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La guerra de las mafias irlandesas sacude la Costa del Sol

Dos grandes clanes se enfrentan por el tráfico de drogas a Irlanda desde España

Oriol Güell

Las mafias irlandesas de la droga han entrado en guerra y uno de los dos bandos, el poderoso clan de los Kinahan, mueve sus piezas desde la Costa del Sol. El reciente asalto al Hotel Regency de Dublín, donde media docena de hombres armados con fusiles AK-47 mataron el pasado 5 de febrero a uno de los lugartenientes de la familia, ha sido la peor afrenta sufrida por los Kinahan en su largo reinado sobre el tráfico de drogas y armas a la isla. La magnitud del ataque ha puesto en jaque a la policía irlandesa y ha alertado también a la de España. Los investigadores vinculan a la familia con una decena de asesinatos en los últimos años, tres de ellos ocurridos en la provincia de Málaga.

El más reciente de estos crímenes, el de Gary Hutch, que recibió el tiro de gracia junto a la piscina de unos apartamentos en Mijas el pasado 25 de septiembre, es el que ha desatado la lucha entre los hombres liderados por su tío Gerry, alias El Monje, y los Kinahan. Los 33 años de Gary ilustran la acelerada vida de los pandilleros de los bajos fondos de Dublín. Tras cumplir condena en Irlanda por el asalto a la vivienda de un empresario, se trasladó a Marbella para incorporarse a la banda de los Kinahan. “Aquí trabajaba para los Kinahan, pero mantenía lazos con sus antiguos compinches en Dublín y cultivó nuevos contactos”, explica una fuente conocedora de los grupos criminales que actúan en la Costa del Sol. “Jugar con varias barajas a la vez es peligroso y suele acabar mal”, añade esta fuente. Pero Hutch no era un pez pequeño y su asesinato no solo ha hecho saltar por los aires toda relación entre los Kinahan y los hombres de El Monje, sino que los ha sumido en una sangrienta guerra.

La espectacularidad del asalto al Regency es toda una declaración de intenciones. “En el crimen organizado cada muerte lleva también un mensaje. Y con el ataque de Dublín, los hombres de El Monje han querido dejar claro que están dispuestos a todo para vengar a su sobrino Gary”, explican fuentes policiales españolas. El asalto falló en su principal objetivo, que según medios irlandeses era matar al heredero de los negocios de los Kinahan, Daniel, que logró escapar por una ventana del hotel. Pero el daño ha sido enorme para la familia, que ha perdido a uno de sus lugartenientes –David Byrne, de 34 años—y ha visto cómo su antaño incontestable poder en Dublín ya no es respetado. De paso, los hombres de El Monge arruinaron el combate para el título europeo de los pesos ligeros que MGM, una de las empresas vinculadas a los Kinahan y que tiene un gimnasio en Marbella con el mismo nombre, se vio obligada a suspender.

La violencia del conflicto sacudió la campaña electoral en Irlanda, que el 26 de febrero elegía a su nuevo gobierno. La policía desplegó a agentes de élite por las calles de Dublín para tratar de evitar nuevas represalias, aunque con escaso éxito. Eddie Hutch, taxista de 50 años, padre de cinco hijos y hermano de El Monje, fue acribillado en su casa, situada en un humilde barrio al norte de la ciudad, solo cuatro días después del asalto al Regency. “Eddie era un blanco fácil”, explica un experto en seguridad irlandés que pide el anonimato.“Su hermano era El Monje, pero él no tiene ningún rol en las bandas y no tenía protección alguna. Su asesinato ha sido una forma de causar el máximo daño a El Monje con el menor riesgo”, añade.

Para este experto, el asesinato de Eddie Hutch añade aún más incertidumbre a la espiral de violencia en marcha: “Este tipo de venganzas en caliente y de corto recorrido no son el estilo de Christy Kinahan, el capo del clan. Él siempre ha preferido intervenir solo cuando es imprescindible para sus negocios y tratando de evitar en lo posible atraer la atención de la policía y los medios. El asesinato de Eddie Hutch muestra que quizá Christy ya no controla a todos sus hombres y que algunos están empezando a actuar por su cuenta y riesgo”.

Los intermitentes brotes de violencia de las bandas irlandesas, hace unos años un problema local, son hoy “una amenaza para terceros países, especialmente España”, explica un antiguo investigador de la policía española. “No es solo que las actividades de los grupos se hayan internacionalizado, es que los Kinahan se han convertido en un actor relevante a nivel europeo”, sigue esta fuente, que añade que “la Costa del Sol ha sido desde hace décadas un foco de atracción para grupos criminales de las Islas Británicas. Siempre se habla del clima, pero lo que realmente les interesa es la cercanía a Marruecos, gran exportador de droga; Gibraltar, centro de movimiento de capitales de todo origen; y las enormes oportunidades de blanqueo que el sector inmobiliario les brinda”, concluye.

