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Un dirigente musulmán: “Quién iba a decir que Antonio estaba en esto”

Los fieles de la mezquita, sorprendidos por la detención de sus correligionarios

Alfonso L. Congostrina
Fieles durante la oración de los viernes en la mezquita de Terrassa.
Fieles durante la oración de los viernes en la mezquita de Terrassa. Cristóbal Castro

La oración de los viernes, laYumu’ah, en la mezquita de Terrassa fue ayer puntual. Cerca de 2.000 creyentes se adentraron en el oratorio de la plaza de Cataluña del municipio donde se ha gestado la célula terrorista Fraternidad Islámica. Un grupo dispuesto a alistar jóvenes para el Estado Islámico y a atentar y decapitar infieles en España. Poco después del mediodía, la zona se llena de chilabas y babuchas. Son cerca de 2.000 feligreses, nadie pregunta por los que faltan, los acusados por terrorismo islámico detenidos el miércoles.

“Quién iba a decir que Antonio estaba metido en todo esto”, aseguraba ayer Amin Baghar, presidente de la Asociáción Intercultural Musulmana de Terrassa. Conoce a todos los detenidos en Sabadell y Terrassa y es incapaz de creérselo. “Es muy complicado detectar radicales y es muy fácil reconocer a los policías infiltrados que vienen a rezar”, sonríe. Los responsables de la mezquita tienen un sexto sentido para detectar a policías de origen marroquí infiltrados. “Los radicales se esconden más, se reconocen dentro de la mezquita y después tienen reuniones fuera de aquí”, afirma.

El presidente de la comunidad islámica de Terrassa, Mustapha Ben El Fassi, da un paso más allá: “Estoy aterrado, el Corán no es matar, y si yo hubiera detectado comportamientos así los hubiera denunciado”.

Los nuevos conversos son toda una bendición para la mezquita. Antonio —ahora Aalí— Sáez Martínez, el cabecilla de la célula Fraternidad Islámica, entró en 2012 por la puerta grande en la comunidad, de la mano del que entonces era el imam de Terrassa. Todos aseguran, incrédulos, que es una persona “muy buena”.

La mayoría de las detenciones se efectuaron el miércoles en el barrio colindante de la mezquita. El barrio de Ca n’Anglada, una zona que antes albergaba a inmigrantes de otras zonas de España y con el cambio de siglo dio cabida a nuevos extranjeros procedentes, sobretodo, de Marruecos. Un barrio al que la crisis ha castigado con la pobreza, la inseguridad, el desempleo y el fracaso escolar. Un verdadero caldo de cultivo para radicalizarse.

El miércoles, de madrugada, los mossos detuvieron a Rida Hazem, un marroquí de 33 años que regenta una frutería. Hazem lleva 11 años viviendo en Cataluña y nueve en Ca n’Anglada. Los mossos aseguran que es uno de los principales captadores de jóvenes, capaz de lavarles el cerebro para dejarlo todo e ir a luchar a Siria. Hazem es uno de los que mantiene contacto directo con, Abdellatif Chahmout, el primer y único joven de Ca n’Anglada que, de momento, está luchando en el Estado Islámico. Ayer, su esposa estaba acompañada de su hermana en el piso de la calle Sant Crispín donde viven con sus tres hijos, la mayor tiene siete años. Estaban al lado del teléfono esperando noticias de Madrid. “Mi cuñado no ha hecho absolutamente nada más que rezar, él es muy religioso y trabajador”, aseguraba ayer Nora. “Los policías vinieron aquí y se llevaron todos los libros, no respetaron ni a los niños”, aseguraba casi entre lágrimas la esposa del, ahora, preso. La familia reconoce que había participado en reuniones con otros de los arrestados: “Son cosas de mi marido y yo no debo meterme”, afirmaba la mujer, cuya prioridad ahora es que los menores se enteren de cuanto menos mejor.

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Donde sí se respiraba alegría es en el piso, en la calle del Doctor Aymerich i Gilabertó, de David Franco Portolés, ahora convertido al islam como Ibrahim Portolés. Tahira, su esposa, acaba de recibir la llamada del abogado de oficio que le asiste en Madrid y su marido ha quedado en libertad. Ella tiene 25 años y él 24 y no hablan árabe. Los dos son nacidos en Terrassa.

Ahora están en paro pero Ibrahim ha trabajado “hasta en el MacDonald”. Hace unos años decidieron emprender la búsqueda de un dios y se refugiaron “en el islam”. “A mi marido solo le pueden acusar de buscar vídeos de recitadores del Corán y, como mucho, las películas del Estado Islámico que ha visto media España en Internet”, asegura Tahira. La catalana tapa su cabeza con un velo, dentro del piso está su madre cuidando de un bebé. Vino de Andalucía tras la detención y espera que Ibrahim defienda ahora, “que está libre”, su inocencia.

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