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Gervasio, el crupier de las contratas

El dueño de Vendex salió de Cuba a cambio de trabajos sociales para la Revolución Cortó caña de azúcar y trabajó en casinos, según el hijo del que fue su socio

Gervasio Rodríguez, derecha, entra en los juzgados de Lugo con un agente de Aduanas para declarar el 22 de septiembre de 2012.
Gervasio Rodríguez, derecha, entra en los juzgados de Lugo con un agente de Aduanas para declarar el 22 de septiembre de 2012.ELISEO TRIGO (EFE)

Alguna vez no coge el teléfono a sus colaboradores, la grabación se queda en un pitido sin respuesta, y los agentes de Aduanas pueden imaginarse al jefe de Vendex traspuesto en el salón de su casa madrileña. “Debí de quedarme dormido en el butacón”, se justifica luego, en el siguiente pinchazo, Gervasio Rolando Rodríguez Acosta ante quien le llama para tratar algún asunto bajo sospecha. El patriarca de la trama Pokémon ha cumplido 73 años, y espera que los achaques de la edad lo libren de la cárcel en un país donde el 2% de los presos tienen más de 70. Durante su arresto en Madrid, tuvo que pasar por el hospital, y cuando al fin llegó a Lugo para ser interrogado, su abogado desde hace años no dejó de incidir en “el grave quebranto de salud” que arrastra su cliente. Su hipertensión, su insuficiencia cardíaca y su diabetes, defiende ahora el letrado, “se agravaron en los dos meses que el señor Rodríguez pasó en la prisión” de Bonxe.

Es probable que si Fidel Castro, hijo de lancarés, no hubiese tomado en la vida el camino que tomó, el nieto de otro gallego que marchó a Cuba no habría llegado jamás a emigrar a España, ni a entrar de administrativo a las órdenes del fundador del Grupo Vendex, Jaime López Garrido, cuando este ni siquiera creara la empresa y aún era directivo de una firma sueca. Tampoco habría sido recluso en Lugo, ni se habría convertido en un Pokémon imputado por cohecho y tráfico de influencias, un cromo con poderes especiales dentro de la colección de más de 100 que va reuniendo, desde septiembre de 2012, la juez Pilar de Lara.

“El señor Rodríguez” es ahora “El Pintor”, como lo llaman en su jerga en clave los delegados a sus órdenes en el grupo, porque es quien manda a provincias, por mensajería, “los botes de pintura”, es decir, los fajos para supuestos sobornos a cambio de contratas y favores políticos. Pero ya mucho antes de 1996, el año en que murió su socio en accidente y él se erigió en jefe de Vendex, en las empresas era conocido como “el amo de los dineros”. Así lo recuerda Jaime López de Aguilar, hijo del fundador del grupo, convertido hoy en su antagonista tras decidir separarse, “salir corriendo del entramado”, y asumir el mando de Setex-Aparki, una empresa rival que en tiempos también era de Vendex. López de Aguilar cuenta que poco antes de dejarse la vida en una carretera junto a su mujer, el creador del grupo empresarial advirtió a su hijo sobre el cubano, entonces director financiero de la compañía: “Gervasio es mi cáncer, pero ha crecido tanto que no lo puedo extirpar”.

El cubano había llegado a España buscándose la vida al empezar los setenta. A López de Aguilar, en su casa le contaban que en la isla había trabajado de crupier poco antes de la caída de Batista, cuando La Habana competía con Las Vegas como capital del juego. Después de 1959, muchos de sus parientes lograron instalarse en Miami. “Voy mucho a Estados Unidos, tengo familia. Allí tenía a mi madre, a mi padre, a mi hermana...”, llegó a contarle durante su detención a la juez para justificar los 20.000 dólares que se hallaron en su casa en el registro. “Son picos que me van sobrando de los viajes”, le aseguró.

“Juega con sus 38 empresas como un trilero; le vendrá de su etapa de crupier”

En Cuba, el cabecilla de la trama investigada se formó en economía y empresa, y según su abogado no obtuvo permiso para salir hasta que cumplió su deuda con la Revolución: “año y medio de trabajos sociales” en el campo, como cortar caña de azúcar.

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En América se hablaba del “milagro” español, y Rodríguez decidió cruzar el charco para buscar trabajo. Con tanta suerte que un compatriota, jefe de contabilidad de la firma Selber, le ofreció una vacante de administrativo en la sede madrileña. El director era López Garrido, que enseguida descubrió la inteligencia, la valía para los números y la capacidad de trabajo del que, con el tiempo, vio como un tumor maligno. “Muy pronto, mi padre decidió fundar su propia empresa, que se llamó Semat, Grupo Ciudad Limpia... hasta acabar siendo Vendex. A Rodríguez y alguno más les ofreció irse con él y ser socios, primero poniendo él solo el dinero”. Cuando murió el presidente del conglomerado Vendex, bajo este paraguas “había unas 40 sociedades”.

