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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yo no soy tonto

Los ediles del PP elogian ley de reforma local o del hachazo a la autonomía municipal, para ser exactos

En este país de nuestras desdichas, el mundo político está permanentemente dividido en dos: los listos y los tontos. Los listos son siempre los nuestros. Los tontos, los de enfrente.

Hemos visto muchos ejemplos: el más listo de la clase es Wert; Ángel Gabilondo era un iluso. Lo vemos en los juzgados: imputan al gerente del PP de Castilla-La Mancha y Cospedal se muestra encantada, dice que así podrá defender su inocencia y desmontar las mentiras urdidas por los socialistas que lo acusan (vía Bárcenas) de haber cobrado 200.000 euros del ala… negra.

Pero la imputada socialista en los ERE Magdalena Álvarez es, de entrada, culpable, y el ministro De Guindos maniobra para sacarla de la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones (y colocar a uno de los suyos, claro)

Ahora le toca el turno a los alcaldes: todos los buenos son del PP. Con algunas excepciones, que protestan con la boca chica, sus ediles elogian las bondades de la Ley de Racionalidad y Sostenibilidad de las Administración Local. La ley de reforma local, para entendernos. O del hachazo a la autonomía municipal, para ser exactos.

¿Los demás? Unos ignorantes, unos palurdos incapaces de imaginar el maná que derramará la gaviota. O peor: son unos malvados que, conociendo las excelencias de la ley, la atacan para desgastar al Gobierno. Por eso, o por defender sus chiringuitos locales, como sostiene la secretaria general del PP malagueño, Margarita del Cid: “La Junta de Andalucía rechaza la reforma por temor a perder su administración paralela”.

Pero vayamos a los datos. Con la reforma, el Gobierno pretende ahorrar 8.000 millones de euros (periodo 2013-2015). De ellos, 3.422 por la supresión de servicios sociales que prestan los municipios. Peligra el puesto de trabajo de 70.800 personas, la atención a 2,6 millones de beneficiarios de servicios claves como ayuda a domicilio (650.000 personas), apoyo a familias (520.000), inserción social, albergues para inmigrantes, comedores sociales, residencias para mayores, pisos tutelados, etc..

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El Gobierno sostiene que no bajará la calidad de los servicios. Que hará lo mismo con miles de millones de euros y docenas de miles de trabajadores menos. Nos pide que creamos en los milagros. Aunque más bien nos cree tontos.

El diputado de IU por Sevilla José Luis Centella resume este contrasentido así: “El PP no quiere ahorrar dinero, quiere ahorrar democracia”. Y el diputado por Jaén Gaspar Zarrías, secretario de Ciudades y Política Municipal del PSOE, es contundente al afirmar que “la reforma es un bodrio que abre la puerta a la privatización o eliminación de los servicios sociales”.

No es casualidad que sea en comunidades del PP donde más se reducen programas y personal de estos servicios (Castilla-La Mancha, Valencia, Madrid), mientras en Andalucía (PSOE-IU) y País Vasco (PNV) crecen, según un reciente informe del Consejo General del Trabajo Social.

Un informe que ofrece datos demoledores que demuestran el acelerado ritmo al que se está empobreciendo el país: la demanda de estos servicios ha aumentado en un 72%. La pobreza ya afecta de lleno a las clases medias, entre las que ha crecido un 45%. Y lo nunca visto: también demandan esa ayuda estudiantes universitarios. (Datos de 2012, lo que significa que este año serán aún peores, pues la crisis sigue avanzando).

Este cuento de la lechera, de hacer más con menos, evitará duplicidades, afirma el Gobierno. Pero duplicidad también significa doblez y falsedad. A mí me parece que en esta reforma (una más) hay mucha falsedad. Que aprovecha, una vez más, la crisis económica, para hacer profundas revisiones ideológicas: menos Estado y más Privado.

Y pretenden que nos lo creamos. Porque creen que somos tontos. Pero ni yo, ni millones de españoles, lo somos.

@JRomanOrozco

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