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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un proceso que lo tapa todo

La hegemonía de la consulta es total sobre la política catalana

Francesc Valls

Era su primera reaparición pública. Pero nadie reparó ayer ni prestó atención al diputado de CiU Oriol Pujol Ferrusola. Ya estaba imputado por tráfico de influencias en el llamado caso ITVy ahora la Fiscalía Anticorrupción le acusa de cohecho por aceptar supuestamente un soborno para votar una ley. Pero las cámaras no estaban para regalarle ni siquiera un plano. El protagonista era otro que viene arrasando: el proceso soberanista catalán, que tuvo su fiesta de puesta de largo en el Parlamento de Cataluña. Fue una gala con un protocolo deslucido, pues ninguno de los líderes del sector soberanista —ni del PSC— subió a la tribuna de oradores.

El hecho de que fueran los portavoces quienes tomaran la palabra no deslució al auténtico protagonista, porque la hegemonía del debate de la consulta es total sobre el panorama político catalán. Todo proyecto queda subordinado al proceso soberanista que muchos ciudadanos catalanes ven como la tabla de salvación de la crisis, aunque carezca de contenidos, porque lo consideran portador de bondad intrínseca. Bien, pues ese proceso de incierto final y accidentado calendario lleva camino de convertirse por su duración en El anillo de los Nibelungos de los debates.

El Parlamento catalán vivió ayer un tímido ensayo del año que aguarda a los ciudadanos, al aprobar pedir al Gobierno central el traspaso de las competencias para realizar un referéndum por la vía del artículo 150.2 de la Constitución, un camino que de antemano ya ha sido rechazado por PP y PSOE. La petición, aprobada con los 87 síes de CiU, ERC, ICV y tres diputados socialistas que rompieron la disciplina de voto, es un mero ejercicio de frontón político, que servirá para que quienes avalan la propuesta constaten que enfrente tienen una pared.

La próxima semana CiU, ERC e ICV-EUiA presentarán en forma de proposición de ley al Congreso el texto aprobado ayer por el Parlament, que la Cámara como muy pronto debatirá a finales de marzo. La iniciativa legislativa, cuya muerte está más que anunciada, será un acicate para que los citados soberanistas activen sin prisas la ley de consultas en el Parlamento catalán y para que se avive, vía decreto, la fecha del 9 de noviembre como día para que los ciudadanos catalanes, de acuerdo con el guion soberanista, se manifiesten en las urnas. El recurso del Gobierno central está más que anunciado. Pero, durante este año, hay una voluntad decidida de agitar grandes principios, sin reparar en el deterioro de los puentes entre Cataluña y España. Una primera expresión de ese enconamiento es la polarización política que favorece a los sectores nítidamente partidarios de la independencia o del españolismo. Esquerra y Ciutadans son los claros beneficiarios políticos de este panorama que premia a los amantes del blanco o negro y penaliza a los partidarios de los matices. Las banderas aglutinan tras de sí sentimientos. Las razones requieren más elaboración.

La propuesta de un nuevo marco de relaciones entre Cataluña y España es ahogada en Cataluña por el griterío independentista y en el resto de España, por la doctrina unitarista.

La primera víctima de esta división ha sido el PSC, que ayer vivió como tres de sus diputados desafiaban la disciplina de partido y se alineaban con el bloque soberanista. Y es que por mucho sentido común que se quiera poner al debate, por muy injusta que se vea la guerra, el guion ya está escrito y es muy difícil pasearse entre trincheras sin ser alcanzado por las balas.

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Lo peor de toda esta historia de apriorismos y desencuentros nacionalistas es que, al final, después de todo este cansino viaje, alguien deberá sentarse a dialogar con alguien. Rechazada la vía de la consulta por el Gobierno central y por el PSOE, queda el camino de convocar las elecciones plebiscitarias, un escenario en el que Convergència no se plantea en ningún caso una declaración unilateral de independencia del Parlamento catalán. Y así podemos llegar hasta 2015 o, si de la voluntad de CiU depende, hasta 2016 para agotar la legislatura y tratar de reforzar el ahora cuestionado liderazgo de Artur Mas. Con un guion que sigue su proceso.

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