Jefe y subordinado llegaron a publicar, en 1982, un libro técnico juntos, Limpieza Viaria, que aún se vende. “Entre mi padre y él había un vínculo afectivo, llevaban 26 años juntos”, comenta el ahora presidente de Setex, “pero Rodríguez manejaba a su antojo, no le daba cuentas. Marcharme fue la mejor decisión de mi vida porque es un liante, juega con sus 38 empresas como un trilero; debe de venirle de su etapa de crupier...”. En 1997 tuvo lugar el reparto de sociedades, y la división en dos mitades del edificio de oficinas en la calle Zurbano.

El árbitro del proceso, recuerda López, era el famoso abogado que ahora representa a Gervasio en la Pokémon. “Me separé sin ver un informe, un balance, pero duermo tranquilo”, asegura. “La vida de Rodríguez, en cambio, tiene que ser terrible: construyó un castillo de naipes del que no puede salir y se ve obligado a confiar en un montón de gente que no es de fiar”. Las escuchas revelan que el jefe decide contratar vigilancia para saber si una empleada que es su mano derecha está vendiendo información a la competencia, supuestamente a Setex. En su día, también Setex despidió a un trabajador al sospechar que era un topo de Vendex. Se trataba de José María Tutor, ahora imputado en la Pokémon como jefe de la trama en Galicia, aunque al final también había perdido la confianza de Gervasio Rolando.

Según su abogado, los dos meses en la cárcel agravaron su “quebrantada” salud

El cubano, envejecido, espera ahora el desenlace de su peor apuesta. Según López, además del Mercedes y el Audi, desde navidad tiene "un Bentley en el que le lleva el chófer a trabajar", para pasar “el día entero” en la oficina. Pero su abogado lo niega todo: “No se lo podría permitir. Sigue con el Mercedes, tan viejo que hoy valdrá 5.000 euros. Y además no va a trabajar. Al salir de prisión se autoimpuso no pasar siquiera por Zurbano. Ahora está al frente su yerno”, Álvaro López de Lerena, casado con su hija Doris (sus nombres forman el acrónimo de la empresa Doal). El otro heredero es Roli, Rolando Rodríguez Martínez de Murga, que volvió de estudiar en EE UU y “se forma” en Vendex. “Cada vez que hay un fregado, lo mando”, le explicó su padre a la juez en un interrogatorio con varias alusiones a la familia.

No es ni medio fácil ablandar a De Lara. El día que entró a declarar como imputado, Gervasio desplegó su encanto caribeño, su don para la distancia corta. Con su acento cubano, acepta unos hechos y niega otros: “No soy tan bueno ni tan noble, simplemente no lo hice porque no lo necesito”. Este hombre casado se muestra como un anciano entrañable, justifica la posesión de un Audi todoterreno en el hecho de tener cuatro nietos (ahora ya son cinco) y la presencia de muchos sobres con dinero en su despacho en sus “manías de viejo”. A ganarse a los políticos lo llama “engrasar” las relaciones, algo que ve necesario en este negocio “tan duro” en el que hay que competir con los “tres monstruos terroríficos” del sector. En este contexto, mandar fajos por Seur envueltos en la prensa deportiva es también para él una “costumbre” sin “mala fe”. Los enviaba a Galicia y también a Sabadell, donde más factura y su grupo tiene contratas “desde que Franco vivía”.

Gervasio llega a afirmar que los 100.000 euros hallados en su casa son los ahorros de un “pesimista”, que los guardaba temeroso de que en España pasase lo que “en Argentina”. “Yo nunca la engañaré”, “se lo digo con el corazón en la mano”, “se lo juro por la vida de mis hijos”, le asegura una y otra vez a la instructora a medida que el interrogatorio se pone cuesta arriba. Gervasio bromea con los pinchazos: “Mi teléfono de seguridad no es muy seguro”. Logra, incluso, hacer reír a la juez un par de veces, y vuelve a insistir en su disposición a colaborar cuando ella le recrimina que le miente. En su campechanía, amaga con pintar a boli una página de su agenda confiscada, cuando le muestran la prueba. Parece que no puede tener las manos quietas porque está nervioso. Afortunadamente lo frenan a tiempo. Pero De Lara termina cansándose: “Este es un tema serio, usted está detenido. No me trate con esta familiaridad porque no la tenemos”.

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