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En este ecosistema aterrizó Christy Kinahan en España en 2001 tras cumplir la segunda de sus condenas en Irlanda. Dapper Don, apodo por el que es conocido por su elegancia y educación exquisita, estaba llamado a ser uno de los miles de jóvenes víctimas de la droga en los barrios populares de Dublín. Sin embargo, este hombre de 57 años al que los informes policiales consideran “dotado de una gran inteligencia” logró zafarse de su adicción y usó su estancia entre rejas para completar estudios y aprender idiomas –habla, además de inglés, español, holandés y francés--. En Marbella tejió una rentable red de contactos con proveedores de hachís de Marruecos y cocaína de Latinoamérica, y empezó a mandar la droga a Irlanda oculta en envíos tapadera de alimentos españoles. La buena marcha de sus negocios le permitió pronto saltar pronto al Reino Unido e incluir armas en las remesas.

Los últimos años de la primera década del siglo XXI fueron los del gran apogeo de los Kinahan, cuya fortuna los investigadores estiman en varios cientos de millones de euros. “Su mérito fue posicionarse por encima de las eternas luchas entre bandas”, explican fuentes de seguridad irlandesas. “Desde Marbella, pasó a ser un proveedor fiable para casi todas ellas. Llegó un momento en que los grupos luchaban por vender droga en los barrios de Dublín, pero casi todos lo hacían con mercancía y armas de los Kinahan”, añaden estas fuentes.

Los ingentes beneficios del clan, sin embargo, no tardaron en entrar en el radar de la Brigada de Blanqueo de Capitales del Cuerpo Nacional de Policía. Las investigaciones se vieron aceleradas por dos hechos ocurridos en la primera semana de febrero de 2008. El día 4, el pandillero irlandés Paddy Doyle murió acribillado en una cuneta a las afueras de Estepona cuando trataba de huir a pie de una emboscada. Fue el primer asesinato en territorio español con el sello de los Kinahan. Solo dos días más tarde, la policía irlandesa interceptó un alijo de 1,5 toneladas de marihuana oculto entre paquetes de pasta alimenticia. El envío procedía de una empresa de Murcia y las pistas también llevaron al entorno de los Kinahan.

La actividad transfronteriza del grupo llevó a Europol a tomar cartas en el asunto. La mañana del 7 de julio de ese año, mandos policiales de Irlanda, España, Reino Unido, Bélgica y Holanda se reunieron en La Haya (Holanda) para compartir información y establecer una estrategia conjunta, trabajos que dieron un vuelco la noche del 11 de marzo de 2009 cuando la Policía Metropolitana de Londres interceptó un envío de armas semiautomáticas. Uno de los hombres cercanos al clan fue detenido y las pesquisas volvieron a señalar a la Costa del Sol como origen del envío. “La suerte de los Kinahan cambió definitivamente cuando los ingleses vieron que la familia también era un riesgo para la seguridad en su territorio”, añaden fuentes cercanas al caso.

Al amanecer del 25 de mayo de 2010, más de 700 policías de España, Irlanda, Reino Unido, Bélgica y Holanda lanzaron tras dos años de trabajos el gran golpe contra los Kinahan. Casi un centenar de registros en media Europa y la detención de 34 personas dan una idea de la dimensión de la Operación Shovel. Entre los arrestados, estaba el núcleo de la familia con Christy Kinahan a la cabeza, sus dos hijos Daniel y Christy Junior y los principales colaboradores de la banda. Viejas glorias del crimen de las Islas Británicas también emergieron en las investigaciones, como John Cunningham y Michael Mc Avoy. El primero fue condenado en 1986 en Dublín por el secuestro de Jennifer Guinness, heredera del imperio cervecero que lleva su apellido, y el segundo en Londres en 1984 por el llamado “robo del siglo”, el asalto al aeropuerto de Heathrow en el que una banda logró hacerse con un botín de más de 40 millones de euros en oro y diamantes.

