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Un mini MNAC en Sitges

Los museos de El Cau Ferrat y Maricel reabren este lunes, tras cuatro años de reformas

José Ángel Montañés
El estudio de Santiago Rusiñol, tal y como el lo dejó, ahora tras la reforma de todo el Cau Ferrat y el Museo de Maricel.
El estudio de Santiago Rusiñol, tal y como el lo dejó, ahora tras la reforma de todo el Cau Ferrat y el Museo de Maricel.massimiliano minocri

Con precisión, destreza y mucha técnica. Con grandes dosis de mimo, sin límites de horas y, sobre todo, de forma imperceptible y anónima. Así se enfrenta un restaurador ante la obra de arte en la que tiene que intervenir para devolverle todo su esplendor. Lo mismo que el trabajo realizada en el Cau Ferrat, el museo más importante de Sitges, que ha permanecido cerrado durante cuatro años sometido a una restauración integral. Tras descolgar miles de piezas de paredes y techos, todas las que reunió en vida su dueño, el dramaturgo y pintor Santiago Rusiñol; de acabar con la humedad ocasionada por la proximidad del mar, que literalmente entra bajo el edificio; de impedir que el sol siguiera alterando con sus rayos las piezas y dotar al museo de lo necesario para transformarlo en un equipamiento del siglo XXI, las obras han vuelto a su lugar de origen, tal y como la colocó Rusiñol en su casa-taller-estudio, cómo si no hubiera pasado el tiempo en este llamado “templo del Modernismo” y no se hubiera intervenido nunca.

Cuatro años cerrado en obras que han costado 9,7 millones de euros, en los que los andamios han cubierto la fachada y se han vivido momentos tensos como un proyecto fallido que transformaba de forma radical su fachada marítima; este lunes abre sus puertas, el nuevo Cau Ferrat. También sus vecinos, la Casa Rocamora y el Museu de Maricel, convertidos los tres en un solo centro; una especie de mini MNAC, en el que se explica el arte catalán desde el siglo X hasta el siglo XX, que convertirán esta localidad en una cita obligada de los amantes del arte, como lo fue en el siglo XIX.

La historia de este rincón único de Sitges es larga. Todo comenzó cuando Rusiñol compró una casa de pescadores en 1892 junto al mar, en el Racó de la Calma para establecer allí su estudio. Sería un refugio para los amantes de la poesía, un Cau, y un lugar para exponer su magnífica colección de hierros forjados: el Cau Ferrat. Un lugar por donde pasaron sus amigos, la mayoría artistas catalanes de los más importantes del momento. Entre los actos remarcables que protagonizaron juntos destacan las Fiestas Modernistas impulsadas por Rusiñol, como la de 1894 en la que una procesión laica por la ciudad llevó a las dos obras de El Greco, Las lágrimas de San Pedro y Magdalena Penitente, que acababa de comprar en París hasta el Cau Ferrat. Pinturas que en los últimos cuatro años —como otras 231 obras— han participado en exposiciones nacionales e internacionales. La última, El Greco. La mirada de Rusiñol, en Barcelona, “pero no faltarán a la inauguración”, explica Vinyet Panyella, directora gerente del Consorcio del Patrimoni de Sitges, y responsable última de todo el trabajo.

El Cau Ferrat vuelve a presentar, tras la exhaustiva reforma a la que ha sido sometido durante cuatro años, un aspecto idéntico al que tuvo en origen con Rusiñol

En la nueva presentación del Cau Ferrat se pueden ver 28 óleos realizados por Rusiñol repartidos por toda la vivienda; en su comedor, en la que se ha recuperado el azul Sitges (añil) de las paredes; en la sala del surtidor, en la que lucen la vidriera original que tamiza la luz del exterior; en su estudio, en el que se pueden ver las pinturas que consideraba más próximas y los recuerdos de sus viajes por París o Roma; en su dormitorio, en el que destaca una enorme cama de Olot —en la que no dudó en fotografiarse acostado fumando en pipa— y, sobre todo, en el gran salón neogótico del primer piso, junto con obras de Ramon Casas, Picasso, Pichot, Fondevila, Ignacio Zuloaga, Darío de Regoyos, Manolo Hugué, Pau Gargalló o Enric Clarasó, entre otros, además de las importantes colecciones de cerámica, vidrios catalanes y, sobre todo, hierro forjado, de las mejores de Europa.

