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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Goya y el ‘caso Bárcenas’

El extesorero denuncia décadas de mordidas, astillas, sobresueldos, cajas en b y doble contabilidad, y nadie explica nada con un mínimo de coherencia

Goya pintó en 1823 una obra al óleo que tituló El aquelarre, aunque también se conoce como El Gran Cabrón. El cuadro está expuesto en el Museo del Prado y forma parte de la colección de pinturas negras con las que el pintor decoró los muros de su casa de la Quinta del Sordo. Los personajes principales de la obra son una mujer sentada en una silla y el cabrón, un macho cabrío que representa al demonio y que aparece con la boca abierta. Los dos están pintados con el rostro oculto y tienen enfrenta a las demás figuras del cuadro, todas ellas de aspecto grotesco y caricaturizadas.

Hay cierta semejanza en este cuadro con la imagen que está ofreciendo el Partido Popular, en medio de este aquelarre que está suponiendo las denuncias sobre una supuesta financiación ilegal y los sobresueldos que su ex tesorero nacional, Luis Bárcenas, supuestamente pagó durante años a parte de la cúpula del partido.

Las coincidencias son múltiples tanto en lo grotesco como en la caricatura de la mayoría de los personajes, pero hay además una coincidencia que lo identifica todo mucho más. Bárcenas era apodado por sus compañeros como “Luis el Cabrón”, y no me cabe duda alguna de que para la mayoría de los suyos todo lo que está contando lo ha elevado a la categoría de “gran”.

Lo que está saliendo es una especie de cara oculta de la democracia

La actualidad parece un inmenso cuadro de Goya donde todo lo que vemos es una enorme caricatura de lo que ocurre. La historia de Bárcenas y lo que está saliendo sobre la presunta financiación irregular del PP es una especie de cara oculta de la democracia, donde nada ha sido lo que parecía. El extesorero denuncia décadas de mordidas, astillas, sobresueldos, cajas en b y doble contabilidad, y nadie explica nada con un mínimo de coherencia. En cualquier país con mayor tradición democrática, sería impensable que esta investigación sobre la supuesta financiación ilegal del PP siguiera adelante sin una sola renuncia o sin una única dimisión. Pero sobre todo, sin una explicación que no suponga un insulto a la inteligencia.

Existen informes policiales que atestiguan que Bárcenas administraba una doble contabilidad, con el objeto de ocultar al fisco pagos irregulares de grandes empresas. Y que algunas de ellas obtuvieron, en esa época, contratos millonarios de la administración en las etapas de Gobierno del partido al que daban estos importantes donativos. Hay mensajes de móvil que abochornan, anotaciones manuscritas con todo lujo de detalles, ingresos bancarios y algún que otro recibí. Aunque todo está por investigar y habrá que esperar las resoluciones judiciales para atestiguar su veracidad, este caso de corrupción desprende un inmenso olor a podredumbre que afecta a una generación política que lleva varias décadas en el poder o en sus aledaños. Es como si con la llegada del verano, se hubiera acelerado el proceso de putrefacción y todo se hubiera inundado de un hedor que está resultando insoportable. Huele que apesta, por más cortinas de humo que se colocan para impedir la llegada de los efluvios pestilentes.

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Luis Bárcenas ha decidido abrir en canal las tripas del PP y del interior está saliendo un tufo maloliente que tira de espaldas. El hasta hace unos meses empleado intachable, es ahora un delincuente cuyo nombre ni se menciona. Ha pasado de ser Luis el Cabrón, a convertirse, no en el chivo, sino en el cabrón expiatorio: un personaje del que todos ahora rehúyen tras años de servicio. Un demonio con cuernos que preside esta grotesca caricatura de una España de pillería y sinvergüenzas que tan malos recuerdos nos trae del pasado.

Todo lo que está rodeando a Bárcenas, desde sus propias denuncias y a los desmentidos contra sus denuncias, está configurando un bochornoso compendio de las grandes miserias de la naturaleza humana, esas que tan bien logró estampar Goya en sus pinturas negras. Tan negras, grotescas y sombrías como este lamentable espectáculo al que estamos asistiendo.

@jmatencia

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