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Los pactos con la CUP y la corrupción amenazan la identidad de CDC

Los gestos de Mas hacia la izquierda radical inquietan a sectores del partido

Miquel Noguer

Un local vacío en pleno Eixample barcelonés aguarda desde hace meses convertirse en la nueva sede del partido de Artur Mas. Convergència Democràtica abandonará en breve sus instalaciones de la calle Còrsega en lo que oficialmente es una operación de ahorro pero que políticamente utilizará para visualizar su “refundación”. Una nueva sede para un nuevo partido que ni siquiera se llamará Convergència. La mudanza física será una más de las que prepara el partido. La corrupción y su necesidad de pactar con la CUP le han obligado a cambiar caras y programa, una mutación que amenaza incluso la base de su discurso, hasta ahora netamente liberal.

La resolución independentista aprobada esta semana en el Parlamento catalán ha despertado la inquietud de los sectores moderados de Convergència que, pese a mantener un estricto silencio en público, consideran en privado que se ha llegado demasiado lejos. No cuestionan la apuesta independentista, pero sí que se esté adoptando un discurso que hasta hace muy poco ni siquiera aceptaba Esquerra Republicana y que parecía terreno reservado para los anticapitalistas de la CUP.

Mas llegó a la Generalitat en 2010 con un discurso que entroncaba con los sectores más liberales del partido. Defendía una gobernación “business friendly” llamaba a achicar el sector público al que, decía, “le sobraba grasa”, y no se privó de defender públicamente que España debía pedir un rescate aceptando sus consecuencias. En esta carrera, que el PP apoyó durante casi dos años, Mas hasta fue a Lisboa para felicitar personalmente por sus recortes al hoy caído primer ministro Pedro Passos Coelho.

Poco se ha visto de este Artur Mas en el debate de investidura celebrado en el Parlament esta semana. A modo de ejemplo, ha adoptado, con esta denominación, el “plan de choque social” que le reclamaba la CUP y, tras dejar a 9.000 familias sin renta mínima de inserción en plena crisis ha defendido ahora “una renta garantizada de ciudadanía”.

Un guiño a la socialdemocracia

Miquel Noguer

Convergència Democràtica aprobó ayer las candidaturas para las elecciones del 20 de diciembre, a las que concurrirá bajo la marca Democràcia i Llibertat y con el hasta ahora consejero de Presidencia, Francesc Homs, como candidato. Las listas son un ensayo para la apertura de la formación a nuevos sectores del nacionalismo con guiños a la socialdemocracia. En este sentido, el partido ha situado a Carles Campuzano en el número dos, subiendo dos posiciones respecto a 2011.

El primer candidato de la formación al Senado es un sindicalista de UGT, Miguel Ángel Escobar, que concurrirá como independiente. Escobar se define como socialdemócrata y fue concejal del PSC en Esplugues de Llobregat (Barcelona). Como miembro de Súmate, los últimos meses ha hecho campaña a favor del independentismo entre sectores castellanohablantes de Cataluña.

Convergència también ha intentado ensanchar la base en los sectores más independentistas. Ha colocado como número cuatro de la lista a Miriam Nogueras, de la patronal independentista Cercle Català de Negocis, que concurre también como independiente. El responsable de economía del grupo parlamentario será, si sale elegido, Miquel Puig, que fue director general de los medios públicos de la Generalitat. Jordi Xuclà repite como candidato por Girona, Antoni Postius se estrena en la lista de Lleida y Ferran Bel, alcalde de Tortosa, lo hace en Tarragona.

El nuevo programa social no encontrará oposición dentro de Convergència, que es consciente de la gravedad de la crisis. En cambio, sí escuece el programa económico que puede obligar a adoptar si hay acuerdo de investidura con la CUP. El consejero de Empresa y Empleo, Felip Puig, se quejó de ello públicamente este sábado. “No puede ser que quienes sacan diez diputados marquen la política económica del Gobierno” dijo en la cadena Cope. Lo ejemplificó con el complejo de casinos que la Generalitat promueve en Tarragona y que la CUP rechaza sin tapujos.

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Puig no es el único dirigente histórico de la formación que rechaza hacer nuevas concesiones a la izquierda alternativa. Carme Laura Gil, exconsejera de Educación, escribió ayer en su blog que ya no se puede negociar nada más. “No hace falta ni una reunión más, ni más ofertas ni contraofertas”, dijo, al tiempo que insinuaba la necesidad de repetir las elecciones.

Los próximos meses serán complicados para Convergència aunque finalmente pueda investir a Mas presidente de la Generalitat. El partido tenía previsto realizar el primer trimestre del año un congreso para su “refundación”. Inicialmente se pretendía formalizar un cambio de imagen y renovar la dirección. Hoy se habla directamente de “derribar” todo lo existente.

Mas se ha alejado de la gestión del día a día del partido, que recae en manos de Josep Rull, especialmente después de que Oriol Pujol tuviese que dejar la secretaría general por el llamado caso de las ITV. Rull se está rodeando de un equipo de jóvenes crecidos en política lejos de la familia Pujol y esperan edificar una nueva formación que recupere el carácter social liberal de la primera Convergència. Cuentan con el apoyo de diputados más veteranos como Carles Campuzano y de cargos intermedios de varios departamentos de la Generalitat.

La incógnita es cuándo se podrá celebrar este congreso. En caso de que se tengan que repetir las elecciones durante el mes de marzo quedará aplazado sin fecha. Pero la refundación está en marcha. Por segunda vez este año el partido se presentará escondiendo sus siglas a las elecciones, algo que los convergentes habían afeado antes a otras formaciones. El portazo de ERC a repetir Junts pel Sí les ha obligado a recurrir a dos partidos mucho más pequeños —Reagrupament y Demòcrates de Catalunya— para formar la coalición Democràcia i Llibertat. Un paso más hacia la extinción de Convergència.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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