_
_
_
_
_

La bella y la polémica

Poco más de un año después de ser convertido en Parque Nacional, los habitantes de Guadarrama, la sierra entre Madrid y Segovia, no ven claro su futuro

Embalse de Santillana en Manzanares el Real.
Embalse de Santillana en Manzanares el Real.Santi Burgos

La sierra de Guadarrama no tiene los montes más altos ni la fauna más exótica, pero sí algo que la hace única: “Es difícil encontrar en el mundo un lugar que ofrezca alta montaña a poco más de una hora de una capital con más de cinco millones de habitantes”. Lo dice Rafael Sánchez, alpinista que ahora regenta la Venta Marcelino, emblemática hospedería situada en el majestuoso entorno de Peñalara. Hace poco más de un año que se declaró por ley el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.

Mediodía, en una cafetería de la avenida principal que cruza el pueblo homónimo: el dueño, que sirve en la barra de riguroso mandil, responde a la pregunta mientras pone un café: “¿Guadarrama, parque nacional? Es de cara a la galería; aquí no ha cambiado nada”. Un grupo de jubilados asiduos, vino blanco en mano, se suma alegremente al debate. “Cada vez viene más gente por aquí”, coinciden. Sin pretenderlo, han dado con las claves del sentir general de los moradores de la región.

La situación: en junio de 2013, esta zona de paisajes exuberantes entre Madrid y la provincia de Segovia se declaró parque nacional por parte del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Calificación por la que llevaban años luchando tanto los pueblos limítrofes como diversas asociaciones ecologistas. El resultado no ha sido del todo satisfactorio: ni la demarcación del espacio protegido, ni los usos permitidos o prohibidos, convencen a casi nadie. Las organizaciones ecologistas denuncian que la normativa que rige ahora la sierra de Guadarrama se abre a usos incompatibles con la conservación del entorno; muchos de quienes viven en los pueblos colindantes se quejan por una masificación de visitantes cada vez mayor.

No mejora esta percepción la reciente aprobación, con el único apoyo del PP, de la nueva Ley de Parques Nacionales, que permite y prorroga usos hasta ahora prohibidos en estos lugares protegidos como, por ejemplo, la caza. “En este aspecto no ha afectado a Guadarrama”, matizan en Ecologistas en Acción, “porque la normativa que rige su declaración de parque nacional es aún más permisiva”. En esta zona se ha prorrogado la caza hasta 10 años, así como la explotación forestal o los acuíferos, aunque estos durante menos tiempo. El codirector del parque, Pablo Sanjuanbenito, lo matiza: “Hay titulares de derechos, propietarios de terrenos, no puedes arrebatárselos de un día para otro. La moratoria de caza u otros usos es como una foto fija: no se pueden abrir nuevas zonas de caza, ni otras especies. Mientras tanto, buscaremos acuerdos con los propietarios de esos derechos. Llegará un momento en que se les diga que ya no pueden cazar más”. El Ministerio de Medio Ambiente corrobora esta versión: “Si en la moratoria no se llega a acuerdos, recurriremos a la expropiación”.

Un repecho junto al risco de La Maza, en La Pedriza Anterior. Al fondo se ven los picos de Las Torres y Cuerdalarga.
Un repecho junto al risco de La Maza, en La Pedriza Anterior. Al fondo se ven los picos de Las Torres y Cuerdalarga.Santi Burgos

En Ecologistas en Acción tienen el temor de que prohíban la caza deportiva, pero que esta se “cuele” por la caza de control poblacional, que sí estará permitida cuando una especie se reproduzca desaforadamente por no tener un depredador natural. Advierten, además, de que la nueva Ley de Parques Nacionales “ha afectado a Guadarrama en temas que reducen aún más la protección, como el vuelo sin motor, hasta ahora prohibido”. El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo, añade: “Lo de parque nacional no es, de momento, más que una etiqueta para aumentar el número de visitantes”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los cazadores están en el centro de la polémica por la moratoria, como Pedro Alvariño, cuyas quejas, en contra de lo esperado, van en consonancia con los grupos ecologistas. “¿Parque nacional? Eso solo nos dificulta las actividades de repoblación, porque somos los únicos depredadores que repoblamos. Intentamos, por ejemplo, proteger con ramas las madrigueras de los conejos para que se reproduzcan, pero hoy por arrancar una rama seca te pueden poner una multa”, señala. Lo que más dificulta la pervivencia de las especies cinegéticas es, como él afirma, “la presión demográfica; los animales viven de alimento, espacio y tranquilidad. Esto último cada vez es más complicado con la cantidad de gente que viene”.

