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POP | ALEJANDRO SANZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aturdido en la encrucijada

Alejandro Sanz dispone de grandes bazas, pero debería decantarse por unas u otras

Alejandro Sanz en su concierto en el Palacio de los Deportes.
Alejandro Sanz en su concierto en el Palacio de los Deportes.ÁLVARO GARCÍA

Es difícil que un título horroroso esconda una buena canción. Por desgracia, Llamando a la mujer acción, una de las más recientes de Alejandro Sanz, no nos sirve como contraejemplo. Tan preocupante es que los controles de calidad se le hayan relajado al de Moratalaz como que escoja una pieza tan dudosa para abrir la gira La música no se toca, que ayer dirimía la primera de sus dos citas en el Palacio de los Deportes. A la altura de su noveno disco, el otrora rey del pop romántico e intergeneracional parece aturdido en la encrucijada, como si no supiera hacia dónde encaminar sus pasos. Y esa confusión se traslada hasta al sonido: era insólito que una banda con 10 efectivos ofreciera un resultado tan opaco y aturullado, tal que si nos encontrásemos en La Riviera.

Parece que Alejandro quisiera asomarse al rock adulto, pero en Llamando… se aproxima al abismo de la melendización con esas anotaciones sobre la guerra de sexos (“sé que para la mujer el concepto tiempo es diferente / No me extenderé”) que parecen alumbradas en alguna cantina astur. No es el único patinazo: a renglón seguido, la trompeta de Cómo decir sin andar diciendo quiere y no sabe arrimarse a All you need is love. El esperado momento de hermandad con la parroquia lo propicia un clásico, Desde cuándo, pero la comunión se aborta con el primero de los dos popurrís, un recurso casi siempre irritante. Sanz dispone de grandes bazas en el catálogo, pero debería decantarse por unas u otras en lugar de arrejuntarlas con la tosquedad de un mal concursante de Superchef.

El Sanz baladista, el infalible cronista de arrebatos y conquistador de corazones, intenta recobrar el mando con sus coristas en torno al piano, pero el clímax de intimidad y finura se frustra por los excesos de esas cantantes que confunden la cualificación con el gorgorito desaforado. Hay ocasión de reconciliarnos con el eterno seductor (Mi soledad y yo, la intachable Corazón partío), pero otras decisiones invitan a la perplejidad. Sanz se vuelve regionalista ondeando la bandera de las siete estrellas durante la anodina Yo te traigo…20 años y se esfuma mientras los músicos se presentan al insospechado son de Every little thing she does is magic, de The Police. “Canten con nosotros si se la saben”, sugiere el teclista dominicano, y el silencio es la respuesta sepulcral de la repleta grada.

Vuelve el nuevo repertorio, tan desnortado que No me compares, su mejor exponente, no deja de ser un autoplagio de Cuando nadie me ve. Y La música no se toca, tan solemne con esa segunda persona del plural, suena casi jactanciosa: nos moriremos todos, viene a exponer, pero de algunos quedarán las canciones. Unas más que otras, amigo. Alejandro ha perdido chispa (ahora la quintaescencia de mirada pilla es la de Anatolio) y no tiene claro si ser romántico, aflamencado, funky (Camino de rosas), electrónico, italianizante o cheli. Y como la música no se toca, Sanz no sabe ahora mismo a qué palo quedarse.

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