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Patrimonio eclesial en el purgatorio

La Iglesia defiende a dos curas a los que los vecinos acusan de dar el “cambiazo” a una Virgen del siglo XV pero reconoce que la “repararon” a espaldas de Patrimonio

Fieles a la Virgen de Conforto con el antes y el después de la imagen de la santa en primer término.
Fieles a la Virgen de Conforto con el antes y el después de la imagen de la santa en primer término.PEDRO AGRELO

“No se me va de la cabeza: era una bolsa de las rebajas de El Corte Inglés. Fue el martes de la semana pasada. Nos enteramos de que la santa no estaba en el altar, que había otra Virgen puesta en su camarín, una que tenemos para hacer la rogación alrededor de la iglesia en días normales, porque la auténtica solo sale en procesión el 8 de septiembre. Fuimos a pedirle explicaciones al cura. Estaba todo el mundo en la sacristía, pero él se negaba a decirnos nada. Entonces vi entrar por la puerta al párroco de Riotorto con la supuesta Virgen de Conforto metida en la bolsa. Venía ya vestida con ese traje que no es el suyo. La santa no nos coincide. No nos convence. No tiene la misma cara. La ropa de antes le viene ancha. ¡Queremos que se investigue. Que venga Patrimonio!”.

Mañana es el día grande en el Santuario de Nosa Señora de Conforto (A Pontenova), y el pueblo lucense de 263 habitantes que en día y medio recogió 528 firmas de protesta está en pie de guerra contra su cura, Xosé Anxo Fernández, y un amigo de este, Antonio Rúa, párroco de Riotorto. El último viernes de agosto, los vecinos cuentan que retuvieron a los dos sacerdotes dentro del santuario mientras otros lograban sacar en volandas la imagen. Se la fueron pasando, le levantaron las sayas para comprobar si era la misma. Alguien llegó con un libro gordo que cuenta la historia de la parroquia y leyó: “La Virgen mide 40 centímetros”. Entonces, sacaron el metro. La supuesta Nosa Señora del “cambiazo” daba la talla exacta. La imagen venerada, una escultura policromada en frágil piedra caliza que el propio párroco de Riotorto dató en el siglo XV (probablemente esculpida en un taller del norte de Europa y traída en barco como mercancía), “no es nueva, es la misma pero está arreglada”, dice el cura.

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El pueblo pide otro sacerdote para la fiesta, pero el obispado niega haber tomado esa cautela en un día que va a transcurrir con misas a cada hora. Mañana la romería se va a celebrar bajo custodia policial: “Ya nos avisaron del cuartel que va a haber dos patrullas de la Guardia Civil por lo menos”, cuenta una portavoz vecinal. “No vamos a parar hasta saber la verdad”, advierte. “No queremos a este cura. No confiamos en él. Y no entendemos por qué tiene que estar aquí todos los días el de Riotorto. Ellos dicen que es la misma Virgen, pero nadie puede saberlo mejor que las mujeres que llevan treinta y pico años vistiéndola y preparándola. Y ellas no la reconocen. Creen que le dieron el cambiazo”.

Además, sospechan que faltan joyas. Según los vecinos, “primero faltó un cordón de oro, y a partir de mayo más cosas”. El párroco de Conforto niega todo esto. Dice que todas las alhajas ofrecidas a la santa por sus devotos están en la sacristía. Tras una denuncia secundada por 200 vecinos, esta semana la Guardia Civil abrió una investigación. Por su parte, el cura de Riotorto denunció en el juzgado a un grupo por injurias y agresión durante los altercados de hace dos viernes.

La gente los culpa por igual porque el segundo reconoce que el lifting a la santa fue idea y en buena parte obra suya, aunque también de un cantero pontevedrés al que le encargaron que pegase la imagen, desmembrada en cinco pedazos y despojada de su vástago desde nadie sabe cuándo. Alguna vez esta Virgen con alma de piedra cayó y quedó deshecha. Desde entonces, sujetaban los fragmentos una armadura improvisada con tela de saco, cuero y cordel de atar los chorizos.

