150 euros al año. Parte de sus alumnos acaban de llegar a España con sus padres y madres, que buscan trabajo. En muchas ocasiones viven en familias especialmente sensibles a la crisis. Les unen sus relatos, sus añoranzas, sus esperanzas, sus preocupaciones y sus alegrías. Se sienten identificados unos con otros y eso se potencia en el aula. En los cursos superiores se debate la situación que vive el país de cada uno.

La diversidad cultural, religiosa y de costumbres enriquece al alumno y le da una visión más realista del mundo

La opinión de Ángel Serrano coincide con la de Carmen Pascual. Serrano es el director del Centro de Formación Padre Piquer, en La Ventilla (junto a la plaza de Castilla), barrio que, como San Blas, acoge a multitud de personas que provienen de fuera de España. Allí estudian ESO, bachillerato y formación profesional 1.100 jóvenes de 38 nacionalidades, de los que más de la mitad han nacido en otras latitudes. “Trabajar con una diversidad tan grande es un valor añadido. Lejos de ser un problema, supone un aliciente e incluso una ventaja”, sostiene Serrano, que argumenta que su centro persigue no vivir en una burbuja: “Aquí está la realidad del mundo de hoy”.

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Ambos directores sí detectan y reconocen el problema más evidente de la diversidad: el idioma. “Un niño no puede aprender nada si no sabe a hablar y escribir correctamente”, subraya Carmen Pascual, que considera clave centrarse en enseñar la lengua cuanto antes para que los niños puedan relacionarse y aprender todo lo demás. Pascual corrige también a menudo la forma de hablar de alumnos provenientes de Latinoamérica, pero el objetivo no es borrar su acento: “El acento lo van a seguir teniendo porque viven con sus padres, pero si no saben cómo se pronuncia una palabra es más difícil que sepan cómo se escribe”. Ángel Serrano destaca la importancia de las “aulas de enlace” de su centro de formación: “Cuando un alumno llega nuevo a secundaria sin saber hablar castellano, se le asigna a esta aula durante nueve meses. Allí el objetivo principal no es el currículo escolar, sino que pueda desenvolverse bien para luego reengancharse al resto de contenidos”.

Concepción abierta

Alumnos del colegio Padre Coloma, en San Blas.
Alumnos del colegio Padre Coloma, en San Blas.SANTI BURGOS

El Padre Piquer es un colegio concertado, propiedad de la Fundación Montemadrid y dirigido por la Compañía de Jesús, que tiene en la evangelización una de sus premisas tradicionales. En la web del centro se concreta que se es evangelizador en la medida en que “se actúe conforme a la ética cristiana, se viva solidariamente con los más desfavorecidos y se fomente la fraternidad entre los pueblos”, una concepción lo suficientemente abierta como para que se pueda elegir no estudiar religión católica. “Somos un centro confesional pero con diversidad religiosa. Fomentamos valores universales”, corrobora Serrano, que confirma además que su centro dispone de menú de comedor “para los musulmanes, y también por ejemplo para los católicos que hagan Cuaresma o para celiacos”. Tampoco se plantean prohibir los velos o cualquier otro atuendo: “El velo no supone ningún problema, más bien es una alegría tener otras religiones”.

El velo sí está prohibido en el Padre Coloma. “Adoptamos un uniforme por votación de los padres”, defiende la directora Carmen Pascual, “y nuestros alumnos lo deben llevar correctamente y ceñirse a esa vestimenta”. Pascual considera que los niños llevan el uniforme rojo del colegio con orgullo, y que crea sentimiento de pertenencia y unión entre los compañeros. La prohibición del pañuelo y otras prendas no impide que en el Coloma estudien iraníes (una familia se incorporaba en el momento de la entrevista), argelinos o marroquíes. Los padres también votaron la creación de un menú halal para el alumnado musulmán.

Ni el centro Padre Coloma ni el Padre Piquer trabajan con libros de texto, en su apuesta por una educación innovadora

Comedores al margen, lo que debe hacer una institución educativa es transmitir conocimientos y enseñar a pensar. Tanto el Padre Coloma, en infantil y primaria, como el Padre Piquer, a partir de ESO, han decidido hacerlo de forma innovadora. Para empezar, ninguno de los dos centros trabaja con libros de texto. “Les damos un cuaderno y establecemos un código de color y un orden que todos utilizan para tomar apuntes”, relata Carmen Pascual, que enfatiza la revisión permanente de los cuadernos por parte del profesorado del Coloma para que estén adecuadamente presentados “y con buena letra”. En la formación cobra un papel importante la relación de los niños con la tecnología. El colegio tiene un aula equipada con tabletas donde los alumnos aprenden y hacen ejercicios, y todas las clases están presididas por una pizarra digital interactiva. Los deberes e informes se envían por correo electrónico. Las aulas, como máximo de 27 niños, cuentan con dos profesoras (prácticamente todo el personal docente son mujeres), lo que permite una dedicación cuidadosa con cada alumno.

Ámbitos didácticos

En el Padre Piquer se despojaron de los libros, de los deberes y casi de las asignaturas. “Agrupamos los contenidos en ámbitos didácticos desde hace ya 14 años. Un ámbito sería la lengua, las sociales y el inglés. Otro, las ciencias, la tecnología y las matemáticas”, desgrana Ángel Serrano. Todo lo que se hace, se hace dentro de la clase. Lugares donde juntan varias clases en torno a, al menos, dos profesores. Un modelo de “aulas cooperativas multitarea” en el que las herramientas tecnológicas están siempre presentes.

Este tipo de clases incluyen acción tutorial, permiten que un profesor esté atento a los problemas concretos de un alumno mientras otro imparte contenidos. El formato se complementa con jornadas de acogida para alumnos nuevos, trabajos en equipo y convivencias para fomentar la buena relación entre los compañeros.

Carmen Pascual pasea por las aulas a diario. Sus profesoras, a las que considera clave en el buen funcionamiento de la escuela, le comunican los problemas de algún niño en particular, asuntos que afloran de manera natural en las clases o a través de los padres. Bouchra, por ejemplo, es una niña argelina de cinco años cuya familia vive al borde del desahucio. No quiere dejar el colegio y el centro busca una solución.

En el Padre Coloma hacen que los niños se sientan cómodos y eso se nota en sus resultados académicos: el colegio ha sido undécimo en las últimas pruebas CDI, que evalúan a alumnos de 6º de primaria de más de 1.500 centros. Lo mismo ocurre en el Piquer, nombrado Escuela Changemaker por la red de emprendedores sociales Ashoka. Sean del país que sean, sus alumnos se levantan cada día con ganas de ir al colegio.

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