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‘El Tigre’ sigue rugiendo ( y ¡qué rugido!)

Tom Jones pone en pie al público en el Festival Jardins de Pedralbes

Tom Jones en el concierto del Festival Jardines de Pedralbes
Tom Jones en el concierto del Festival Jardines de PedralbesMARTÍ E. BERENGUER

Tom Jones, una de las voces más potentes de los años sesenta del pasado siglo. Se dice rápido, pero han pasado casi cincuenta años desde que It’s not unusual se apoderara de las listas de éxitos de medio mundo, fue a primeros de 1965, un verdadero terremoto. No es nada extraño (así la cantábamos por aquí) que tras un rugido como ese, y los que inmediatamente siguieron (Thunderball, Delilah), a Jones se le conociera como El Tigre de Gales. Prácticamente nadie utiliza ya ese apodo pero El Tigre sigue rugiendo con una fuerza atronadora cuando el felino ha cumplido ya los 74 años. Algo que apabulla.

Así sucedió ante la fachada del Palacio Real de Pedralbes. Las gradas prácticamente llenas, la noche apacible, incluso un punto fresquita, los diez minutos de retraso de rigor y ahí estaba El Tigre, vestido en azules (camisa oscura, chaqueta clara), perilla canosa, sonrisa mefistofélica. Saludó, comenzó a cantar y el rugido, ¡qué rugido!, se apoderó de todo. Solo con aquel golpe de voz, un blues terriblemente rítmico, ya había conquistado la plaza, todos rendidos a sus pies. Un par de demostraciones de poderío y ya Sexbomb lo puso todo patas arriba. Seguiría una endiablada mezcla de country, rhythm and blues, rock y baladas melancólicas, historias de desamor y también de amor, claro. Una abanico tan inclasificable como atractivo.

Tom Jones se halla en perfecta forma vocal, tanto en los agudos como en los registros más bajos y pasa de unos a otros con aparente naturalidad. Domina el escenario y una banda de nueve músicos, sólida como pocas, le propulsa hasta lo más alto, le sigue allí a donde va y llena todos los agujeros.

Tom Jones

FESTIVAL JARDINS DE PEDRALBES

Palacio Nacional.

Barcelona. 30 de junio.

Siguieron temas de su último disco, interesantes, y, de pronto, Delilah exaltó unos ánimos ya exaltados. A partir de ahí todo fue un camino de rosas, total comunión entre el escenario y la platea, donde nadie, a pesar de ser un público entrado en años, paraba quieto. Green green grass of home, Never fall in love again o It’s not unusual se mezclaron con versiones de Tom Waits o Leonard Cohen para un final por todo lo alto en el que el clásico Thunderball se codeó con el más reciente Kiss sin que se notara la diferencia de edad de dos canciones tan distintas.

El Tigre rugió, y mucho, en Pedralbes demostrando que para algunas músicas no pasa el tiempo y para determinadas gargantas privilegiadas como la suya tampoco. Strange Things a ritmo de desenfrenado rock and roll cerró una noche grande.

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