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Una fotógrafa en la sombra

Terrassa homenajea a Juana Biarnés, una de las primeras mujeres fotoperiodistas

Juana Biarnés sostiene una de sus fotografías a los Beatles.
Juana Biarnés sostiene una de sus fotografías a los Beatles.cristóbal castro

Su cámara retrató a los personajes más renombrados de los años 60 y 70. Pero nunca con una mirada convencional. Joan Manel Serrat echando una cabezadita, el torero Manuel Benítez El Cordobés en ropa interior, Alfredo Landa con mirada triste o las entonces infantas y el príncipe Felipe, simplemente siendo niños. Son algunas de las imágenes que forman la primera exposición retrospectiva de Juana Biarnés (Terrassa, 1935) que su ciudad natal le ha organizado como homenaje a la que fue una de las primeras mujeres fotoperiodistas españolas.

La trayectoria de Biarnés no fue fácil. Mujer, joven, rubia, atractiva y armada con una cámara de fotos no era una imagen habitual a principios de los 60, y menos en los campos de fútbol que ella regentaba. Allí se curtió como ayudante de su padre, también fotógrafo. Los improperios que tuvo que aguantar en esa época –del estilo “¡tu sitio está en la cocina!”- no hicieron mella en su vocación, sino al contrario. Su espíritu de superación se puso de nuevo a prueba con las inundaciones que asolaron su ciudad y la comarca del Vallès en 1962. El país conoció la tragedia gracias a sus fotografías que emitió TVE, que ella misma llevó en mano hasta los estudios de Miramar.

A pesar de todas estas dificultades, Biarnés acostumbra a asegurar que su vida está plagada de momentos de cuentos de hadas. Gracias a uno de ellos logró un contrato con diario Pueblo de Madrid, en el que trabajó desde 1963 hasta 1972. Los protagonistas del cuento fueorn nada menos que los Beatles. La joven se coló en el avión que los llevaba de la capital hasta Barcelona y los siguió hasta el hotel. “El no ya lo tienes, ahora hay que ir a por el sí”, recuerda Biarnés. Y llamó a la puerta de la habitación. Pasó tres horas con el grupo y consiguió unas fotografías insólitas que muestran escenas con los músicos relajados.

“Yo siempre he buscado la parte más humana de las personas. Con los famosos intentaba no estuvieran pendientes de mí, sino que era yo la que estaba pendiente de ellos. Así conseguía retratarlos en situaciones distendidas”, abunda Biarnés. Con esta táctica logró que su reportaje sobre la Familia Real captara a las infantas y el príncipe con gestos naturales y actitud de simples niños. En otra de las instantáneas reunidas en la exposición, que acoge la Sala Muncunill hasta el 2 de noviembre, se ve a Serrat tirado en un sofá durmiendo la siesta. “Con Serrat nos veíamos mucho y un día quedamos a comer en casa, él estaba cansado y se echó una siesta. Y lo cogí así”, explica Biarnés, dejando entrever una sonrisa pícara.

Asegura que el secreto de su relación con la jet set era la confianza y la complicidad. “Me dejaban hacer las fotografías, a sabiendas que si no querían que se publicaran, yo cumplía con ello”, tercia Biarnés. Esto le valió regalos como conseguir fotografías irrepetibles del Rudolf Nureyev junto a Antonio El Bailarín. “Juana era amiga de Antonio y a él le interesaba tener fotografías con Nureyev, que nunca se dejaba entrevistar, así que acordaron que ella se haría pasar por secretaria de Antonio. En un momento de distensión en el jardín de la casa de Antonio le preguntó a Nureyev si su secretaria podía hacer unas fotos y así las consiguió”, explica Cristóbal Castro, fotógrafo e impulsor de la exposición.

Biarnés fue fotógrafa oficial del cantante Raphael durante muchos años. Durante ese tiempo lo retrató en momentos entrañables como soplando las velas de su 28 aniversario en la Plaza Roja de Moscú. En plena era soviética, la joven intrépida logró que un panadero moscovita le hiciera un pastel y se lo entregó al cantante después de un concierto en la capital rusa. “Fuimos a la Plaza Roja a celebrarlo y vino la policía. Pero al decirles que allí estaba Raphael, nos dejaron en paz. En esa época él era como un Dios allí”, rememora Biarnés, que este año recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalitat.

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Después de dejar el diario Pueblo, la fotógrafa trabajó para otras publicaciones como Blanco y Negro o ABC. También fundó su propia agencia, Sincro Press, que la llevó a viajar a Estados Unidos. En 1985 se retira de la fotografía, cansada de la superficialidad que empezaba a impregnar el sector. Se refugió en Ibiza, donde montó un reputado restaurante al que acostumbraban a acudir sus amigos famosos, incluidos el conde de Barcelona Juan de Borbón.

“El nombre de Biarnés era mítico entre los fotógrafos de Terrassa, tanto por su padre como por ella, pero no nadie sabía nada de ella ni había visto su trabajo”, asegura Castro. El exilio profesional de Biarnés hizo que su obra casi cayera en el olvido, pero su participación en una exposición de la famosa fotógrafa Colita hace unos años despertó la curiosidad de Castro. Entonces inició su búsqueda, la localizó y descubrió los negativos que se almacenaban en la residencia actual de Biarnés en Viladecavalls (Vallès Occidental). Castro no dejaba de asombrarse, allí había auténticos tesoros que ahora empiezan a ver de nuevo la luz. Y detrás de ellos, grandes historias.

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