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Poblenou se viste de ropa ‘vintage’, bicis de diseño y ‘foodtrucks’

La feria de Palo Alto vuelve después de que se cerrara por problemas con los permisos Los organizadores del evento esperan recibir entre 4.000 y 5.000 visitantes al día

La feria de Palo Alto vuelve al barrio barcelonés de Poblenou.
La feria de Palo Alto vuelve al barrio barcelonés de Poblenou.Albert Garcia

Sábado a las 10:58. El sol de invierno calienta un barrio de Poblenou (Barcelona) en silencio. Se trata, sin embargo, de un silencio engañoso: un centenar de personas esperan para entrar en el número 30 de la calle Pellaires. ¿La razón? Esperan acceder a la feria de diseño Palo Alto Market, que funciona el sábado y el domingo en el espacio de la fundación Palo Alto, una antigua fábrica textil que, desde los años 90 acoge a arquitectos, diseñadores y artistas. La cola de visitantes, sin embargo, es una pequeña fracción en comparación con toda la gente que tiene que asistir. "Esperamos que vengan entre 4.000 y 5.000 personas cada día", explica Pedrín Mariscal, organizador del evento.

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El mercado, patrocinado por la cervecera Moritz, cuenta con 150 expositores, entre ellos comerciantes de muebles y ropa vintage, bisutería, bicicletas de diseño y foodtrucks, camiones de venta ambulante de tapas y raciones, que llenarán el recinto de 11 de la mañana a 8 de la tarde durante cada uno de los días que dura la feria. "Nos hemos cuidado de que haya un poco de cada cosa", sostiene Mariscal, quien destaca que en el mercado también participan músicos y se celebran espectáculos de teatro.

La oferta de expositores se caracteriza, en efecto, por la variedad. Solo al entrar una multitud de camiones de venta ambulante de comida sorprende al visitante. A la derecha, una chica, desde un Wolkswagen color caqui, vende pizzas. Y una caravana morada, de nombre Fuxia Barcelona, sirve de parada de venta de Piadinas, tortas italianas hechas con harina de trigo. Pero lo primero que ve el visitante una vez entra en el recinto es una barca de pesca sobre un remolque. De color blanco y azul, su nombre es el Llaut de l’Empordà. Blai Pere es el promotor de este negocio: "Pasé seis meses en Nueva York, absorbiendo todo lo que veía como una esponja. Esta moda [de los foodtrucks] me pareció muy neoyorquina, y quería ponerla en marcha aquí". Para ello, mezcló este concepto con la idea de una barca de pesca, donde el asistente puede probar tapas al estilo de la cocina marinera del Empordà.

El mercado cuenta con 150 expositores, entre ellos comerciantes de muebles y ropa vintage

No es la primera vez que se organiza este evento. En la primera edición, el pasado 6 de diciembre, asistieron 10.000 personas, muy por encima de las 3.000 que los organizadores habían previsto en ese momento. Aquella edición debía durar del 6 al 7 de diciembre, pero se clausuró al terminar la primera jornada, porque la feria no contaba con la autorización escrita del Ayuntamiento. Se trata de un problema ya resuelto. "Cumplimos todos los requisitos de la normativa. ¡Tenemos la feria más legal y segura del mundo! ", sostiene Mariscal, quien explica también que se han mejorado otros aspectos organizativos, como la gestión del flujo de visitantes: "El espacio tiene un aforo de 1.000 personas, y sólo se deja entrar nuevos asistentes cuando vemos que ya han salido suficientes". Los organizadores esperan volver a abrir el mercado el primer fin de semana de cada mes.

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Pasado el patio de la entrada y un corredor a la derecha del recinto, las caravanas de venta de comida dejan paso a las paradas de ropa y bisutería. Entre ellas El Arca, una tienda de kimonos vintage. Nina Balmes, de 28 años, gestiona este establecimiento, que ha aportado vestuario para películas como Titanic y Vicky Cristina Barcelona. Asegura que está muy contenta con la forma en que se ha gestionado el Palo Alto Market: "La selección de expositores está muy cuidada, y los organizadores han mantenido un cierto nivel para cada tipo de negocio". Balmes vende kimonos importados directamente de Japón. Piezas exóticas de colores suaves y tejidos frescos, para novias que quieran vestirse de manera diferente para su boda. "Hay una combinación de tres vestidos de boda, de color blanco, rojo y dorado, que la novia se pone en un momento de cada ceremonia. Son muy bonitos ", explica.

Mientras Balmes habla, el flujo de asistentes va creciendo. Padres y madres con sus hijos, y grupos de jóvenes pasean por las calles del Palo Alto Market. En medio de todo este revuelo, un grupo de amigos toma unas cervezas. Marc Soler, vestido con un jersey de punto rojo, es uno de ellos. Soler, de 26 años, confiesa que está encantado. "Mi hermana, [que estuvo en el recinto el 6 de diciembre], me lo había recomendado. Me gusta sobre todo que se haga dentro de un espacio industrial. No me esperaba que pudiera haber todo esto dentro de una antigua fábrica". ¿Hay algún expositor que le haya sorprendido? "He visto una parada de vinilos que me parece brutal", explica Soler

"No me esperaba que pudiera haber todo esto dentro de una antigua fábrica", explica Marc Soler, uno de los visitantes

La oferta cambia notablemente en función del espacio. Una de las naves del recinto acoge expositores de muebles y ropa, pero también un espacio donde se ofrecen accesorios para personas que quieran guardar su tableta con materiales naturales, como el cuero y la madera. Son los productos que ofrece Palila. "Nos atrajo de Palo Alto la variedad de marcas que había. Además, el espacio es buenísimo ", asegura Tacho Domènech, fundador de este fabricante artesanal de fundas para móviles y tabletas. Cerca de este expositor, Mireia Argal, de 23 años, pasea con dos amigos. No es el primer evento que ella visita. "En Sant Cugat fui a una feria vintage, y buscaba algo así". ¿Qué busca Argal? "Hay cosas que no puede encontrar en un mercado normal. Por ejemplo, un maniquí para colgar la ropa ", explica.

A su alrededor, los visitantes continúan paseando. Caminan entre expositores. Hablan con ellos. Algunos pueden sentirse atraídos por una camiseta vintage. Otros, por una bicicleta fabricada con bambú, o por los pasteles que se ofrecen en otra parada, hechos a mano. Todo ello, con la música de fondo de un violín y una guitarra española. Un espectáculo que hace las delicias de todos los gustos y todas las edades. Y, de momento, parece que la fórmula funciona: la cola para entrar en la fábrica ha crecido hasta las 200 personas poco después de las 12 del mediodía.

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