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canción | Asier Etxeandía
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Orgulloso de su sombrero

Hermanar a Madonna con Camilo Sesto y Janis Joplin es un pastiche disparatado, pero Asier lo transforma en sinceridad

Asier Etxeandía, en el teatro Circo Price.
Asier Etxeandía, en el teatro Circo Price.ALVARO GARCÍA

Los artistas endiabladamente versátiles, y ayer nos encontramos con uno, suscitan una disyuntiva eterna. ¿Es Asier Etxeandía un actor que canta o un cantante que actúa? El bilbaíno despejó anoche la ecuación con un espectáculo que se toma muy en serio para que resulte una completa y bendita locura. El Price fue más circo que nunca, con pista y graderío abarrotados de un gentío inmerso en la chifladura, la catarsis, la sudorina o todo a la vez, y un jefe de pista camaleónico. Un Freddie Mercury del Nervión. Hermanar a Madonna con Camilo Sesto y Janis Joplin constituye un pastiche disparatado, pero Asier lo transforma en sinceridad a corazón abierto.

Hablábamos de bendiciones y puede que manejemos un campo semántico imprudente. El intérprete, el enloquecido musical en primera persona que Etxeandía se ha sacado de las entrañas, está alentado por la irreverencia, no renuncia a pisar callos y plata cara a las embestidas de los intransigentes. Conocíamos las evidentes cualidades vocales de su protagonista desde Blue Alien’s Temple, aunque aquella banda no germinase. Ahora se destapa como un Raphael despepitado, apócrifo y con la raya del ojo bien gruesa, y complementa sus excelencias como cantante con un insultante dominio escénico, monólogos afilados y desparpajo improvisador. Su Padrenuestro beodo era provocación pura, igual que la repartición de bienes en el divorcio entre Dios y Lucifer. Pero más envenenado aún era el prospecto del medicamento Antiamorol. “Contraindicaciones: puede provocar votos a algún partido mayoritario”.

Asier fue un niño raro y solitario, ese hijo único que se sabe diferente. Y es ahí, desde la asunción de la diferencia, donde El intérprete acaba por emocionar. Este aún treintañero asombra a pulmón con Luz de luna, dedica a su padre I’ll never fall in love again (Tom Jones) antes de abrazarlo entre el delirio popular, aúna un Volver poco tanguero con un Psycho killer (Talking Heads) liberador e histriónico, invita a su diva Alaska para cantar juntos Por qué a mí me cuesta tanto. Rinde pleitesía a los Stones y a los Jackson Five (Can you feel it) mientras una gran bola de espejos se adueña del Price y los amigos Hugo Silva y Javier Bardem tocan los bongos y bailan como posesos. Pero la clave está en Bowie y su Rock and roll suicide; la canción, dice Asier, que le salvó la vida. Un alegato para asumir miserias y constatar grandezas propias, oda a la diferencia y corte de mangas a los resentidos. “Defiende tu sombrero, por ridículo que parezca”, resume Etxeandía. Y él hace bien en estar orgulloso del suyo.

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