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Rúa aporta abundantes fotos del proceso de “reparación” (término que también prefiere usar en lugar de “restauración” para explicar lo ocurrido Antonio Rodríguez Basanta, vicario general de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol), y reconoce un par de hechos en su contra. El primero, que lo hicieron todo aprisa y no avisaron a nadie: ni a los parroquianos que sienten la santa como suya, ni al obispado, ni a la Dirección Xeral de Patrimonio. El segundo, que sin ese permiso él mismo se tomó la libertad de darle “un poco de color” al rostro, con la policromía gastada y las mejillas rayadas, y hacerle una “manecita” de madera nueva para sustituirle la diestra. En tiempos remotos que ya nadie recuerda en Conforto, y para facilitar la tarea de vestir a la santa con ropa de tela, tal y como marcaba la moda, algún cura que sin duda está ya en el otro mundo mandó serrarle a la Virgen la figura del Niño Jesús que llevaba en brazos. De paso también se llevó la mano siniestra, adherida sin remedio al trasero de la criatura.

Esa parte no se perdió. Seguía estando en la sacristía. Pero desde entonces, Nosa Señora lucía dos manos postizas cogidas “de otra figura, totalmente desproporcionadas, que le daban un aspecto monstruoso”, describe el clérigo, que asegura ser licenciado en Historia del Arte y tener el título de restaurador. Probablemente la peor afrenta, porque muda por completo la expresión de la Virgen que todos conocen, fue la decisión de cambiarle a la santa el color de los ojos. Antes miraba azul y como desde el más allá. Ahora mira marrón, con iris enormes.

“Tanto la mano como la pintura de la cara son intervenciones totalmente reversibles. Yo lo único que quería era ayudar a mi compañero, que es un buenazo, y poner bonita a la Virgen. ¡Tenía unas ganas de sacarle aquel saco y aquel hilo de los chorizos!”, protesta el cura, que no esconde su cabreo con los feligreses que denunciaron los hechos a la Guardia Civil. “Son unos bellacos, mienten por los poros de la piel. Lo que pasa es que odian a muerte al párroco. Lo que menos les importa es la Virgen. Les mueve un ánimo de venganza feroz, porque el cura de antes les celebraba todas las misas que querían en las capillas y el nuevo no se las hace”.

El obispado afirma que no alberga dudas sobre la autenticidad de la talla. Al menos públicamente, da por buenas las explicaciones de los religiosos y justifica que “actuaron de buena fe”. Según el vicario general, existe un inventario del patrimonio de las 420 parroquias de la diócesis y desde hace unos meses “se está actualizando”. En él habrá que dar de baja, por ejemplo, las piezas de las parroquias de Ribadeo y Trabada que todavía no han aparecido, después de que hace dos años el obispado denunciase al hoy excura José Emilio Silvaje por la desaparición de unas 40.

Los parroquianos de Conforto tienen demasiado presente este grave caso de expolio, que aún no ha llegado a juicio, acaecido tan cerca de sus casas. “Aparecieron varias imágenes en una cuneta en Lourenzá”, comentan escandalizados. Pero además, hace nada que salió deslumbrante en todas las televisiones el retablo de San Xoán do Alto (Lugo), con esos colores subidos de tono que escogieron para restaurarlos dos vecinos. Desde hace ya más de dos años, la Fiscalía de Galicia espera una respuesta de los obispados para poner en marcha su plan Igrexa Segura, que aspiraba a la completa catalogación y protección del patrimonio eclesiástico, y a la elaboración de listados de piezas robadas, en grave riesgo o en total abandono, tal y como ha hecho la Conferencia Episcopal portuguesa. Tras el escándalo del Códice y los sucesivos informes de la Guardia Civil sobre expolio de capillas, el fiscal Carlos Varela recibió buenas palabras del jefe de la Iglesia gallega, el arzobispo Julián Barrio. Pero la diócesis de Ourense se opuso desde el principio, y desde la de Lugo se llegó a calificar el plan como un despropósito. “Es irónico, pero el único obispo que dio su consentimiento fue el de Astorga”, comenta un portavoz de la fiscalía: “Aquí consideramos que el plan está en vía muerta”.

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