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La Diada toma la periferia

La Meridiana se convirtió este viernes en un hervidero de gente con motivo de la Diada

Clara Blanchar
Puntero que simboliza la dirección que ha de llevar a Cataluña hacia la independencia.
Puntero que simboliza la dirección que ha de llevar a Cataluña hacia la independencia.A. Garcia

Salvo para los vecinos, que no son pocos, la Meridiana, de Glòries hacia arriba, es la periferia, la salida norte de Barcelona. Cuatro carriles por sentido que miles de ciudadanos cruzan en coche, pero donde nunca han parado más segundos de los que tarda un semáforo en ponerse verde. Ayer no. Ayer la Meridiana fue el epicentro de una movilización que por cuarto año consecutivo paralizó la ciudad y albergó a centenares de miles de manifestantes llegados en tren, autobús y coches particulares desde el último rincón de Cataluña. Familias enteras. Dos generaciones. Tres. Y muchas repetían por segunda, tercera o cuarta vez.

Para vecinos que viven en la Meridiana, como Joan, la Diada de ayer fue especial. Tenía la noticia debajo de casa. Sentó a ocho amigos y familiares en la mesa a la hora de comer. En un salón que como otros miles, decenas de miles quizás, tiene doble cristal en las ventanas para aislarse del humo y el infernal ruido de los coches. Pero ayer el ruido era otro, el del “in-inde-independència”. “Esperamos que la de este año sea la última, que el año que viene no tengamos que protestar de nuevo”, decía emocionado mirando a la calle y con la cartulina de su tramo, verde, en la mano a punto para levantarla a las 17.14 horas.

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La protesta llenó hasta arriba los bares y restaurantes del entorno; vació neveras de agua y refrescos, las estanterías de galletas de los supermercados 24 horas. Y llenó carriles enteros de autobuses y estaciones de metro hasta obligar a cerrar algunas por la masiva afluencia de pasajeros. También ocupó metros y metros de aceras con lavabos móviles y largas colas de manifestantes. Y, en el arranque de la campaña electoral, de las farolas de la avenida colgaba propaganda electoral: sobre todo de Junts pel sí, aunque también del PP, Catalunya sí que es Pot y la CUP.

Tantísima cantidad de gente se esparció además por las calles transversales entre Can Dragó y la calle de Wellington. Barrios tan dispares como los del distrito de Nou Barris —con el paseo de Valldaura y Río de Janeiro lleno de coches con estelades—, Sant Andreu —con la rambla de Fabra i Puig a tope—, Sant Martí y el Eixample. A la hora de comer, el gentío se apartó del meollo para comer. A 400 metros de la avenida, Carles, el dueño de El Rovell del Clot, tenía una reserva de la familia Quer. 60 personas. “Reservaron hace semanas. ¡Ha llamado tanta gente! He dicho que no a por lo menos 200 personas”. Unas calles más abajo, la cola en la tienda de comida preparada Nostrum llegaba hasta la calle. “Por lo menos quintuplicaremos la facturación de un festivo normal”, aseguraba Sito, el encargado.

En los bares, abrumados por la avalancha de trabajo, no había quien acertara a cuantificar cuántas botellas de agua vendió o cuántos bocadillos despachó: “Pfff, no sé, muchos”. La misma respuesta en la Casa de Soria, la Baguetina, o la diminuta sociedad pajarera La Primitiva, donde la máquina de café nunca había trabajado tanto y los jilgueros permanecían callados.

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Colau felicita a los organizadores y justifica el colapso de la línea 1

La Diada fue grande también para entidades del entorno de la manifestación, como el Orfeó Martinenc, del barrio del Clot-Camp de l’Arpa. Instalaron una barra en la calle, como si estuvieran de fiesta. “Con los problemas que nos ponen para cortar el tráfico durante la fiesta mayor, y mira hoy”, lanzaba un reproche Alexandre tras la barra instalada, ayer sí, en la acera. De su actividad frenética se desprendía que iban a llenar la caja tanto como vaciaron las neveras. Un grupo de chavales alquiló un local que solo se abre para vender petardos en verano: ayer despacharon camisetas.

La manifestación de este viernes movilizó a centenares de efectivos de la Guardia Urbana, Mossos d’Esquadra, Protección Civil, los servicios de emergencias y los de limpieza. Un operativo que dirigieron desde el centro de coordinación de la calle de Lleida la alcaldesa, Ada Colau, el comisionado de Seguridad, Amadeu Recasens y la concejal de Movilidad, Mercedes Vidal. “Enhorabuena a los organizadores, participantes y servicios técnicos por una movilización multitudinaria que ha transcurrido con éxito”, dijo la alcaldesa en Twitter. La misma red social la utilizó para explicar, ante las quejas de usuarios, que, pese a que TMB reforzó el servicio, “la gran afluencia en poco tiempo a la Via Lliure” obligó a regular accesos por seguridad. Ocurrió sobre todo en la línea 1, en pasillos de enlace en estaciones como plaza Catalunya o Urquinaona, o en las estaciones más próximas a la Meridiana, al finalizar la protesta a las 19 horas. Antes, el metro registró 110.000 pasajeros, el triple de un día laborable.

El tráfico alteró buena parte de la ciudad. La zona norte, pero también el resto de accesos donde durante la mañana no pararon de llegar autocares que aparcaron por toda la ciudad. Al acabar la protesta, un montón de calles fueron tomadas por una inusual mezcla de peatones con sus camisetas blancas y esteladas, motos, coches y autobuses esperando para volver a casa.

Servicios públicos como el albergue para sin techo de la misma Meridiana también se vieron afectados y cerraron su acceso principal. “Durante el día 11 el acceso se realizará por la calle Ripollès”, advertía un cartel en la puerta.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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