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Crítica | Clásica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alma, corazón y vida

Ainhoa Arteta sale más que airosa del desafío al que se enfrentaba

Le echa valor a la vida la soprano Ainhoa Arteta. Se presentaba por primera vez en los prestigiosos ciclos de Lied —veinte años ya: qué mérito— y tenía el teatro lleno hasta la bandera, algo nada fácil en estos tiempos que corren.

Podía haber optado por un programa de éxito fácil adaptado a sus cualidades expresivas y melódicas sustentadas por su dedicación a la ópera y su sintonía con la música popular.

Pues no. Si se está en un ciclo de Lied, hay que dar la cara, debió pensar. Y Ainhoa Arteta optó nada menos que por Amor y vida de mujer, de Schumann, y por una selección de los lieder más famosos de Strauss, en la primera parte de su recital.

Qué valiente. Con su fraseo alemán dulce, pero nada empalagoso, y manteniendo en todo momento la fidelidad a su manera habitual de cantar. Salió más que airosa de este desafío al que se enfrentó arropada por un pianista tan seguro como el escocés Malcolm Martineau.

En la segunda parte todo fue más liviano para la soprano, tanto en las baladas en italiano de Albéniz, como en la prueba de fuego de las Siete canciones populares españolas, de Falla, que Ainhoa Arteta resolvió con elegancia, claridad textual y respeto a las exigencias y estilo de cada pieza dentro de una esmerada unidad global. Triunfó.

En las propinas, sin tener que demostrar ya nada a nadie, se recreó con A Chloris, de Reynaldo Hahn, en francés, y con Cantares, de Joaquín Turina. Impecable en ambas.

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Ainhoa Arteta volvió a demostrar que es una artista carismática, con personalidad y coraje. Y, además, es guapa.

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