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Segunda vida para el templo del arte

El taller de los Masriera de la calle Bailén, copia del monumento romano de Augusto y cerrado desde el 2009, se convertirá en un equipamiento público

José Ángel Montañés
Vista cenital actual del edificio a la calle de Bailén de Barcelona.
Vista cenital actual del edificio a la calle de Bailén de Barcelona.Gianluca Battista

Les operaciones urbanísticas, como el juego, están llenas de carambolas inesperadas. Esto ha pasado con el proyecto de construir un hotel de lujo al edificio del Deustche Bank situado en la confluencia de Diagonal con paseo de Gràcia de Barcelona. El fondo de inversión que ha comprado este edificio para echarlo a tierra y construir uno más grande, comprará por diez millones de euros la construcción singular de la calle Bailén, 72, una especie de Partenón barcelonés con enormes columnas a la fachada, frontón y tímpano triangular, para cederlo gratuitamente al Ajuntament a cambio de ganar metros de edificabilidad. El jueves la comisión de Hàbitat Urbà dio el visto bueno al cambio del Plan General Metropolitano para construir el nuevo hotel, por lo cual, bien pronto, este templo del arte que mandaron construir los hermanos Josep y Francesc Masriera el 1884 para que fuera su taller de pintura y joyería, y que permanece cerrado desde el 2009, acabará convertido en un equipamiento social o cultural para la ciudad.

La construcción historicista, pese al aspecto abandonado de los últimos años, nunca ha pasado desapercibida. El edificio fue un encargo de los hermanos pintores al arquitecto premodernista Josep Vilaseca (un enamorado de la cultura clásica que también construyó el arco de triunfo y la casa de los paraguas de las Ramblas). El arquitecto lo concibió como una representación del templo de Augusto de la colonia romana de Barcino, cuyos restos habían sido descubiertos no hacía mucho. Ahora lo vemos encajado entre edificios, pero en origen era una construcción aislada, visible y airosa, de planta rectangular, con seis enormes columnas en fachada (hexástilo) rematadas con capiteles corintios, que soportan un frontón triangular en los que permanecen, vigilantes, dos animales mitológocos, dos grifos. El edificio está catalogado como Bien Cultural de Interés Local (BCIL), por lo que se ha de mantener la volumetría del edificio y la fachada, además de los espacios originales del interior.

Imatge del edificio después de su construcción el 1884.
Imatge del edificio después de su construcción el 1884.AFB

En abril de 1884 abrió sus puertas como taller y nadie en la ciudad quiso perderse el acontecimiento, tal y como recogen las crónicas periodísticas. Todos pudieron admirar las enormes esculturas que los Masriera habían encargado a Josep Reynés de dos de los pintores de referencia suyos, Marià Fortuny y Eduardo Rosales (hoy desaparecidas), que presidían el atrio del nuevo templo. La puerta de acceso era una réplica exacta a la entrada del templo del Erecteion de Atenas. Su interior, de dos plantas e iluminado por una claraboya cenital, era ostentoso y estaba abigarrado de objetos exóticos y antigüedades de varios estilos, épocas y procedencias, mobiliario, alfombras persas y tapices, instrumentos musicales, armas y objetos raros, que los pintores utilizaban en sus pinturas. Era una especie de museo particular admirado por sus clientes y amigos, que participaban en las múltiples tertulias, conciertos y representaciones teatrales que los Masriera organizaban. No era de extrañar que el edificio fuera conocido como “templo del arte”.

Imagen del interior del taller, abigarrado de objetos.
Imagen del interior del taller, abigarrado de objetos.

Francesc Quilez, conservador jefe del Gabinete de Dibujos y Grabados del MNAC, conoce bien cómo fue el edificio ya que fue comisario de una exposición en 1996 sobre los Masriera. “La familia conservaba documentación y los planos del estudio que crearon imitando el modelo del taller de Fortuny en Roma. El estudio era el escaparate publicitario en el que mostrar sus obras y obtener nuevos clientes”. Según el especialista, pese a que lo intentó varias veces, incluso vía Ayuntamiento y llamando a la puerta, jamás le permitieron acceder al interior sus actuales dueños. “En los últimos años había un hermetismo absoluto alrededor de este edificio”.

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En 1912 el gran joyero del modernismo Lluís Masriera, hijo de Josep, heredó el edificio y el estudio. Entre las reformas que realizó, una fue construir un teatro al fondo de la construcción, que más adelante, en 1933, llegó a ser el teatro Studium con capacidad para 500 personas, sin duda uno de los activos del edificio de cara a su potencial uso. “Es una muy buena noticia que el edificio se recupere para la ciudad y se le dé una nueva utilidad”, explica el ingeniero Lluís Masriera, nieto del joyero.

Confiscado por la Generalitat durante la Guerra Civil, tras el conflicto se convirtió en la sede estable de la sociedad teatral Club Helena hasta 1950. Al año siguiente el edificio fue adquirido por la congregación Pequeña Compañía del Corazón Eucarístico de Jesús para convertirlo en residencia de religiosas. Desde este momento comenzó una gran transformación del interior. Esta congregación acabó integrada en la fundación Pere Relats que es la que ha llegado a un preacuerdo para vender el inmueble.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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