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Sin rastro de las obras maestras de Muñoz Ramonet

Barcelona estudia iniciar acciones penales para que las hijas del empresario devuelvan las obras

José Ángel Montañés
Uno de los salones del palacete de la calle Muntaner decorado con pinturas de Santasusagna, admirador de Goya.
Uno de los salones del palacete de la calle Muntaner decorado con pinturas de Santasusagna, admirador de Goya.joan sanchez

A Julio Muñoz Ramonet le gustaba impactar a sus invitados mostrándole la excepcional colección de arte que tenía en su palacete de Barcelona con todo un ritual. Algo que ayer no podría haber hecho ya que las obras de arte se han esfumado. Tras recibirlos, Muñoz Ramonet les hacía pasar a la “sala del aperitivo” decorada con cuadros firmados por autores como Murillo, Rafael, El Greco, Mengs o Velázquez y un largo etcétera. La visita proseguiría en la galería de columnas del primer piso, donde estaban instalados los retablos góticos y renacentistas pintados por maestros como Lluís Borrassà o Pere Serra. Al final, les daba de comer a la carta en el gran salón comedor decorado con pinturas de Ernest Santasusagna, en la que no faltaban sus cubiertos de oro. Pero Muñoz Ramonet falleció en 1991 y con su muerte desaparecieron sus famosos cuadros.

El pasado 25 de julio, después de 17 años de litigio con las cuatro hijas de Muñoz Ramonet, el Ayuntamiento de Barcelona pudo entrar por primera vez en la vivienda, tras agotar todos los plazos legales. Ayer, por fin, se pudo entrar y pasear por el interior de la vivienda y comprobar lo que ya se sabía y que había adelantado EL PAÍS el pasado mes de agosto: las obras maestras de la colección se han esfumado del edificio y en su lugar cuelgan otras de valor inferior. Incluso muchas de las paredes se han quedado vacías.

Sorprende la casa por el lujo, un poco decadente, de sus interiores, en la que no faltan alfombras cubriendo el suelo de todas las habitaciones, lámparas de cristal enormes, paredes enteladas con pinturas o cubiertas con tapices, jarrones, una biblioteca llena de libros, muebles de época, vajillas y ropa de cama en los armarios. Incluso, en uno de los lavabos alicatados por completo de mármol, permanece la silla donde Roberto, el inseparable mayordomo de Muñoz, le afeitaba a diario.

El conjunto es una especie de horror vacui donde parece no haber paredes para colgar tanto cuadro como hubo en su día.

Entre las obras que continúan colgadas, repartidas por todas las estancias, se pueden ver un pequeño rembrandt ovalado, una obra de Anglada Camarasa, otra de Ramon Casas o una de Joaquim Mir. O al menos eso es lo que pone en las cartelas de los marcos, todas realizadas con la misma letra. En otra de las obras se ve un ignoto Príncipe Jesús firmado por Velázquez, aunque difícilmente se podría atribuir a alguna de sus etapas. Si fuera del pintor sevillano, pasaría a ser su pintura más extraña. La mayoría de obras que se pueden ver por las paredes están firmadas por Jordi Curós, Josep Garí y Ramon Aguilar More. El último, uno de los pintores preferidos de Muñoz Ramonet del cual adquiría casi todas sus obras.

La sorpresa llega en uno de los pasillos del piso superior del palacete donde el Ayuntamiento se ha encontrado unos 300 cuadros, la mayoría paisajes y retratos, todos descolgados y apilados contra las paredes. Son pinturas de los años setenta y ochenta. En uno de ellos se puede ver un retrato de Álvaro, el hermano de Julio Muñoz Ramonet, que sus sobrinas decidieron no llevarse en 1991. Muchas de ellas son las obras que aparecen relacionadas en el último inventario de 2005 que maneja el consistorio barcelonés.

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El concejal de Cultura, Jaume Ciurana, aseguró tras la visita que los trabajos de “inventario de presencia” terminaron este jueves y han acabado con una relación de 1.015 bienes muebles en la vivienda —en la que se incluyen todos los objetos, incluso los farolillos del jardín—. También, que ha comenzado el inventario patrimonial. Lo realizan especialistas que podrán determinar qué obras y piezas son las que permanecen en la casa y así poder establecer cuáles son las que faltan con precisión, además de su valor artístico. Los trabajos concluirán en enero de 2014, aseguró. Ciurana ha anunciado que mientras sigue la ejecución de la sentencia para recuperar las obras, el ayuntamiento estudia iniciar acciones penales contra las hijas de Muñoz Ramonet, con la intención de aumentar la presión para que las devuelvan. “Lucharemos por todas las obras que había en el interior de la casa en el momento en el que falleció Julio Muñoz Ramonet”, ha insistido Ciurana.

La sentencia de marzo de 2012 del Tribunal Supremo desestimó los recursos interpuestos por las hermanas Muñoz contra el Ayuntamiento de Barcelona, que en la práctica ha convertido definitivamente a la ciudad en propietaria de una colección de arte excepcional formada por casi 1.000 pinturas y esculturas que el industrial había dejado a su muerte en 1991 a los barceloneses, junto con su palacete. Durante años, las hijas han luchado contra la voluntad de su padre considerando que ellas eran las únicas propietarias del conjunto.

Por eso, tal y como EL PAÍS publicó en agosto tras acceder a un documento inédito, en octubre de 1991, ya fallecido el industrial, se contrató los servicios de la experta en arte norteamericana Lori Gross para que asesorara en la elección de las obras, planificara el traslado desde Barcelona al palacete familiar de la calle Villanueva de Madrid y supervisara el desembalaje de las pinturas en la capital española.

Una de las sentencias recogía también que en las mismas fechas Culturarte, una de las empresas del entramado familiar de los Muñoz Ramonet, contrató varios seguros: una póliza de 1,8 millones de euros por el traslado de 325 obras de arte al palacete de la calle Villanueva y, en noviembre de ese año, otra por la que se aseguraba la colección depositada en ese palacete por valor de 21 millones de euros.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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