Los 20.000 folios del sumario del caso sobre los que el Juzgado de Instrucción 3 de Estepona ha levantado el secreto describen al detalle el poderoso y bien organizado grupo que Christy Kinahan había logrado levantar, con un brazo militar dirigido por Daniel dedicado al tráfico y la logística del grupo, y el imperio económico en manos de Daniel, encargado de blanquear cientos de millones de euros en una veintena de países de cuatro continentes con negocios como el inmobiliario, la gestión de residuos y el comercio de cemento, azúcar y carne, entre muchos otros productos. Una persona que conoce bien las investigaciones destaca la querencia de los Kinahan por negocios que impliquen “el transporte de mercancías con mucho volumen”. “El objetivo es obvio: si mueves muchos contenedores por todo el mundo, podrás identificar las rutas más seguras para ti para utilizarlas para el tráfico de droga”, añade esta fuente.

Con el paso de los años, sin embargo, la Operación Shovel, que el entonces ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba puso como ejemplo del éxito “de la gran coordinación [existente] entre las policías europeas”, ha dejado un regusto amargo entre muchos investigadores. “Las expectativas eran muy altas, pero los resultados no han sido todo lo satisfactorios que se esperaba”, admite el fiscal jefe de área de Marbella, Julio Martínez Carazo.

Las investigaciones siguen en marcha por blanqueo de capitales y asociación ilícita, pero la juez del caso acordó en 2013 el sobreseimiento de la causa por los delitos de tráfico de droga y armas al no quedar acreditadas las acusaciones. Estas estaban basadas en varios envíos hechos desde una empresa de Murcia a Irlanda y Reino Unido cuyos fletes fueron pagados por otras sociedades radicadas en Málaga y que la policía vinculaba al clan. El rastro hacia la familia, sin embargo, se perdió ante la juez entre un laberinto de sociedades instrumentales, algunas registradas a nombre de identidades falsas. Martínez Carazo asegura que la apertura del juicio contra el clan de los Kinahan “no tardará muchos meses” y que el caso está pendiente de completar algunos flecos y recibir dos comisiones rogatorias desde el Reino Unido.

Pese al aparente fracaso de la Operación Shovel, fuentes cercanas a la investigación afirman que “el golpe desarmó a los Kinahan de buena parte de su poder económico y les ha hecho muy difícil encontrar socios fiables en sus negocios ilícitos por la estrecha vigilancia a la que están sometidos”. Como ejemplo, esta fuente aporta el reciente trabajo de inteligencia hecho en el gimnasio MGM de Marbella: “La policía ha estado controlando durante meses qué personas entraban y salían de él”.

En el siempre competido mundo del crimen organizado, la presunta debilidad de los Kinahan ha despertado a otros grupos, ansiosos de ocupar su lugar. Fuentes policiales irlandesas citadas por medios de aquel país apuntan que el ataque al Regency puede ser “el primer paso de una gran ofensiva para desbancar a la familia de sus posiciones en Irlanda y en la Costa del Sol”, para lo que el bando de Gerry Hutch se habría aliado con grupos criminales escoceses.

Este diario no ha logrado confirmar este extremo, pero las fuentes consultadas sí apuntan que “el aumento de los ajustes de cuentas en torno a los Kinahan en los últimos años sí es una señal de que algo se está moviendo”. “Cuando un grupo es realmente poderoso, logra imponer el orden sin tener que recurrir a los asesinatos”, añade esta fuente. La necesidad de marcar posiciones o de imponer orden en las propias filas explican así varias de las muertes ocurridas en el último año y medio. Gerard Kavanagh, de 44 años, fue abatido de varios disparos en el pub irlandés Harmons de Marbella el 6 de septiembre de 2014. Según los investigadores, Kavanagh era un recaudador de deudas para el clan sospechoso de haber empezado a actuar por su cuenta y de quedarse con parte del dinero. Seis meses más tarde, el 26 de marzo de 2015, moría por el mismo motivo y también a tiros su hermano Paul, de 26 años, al salir de su casa en Dublín. La tensión en el entorno de la familia se disparó con la muerte de Gary Hutch en Mijas el pasado septiembre hasta dispararse con el gran ataque del Hotel Regency.

El asalto ofrece un último ejemplo del endogámico, violento y muchas veces aparentemente contradictorio mundo de las bandas irlandesas. El púgil que las imágenes de vídeo muestran huyendo despavorido del tiroteo en el Regency es Jamie Kavanagh, hijo y sobrino de los recaudadores de los Kinahan asesinados. Tras ambos crímenes, Jamie se alejó del cuadrilátero durante varios meses para recuperarse del golpe sufrido. 2016 tenía que ser el año de su vuelta al boxeo y el combate de Dublín la gran oportunidad para alcanzar la gloria. Pero otra vez los ajustes de cuentas se interpusieron en su camino. “El boxeo es realmente fácil. La vida es mucho más dura”. La frase, del gran campeón Floyd Mayweather, describe bien los últimos 18 meses de Jamie Kavanagh.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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