Alvariño, oriundo de Manzanares del Real, se ha prejubilado con 61 años, y admite que lo suyo no son “ni los bares ni el dominó, sino el campo, y la caza. Pero cada vez está más difícil: domingueros, ciclistas, familias, turistas…”. Enumera. Carol Sala, de la empresa de educación ambiental Ednya, que opera en la zona, matiza este temor: “La declaración de parque nacional siempre es una buena noticia. Aunque hay que asumir que va a llegar un turismo más familiar a partir de ahora y, desde luego, más gente. Pero tenemos una obligación de protección mayor, y eso supone el reto de generar negocios en la zona aún más sostenibles. Eso siempre es bueno”.

Pedro Alvariño, cazador y vecino de Manzanares el Real, en el coto de El Chaparral.
Pedro Alvariño, cazador y vecino de Manzanares el Real, en el coto de El Chaparral.

En el último año el Parque Nacional de Guadarrama ha recibido 3,5 millones de visitas, según declaraba hace poco el consejero de Medio Ambiente, Borja Sarasola. “Mucho más que cualquier otro, ¿eso es un motivo para sentirse orgulloso?”, se preguntan en Ecologistas en Acción.

Antonio Sáez de Miera, presidente de la asociación Amigos del Guadarrama y activista desde hace 35 años (tiene 79) por su conservación, apoya la declaración del parque, pero con cierto desencanto: “Esperaba una mayor autonomía respecto a la consejería y, por supuesto, una dirección única, no dividida entre las dos provincias; ¿Qué les importa a las águilas en cuál están cada vez que las sobrevuelan?”, se pregunta.

Una joven guía de grupos de montañismo del pueblo de Los Molinos tiene sus reservas con la declaración de parque nacional: “Lo que lo diferencia del resto es su presión demográfica: cinco millones de habitantes de Madrid deseando pasar aquí el fin de semana. Ahora, con la declaración de zona de máxima protección, esa presión aumenta porque vendrá gente de toda Europa”. Ella organiza rutas por Peñalara o La Pedriza, y conoce el problema. “Hay casetas que controlan el número de coches y personas que suben, pero muchas veces no es suficiente. Además, ¿qué pasa con el resto de las zonas?”, se pregunta.

La montañera critica la demarcación del parque que, visto desde un plano cenital, tiene una extraña forma de ancla: incluye las cumbres, pero no las faldas de los montes y lo que contienen. En un principio, el ministerio planeó llamarlo Parque Nacional de las Cumbres de Guadarrama, pero finalmente lo desecharon, probablemente porque servía a la polémica. “La demarcación no sigue un criterio científico, sino político”, denuncian desde WWF, y añaden: “Se han dejado fuera zonas privadas en situaciones desreguladas, algunas con un gran valor medioambiental como el pinar de los Belgas, con una población de cuervos referente en Europa”. Y añaden: “Se potencia Guadarrama como parque nacional para recalificar las zonas llamadas preparque, urbanizarlas y planificar campos de golf aprovechando la mayor afluencia”.

“Yo no lo tengo claro”, asegura Francisco Javier Colmenarejo. A sus 55 años, es cabrero desde hace casi medio siglo. Regenta ahora la quesería Santo Mamés, cerca de Navarredonda, y, según dice, la mantiene a duras penas. “Creo que lo de parque nacional es solo par atraer más turismo; a los ganaderos y artesanos como yo, apenas se destinan ayudas. Sobrevivimos a pesar de las inspecciones continuas por el hecho de ir por nuestra cuenta”, denuncia. Es de los pocos artesanos de queso de cabra que quedan en Madrid, pero no siente apoyo alguno. “A mi alrededor sufro monterías y grupos de mountain bike. ¿Dónde queda el parque nacional?”. Sáez de Miera rebate, más optimista: “Está bien que los pueblos crezcan por la declaración, pero el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama debe seguir siendo un lugar de observación, no de prácticas deportivas, donde su conservación sea su razón de ser. Ya veremos si lo conseguimos”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_