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Las otras violencias contra la mujer

La normativa tiene lagunas para afrontar el acoso en Internet o en el trabajo

Una adolescente revisa un mensaje de móvil.
Una adolescente revisa un mensaje de móvil.PACO PUENTES

“Estabas en línea, te he escrito un whatsapp y no me has respondido. ¿Por qué, qué haces, con quién estás? Respóndeme. He visto que te has conectado por última vez de madrugada ¿Con quién hablabas? Como no me hagas caso cuelgo en Internet una foto tuya sin ropa. ¿Quién es ese que has agregado al Facebook? ¿Es verdad que estás con tus padres? Mándame una foto. Envíame tú ubicación”... Estas frases son algunos ejemplos de otras formas violencia contra la mujer. En este caso, ligadas a las nuevas tecnologías y de especial incidencia entre los más jóvenes. Pero hay más, como el acoso callejero, el laboral, la trata o las violaciones. Según la normativa estatal, si no se ejercen en ámbito afectivo no son consideradas como violencia de género y a todos los tipos de agresiones se les suma la dificultad para demostrarlas.

Amenazas en el ámbito económico

La violencia económica incluye la privación intencionada de recursos para el bienestar físico o psicológico de la mujer y de sus hijos o la discriminación en la disposición de los recursos compartidos en la pareja. “Puede estar vinculado a los casos en los que las mujeres no pueden llegar a ser independientes, aunque trabajen o hayan trabajado, porque los hombres controlan los recursos de ambos”, explica la profesora especializada en género Belén Zurbano.

Este tipo de violencia, que se ha visto agravada con la crisis, trasciende al ámbito laboral. Eli García, secretaria regional de la mujer en CC OO, detalla que llevan mucho tiempo atendiendo situaciones de acoso en el trabajo, pero que el paro, la crisis y la persistencia del machismo extienden las conductas discriminatorias.

García explica que el observatorio de su formación lleva años denunciando discriminación tanto en los criterios de selección, donde se excluyen a mujeres que quieran tener hijos, como en las ofertas, donde se establecen condiciones que fomentan la desigualdad.

No les llegan denuncias de una práctica que admite como posible y sobre la que considera “interesante” que se piense en generar “mecanismos de alarma” o de “prevención”. Se trata del acoso que se registra durante las entrevistas de trabajo aprovechando la situación de necesidad de la demandante de empleo. Al registrarse cuando aún no hay una relación laboral, entra en una categoría distinta, pero se da. “Es fácil que las personas con perfiles machistas se muestren así en estas situaciones, que no se han identificado como un problema laboral”, advierte.

Una vez en el trabajo, la situación puede llegar a niveles espeluznantes. En octubre, la Audiencia de Huelva condenó a 58 años y ocho meses de prisión a un exdirector de una aseguradora por acosar, abusar y atentar contra seis de sus empleadas durante años.

“Hay mucha más violencia además de la física. Ahora hemos perfeccionado lo que miramos. Identificamos más fenómenos que antes estaban normalizados, y algunos de ellos siguen viéndose así. Son otras violencias contra la mujer no consideradas dentro del concepto ni de las leyes de violencia de género”, explica Belén Zurbano, profesora e investigadora de la Universidad de Sevilla en este ámbito. “Prácticamente los únicos indicadores que hay para medir la violencia son las muertes, las denuncias y la morbilidad hospitalaria, así que hay mucha información de agresiones que se pierde y que no está ni en el paradigma social ni en la ley”, explica Zurbano.

Las más novedosas de estas formas de acoso o agresión son las vinculadas a las nuevas tecnologías. “La violencia en las redes sociales está presente 24 horas al día y siete días a la semana y su detección es casi imperceptible para los profesores o los padres de los jóvenes”, considera la psicóloga especializada en género Laura Ocaña. "Existen problemas de control, persecución y acoso entre jóvenes a través de las redes que no tienen diferencia con la violencia de género”, añade Encarnación Aguilar, directora general de Violencia de Género de la Junta. Según los datos que manejan, un 7,9% de chicas admite ser víctima de ciberacoso, en cambio, solo un 2,9 de ellos reconoce ser acosador. En este sentido, la investigadora Zurbano advierte que las nuevas tecnologías se han convertido en una “herramienta más de control y dominación en la pareja, generalmente contra las mujeres”.

Pese a la constancia de la existencia de estas otras formas de violencia, es complicado que se tengan en cuenta desde el punto de vista legislativo. De entrada, la norma estatal solo considera la que se da en el ámbito afectivo, aunque la ley andaluza (2007) es más abierta. Añade la violencia económica a las amenazas, coacciones, privación de libertad y agresiones físicas, sexuales y psicológicas. También amplía la consideración de actores violentos. Además de los cónyuges, excónyuges o personas ligadas por relaciones de afectividad, incluye a los hombres del entorno familiar, social o laboral.

Las tecnologías se usan como herramientas de control y dominio
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Y si la incorporación de nuevas definiciones de actores y otros tipos de violencia en la norma ya es difícil, también lo es la demostración de los daños psicológicos o del sufrimiento a través de amenazas, humillaciones, vejaciones, aislamiento, culpabilización o limitación de su libertad. “En este aspecto hay menos índices de estudios y herramientas de detección. Es difícil conocer sus cuadros clínicos y los procesos de traumas. Además, los testimonios de las víctimas suelen ser inconexos o incoherentes, pero no por eso es sintomático de que no haya violencia”, alerta Zurbano.

Desde Justicia reconocen que la violencia psicológica está muy silenciada, que es la primera en aparecer y que es más difícil de demostrar que la física. “Tenemos una unidad de valoración que analiza las evidencias de la víctima. En lo que va de año se han abierto más de 800 procedimientos por violencia psicológica con órdenes de protección. 600 de los ellos por amenazas”, matiza Aguilar. "En la violencia a través de las nuevas tecnologías, los fiscales de delitos tecnológicos indican que los actos dejan rastro en el teléfono o en el ordenador y pueden ser perseguibles", añade.

El daño psicológico es el primero que se ejerce, pero apenas se conoce

Para erradicar cualquier forma de violencia, la solución reside en la educación. El respeto, la libertad, la igualdad y la confianza son cuatro de los pilares sobre los que trabaja Ocaña en sus cursos de formación para jóvenes, para modificar la realidad: el 24% de los jóvenes andaluces considera que el lugar de una mujer está en su casa, con su familia, y el 10% cree que el hombre es el que debe tomar las decisiones.

“Las relaciones de pareja son para hacernos más felices de lo que podemos ser estando solos. Hay que trabajar en eso, cada uno de los cuatro pilares son básicos para una relación sana”, declara Ocaña. “Parte del problema es que no se nos ha enseñado a querernos ni a desarrollarnos bien, parece que la mujer solo se siente válida cuando alguien la quiere, y parece que el hombre no debe mostrar más sentimientos que los de rabia. Hay que trabajar mucho la autoestima y la inteligencia emocional para saber relacionarnos de forma sana”, propone.

El Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) ya ha puesto en marcha una investigación sobre los riesgos y consecuencias de la violencia de género a través de las “tecnologías de las relaciones, la información y la comunicación (TRICs)”. El trabajo incluirá un protocolo de intervención profesional para actuar en estos casos, una guía de orientación a familias, cursos de formación y asistencia psicológica a jóvenes. Además, ha creado una aplicación llamada Detecta amor, para identificar el machismo y aprender a relacionarse en parejas.

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