Pero la apuesta de Sitges por sus museos no se limita al Cau Ferrat. Frente a la intervención mimética con el edificio vinculado con Rusiñol, en el contiguo Museo de Maricel se ha optado por diseñar un completo y moderno recorrido artístico, en el que se abandona el horror vacui anterior. Aquí se puede hacer un recorrido por diez siglos de arte catalán a través de las obras de la colección del ginecólogo Jesús Pérez-Rosales, considerada hasta hace poco menor, que para sorpresa del visitante adquiere una nueva dimensión. “Es una colección comparable con otras de mayor fama”, asegura Panyella, tras seleccionar lo bueno y mejor y exponer 269 piezas, el 30% de las cuales no se habían expuesto antes. Entre ellas, destacan los retablos románicos y góticos de Pere Serra, y los maestros de d'All, Maluenda, Armisén, Belmonte o Viella, tallas como la del Marededéu de Sant Miquel del Fai o esculturas de Pedro Berruguete. La intervención en el edificio ha acabado resaltando la majestuosidad de muchas de sus salas, como la gótica del sótano del antiguo Hospital de Sant Joan y, sobre todo, el maravilloso balcón sobre el Mediterráneo, uno de los rincones más evocadores del conjunto, donde se han colocado tres esculturas noucentistas de Joan Rebull, que aparecen recortadas sobre el azul del horizonte.

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Como una consecución natural, se exponen a continuación las obras de la colección de Arte de la Vila, reunidas por el Ayuntamiento de la ciudad a lo largo de los años. También las últimas adquisiciones (34 donaciones y 42 compras en los últimos cuatro años) efectuadas por el Consorcio de Patrimonio de Sitges (formado al 50% por la Diputación de Barcelona y el Ayuntamiento de Sitges). Son nuevas obras de Ramon Casas, Miquel Utrillo, Arcadi Mas i Fondevila o Artur Carbonell. También obras procedentes de depósitos provenientes del fondo de arte de la Generalitat, el Museo de montserrat o el MNAC, que ha dejado cinco, entre ellas, un fantástico y enorme casas en el que aparece retratada de cuerpo entero la mujer de Utrillo, Dolors Vidal con Sitges de fondo. “Es una de las mejores obras que podría dejarnos el MNAC”, explica Panyella.

La colección de Pérez-Rosales toma más relevancia de la que tenía hasta ahora, tras la selección de las mejores piezas, algunas excepcionales

En este recorrido se han creado varias salas de un tema específico, como la dedicada a la Escuela Luminista, con obras de Joan Roig i Soler, Arcadi Mas i Fondevila, Antoni Almirall, Joaquim de Miró i Argenter, Joan Batlle i Amell, entre otros, por supuesto al Modernismo en Sitges, con las pinturas que decoraron la Cervecería del Cau Ferrat, firmadas por Rusiñol, Mas i Fondevila, Almirall y Càndid Duran, y el Noucentismo, con Joaquim Sunyer, Pere Jou, Lola Anglada (magníficas las tres pinturas de esta autora), Ismael Smith, Xavier Nogués, Josep Clarà, Pau Gargallo y Apel·les Fenosa, entre otros.

La magnífica colección de obras que se presentarán en Sitges desde la semana que viene podría ser mayor. En la complicada historia de este ónfalo del arte podría sumarse la colección de Charles Deering, un ciudadano kane que llegó a Sitges de la mano de Casas, que reunió una colección con 4.000 obras de arte en Maricel. El azar hizo que en 1921 acabaran, en parte, viajando a Estados Unidos, mientras que lo que no viajó se subastó en 1986. En Cataluña solo permanece la famosa Virgen de Bellpuig de les Avellanes, desde 2012 en el Museo Diocesano de Lleida. Pero esa es otra historia. La víspera de la apertura, Panyella explica orgullosa: “Alguien importante relacionado con la cultura ha asegurado tras visitarnos que a partir de ahora, ya no hará falta viajar a Barcelona para ver museos”.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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